Tras una reciente conferencia que impartí sobre el papel que pueden desempeñar las plantas y las diatomeas en la resolución de crímenes desde un enfoque molecular (de la cual les comenté la semana pasada), surgió una pregunta interesante en el público: ¿podrían las plantas o las diatomeas percibir de algún modo el estrés de una discusión o una acción violenta que precede a un crimen?.
Aunque pueda parecer descabellada, esta idea entra en un fascinante campo de la biología y la medicina forense, el de la bioacústica, la cual estudia cómo interactúan los organismos vivos con el sonido y las vibraciones de su entorno.
Aunque estamos más familiarizados con los animales que utilizan el sonido para comunicarse, investigaciones recientes sugieren que las plantas e incluso organismos microscópicos como las diatomeas podrían reaccionar a su entorno de formas que algún día podrían ofrecer pistas sutiles en las investigaciones forenses.
La bioacústica se centra tradicionalmente en las interacciones sonoras de los animales, pero las plantas, sorprendentemente, muestran capacidad para percibir ciertas vibraciones, aunque carezcan de oído o sistema nervioso.
Por ejemplo, los experimentos revelan que las plantas pueden detectar sonidos específicos, como las vibraciones de una oruga mordisqueando sus hojas y reaccionar produciendo defensas químicas; esta respuesta implica que las plantas están en sintonía con las perturbaciones de su entorno y reaccionan a las amenazas con cambios físicos o químicos.
Aunque es especulativo que las plantas puedan distinguir entre tipos de estrés como una discusión o una lucha física entre humanos, las perturbaciones físicas o las vibraciones prolongadas podrían desencadenar una reacción; en teoría, estas respuestas podrían analizarse algún día en la escena de un crimen para determinar si la actividad reciente ha afectado a las plantas presentes.
Por otro lado, aunque las diatomeas no producen ni perciben sonidos, son altamente sensibles a los cambios de su entorno, como la calidad del agua, la temperatura o los cambios químicos.
Dado que las diatomeas responden con rapidez a las alteraciones del entorno, las perturbaciones causadas por el movimiento del agua podrían afectar a su distribución o a sus pautas de crecimiento.
En un contexto forense, las diatomeas se utilizan a menudo para establecer detalles en casos basados en el agua, como incidentes de ahogamiento. Si las diatomeas halladas en los pulmones de una víctima coinciden con las especies presentes en una determinada masa de agua, se puede confirmar la localización y ayudar a reconstruir los acontecimientos que condujeron al crimen.
Aunque las diatomeas no pueden señalar directamente acciones violentas, los cambios en la estructura de su comunidad podrían indicar cambios físicos recientes en su entorno, reflejando indirectamente la presencia de actividad.
Sin lugar a duda, la interacción entre biología y medicina forense sigue despertando curiosidad y se prevé que en el futuro, los forenses podrían aprovechar la bioacústica y las señales químicas de las plantas para profundizar en sus análisis medioambientales.
Aunque estamos lejos de utilizar plantas o diatomeas como indicadores directos del estrés emocional humano, este campo promete revelar la huella ecológica de las escenas del crimen.
A medida que los investigadores descubren cómo interactúan las plantas y las diatomeas con su entorno, aumentan las herramientas y perspectivas de análisis de la medicina forense medioambiental, ofreciéndose así formas innovadoras de obtener pruebas incluso de las partes más pequeñas de nuestro ecosistema.
Con cada descubrimiento en bioacústica y ciencia forense, nos acercamos más a una imagen más completa de cómo incluso los aspectos más silenciosos de la naturaleza pueden hablar de historias humanas, revelando detalles que de otro modo pasarían desapercibidos.
Buen fin de semana.