/ viernes 9 de agosto de 2024

Bio-Informando / Genes y mentes

El próximo 13 de agosto es mi tercer aniversario en este periódico y viendo en retrospectiva la evolución de las notas y temas que hemos compartido, si bien soy un apasionado de mi profesión, también he dejado en manifiesto mi interés en fomentar la salud mental y explorar los temas relacionados a ella desde un enfoque biológico con el fin de ampliar su comprensión y desmitificar argumentos infundados y así motivar a acciones para un equilibrio armónico de la salud.

En esta ocasión, abordaremos desde la óptica biológica, dos trastornos de la personalidad, concretamente el Trastorno de la Personalidad Narcisista (TPN) y el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

Primeramente, el paciente que ha sido diagnosticado con TPN, se caracteriza por una actitud de grandiosidad, la necesidad de admiración y la falta de empatía hacia sus semejantes.

Diversos estudios en gemelos sugieren que entre el 40 y el 60% de la variabilidad de los rasgos narcisistas puede atribuirse a factores genéticos; se ha descubierto que genes relacionados con el sistema de la serotonina y el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), que regula la respuesta al estrés pueden influir en el desarrollo del TPN.

Por lo que respecta a la parte epigenética, factores ambientales como los traumas y el estrés en la infancia pueden provocar modificaciones que afecten a los genes implicados en la regulación emocional y la respuesta al estrés, potenciando los rasgos asociados al TPN como la inestabilidad emocional y la necesidad de control.

Por otra parte, estudios de neuroimagen revelan anomalías en la estructura y función cerebrales en individuos con TPN. Por lo que se refiere al TLP, se caracteriza porque el individuo muestra cambios repentinos e intensos de humor y comportamientos impulsivos por lo que el mantener relaciones saludables se vuelve complicado por su impetuoso vaivén de idealizar y devaluar a sus semejantes; a la par, dicha inestabilidad se extiende a su sentido del ‘yo’ y su identidad.

A diferencia del TPN, los que padecen TLP pueden empatizar con sus semejantes pero frecuentemente dicha capacidad puede verse menguada por sus propias emociones y poseen un pavor por el abandono realizando esfuerzos desesperados por evitarlo. El TLP tiene una importante base genética, epigenética y neurológica reportándose en varios estudios evidencia similar al TPN en cuanto a genes (regulación de serotonina y dopamina), factores ambientales (eventos traumáticos) y estructura y fisiología cerebral.

Tanto el TPN como el TLP se desglosan en un espectro, es decir, existen diferentes grados de gravedad por lo que los rasgos asociados a estos trastornos pueden estar presentes en la población general en diferentes proporciones.

En casos moderados a graves, los individuos con TPN o TLP pueden involucrarse en comportamientos y dinámicas que dañan a otros a un punto en el que pueden mermar la salud integral de quienes les rodean a niveles paupérrimos si estos no cuentan con las herramientas clave para el cuidado de su propia salud mental; de ahí que el identificar los patrones y comprender las bases biológicas y psicológicas que originan las acciones de quienes han desarrollado estos trastornos puede ayudar a gestionar las relaciones con estas personas.

Personalmente, he convivido con personas que poseen uno u otro trastorno e incluso ambos y he de reconocer que es un reto el identificar rápidamente los rasgos de estos trastornos y el convivir con estas personas; no obstante, una vez que se tiene esta información (sobre todo en el giro de la ciencia en donde toda temática de salud mental es escasamente abordada), es crucial ponerla en práctica para proteger la salud mental de uno mismo y en la medida de lo posible preservar un entorno saludable en donde todos sus miembros interactúen de la mejor manera posible.

Buen fin de semana.

El próximo 13 de agosto es mi tercer aniversario en este periódico y viendo en retrospectiva la evolución de las notas y temas que hemos compartido, si bien soy un apasionado de mi profesión, también he dejado en manifiesto mi interés en fomentar la salud mental y explorar los temas relacionados a ella desde un enfoque biológico con el fin de ampliar su comprensión y desmitificar argumentos infundados y así motivar a acciones para un equilibrio armónico de la salud.

En esta ocasión, abordaremos desde la óptica biológica, dos trastornos de la personalidad, concretamente el Trastorno de la Personalidad Narcisista (TPN) y el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

Primeramente, el paciente que ha sido diagnosticado con TPN, se caracteriza por una actitud de grandiosidad, la necesidad de admiración y la falta de empatía hacia sus semejantes.

Diversos estudios en gemelos sugieren que entre el 40 y el 60% de la variabilidad de los rasgos narcisistas puede atribuirse a factores genéticos; se ha descubierto que genes relacionados con el sistema de la serotonina y el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), que regula la respuesta al estrés pueden influir en el desarrollo del TPN.

Por lo que respecta a la parte epigenética, factores ambientales como los traumas y el estrés en la infancia pueden provocar modificaciones que afecten a los genes implicados en la regulación emocional y la respuesta al estrés, potenciando los rasgos asociados al TPN como la inestabilidad emocional y la necesidad de control.

Por otra parte, estudios de neuroimagen revelan anomalías en la estructura y función cerebrales en individuos con TPN. Por lo que se refiere al TLP, se caracteriza porque el individuo muestra cambios repentinos e intensos de humor y comportamientos impulsivos por lo que el mantener relaciones saludables se vuelve complicado por su impetuoso vaivén de idealizar y devaluar a sus semejantes; a la par, dicha inestabilidad se extiende a su sentido del ‘yo’ y su identidad.

A diferencia del TPN, los que padecen TLP pueden empatizar con sus semejantes pero frecuentemente dicha capacidad puede verse menguada por sus propias emociones y poseen un pavor por el abandono realizando esfuerzos desesperados por evitarlo. El TLP tiene una importante base genética, epigenética y neurológica reportándose en varios estudios evidencia similar al TPN en cuanto a genes (regulación de serotonina y dopamina), factores ambientales (eventos traumáticos) y estructura y fisiología cerebral.

Tanto el TPN como el TLP se desglosan en un espectro, es decir, existen diferentes grados de gravedad por lo que los rasgos asociados a estos trastornos pueden estar presentes en la población general en diferentes proporciones.

En casos moderados a graves, los individuos con TPN o TLP pueden involucrarse en comportamientos y dinámicas que dañan a otros a un punto en el que pueden mermar la salud integral de quienes les rodean a niveles paupérrimos si estos no cuentan con las herramientas clave para el cuidado de su propia salud mental; de ahí que el identificar los patrones y comprender las bases biológicas y psicológicas que originan las acciones de quienes han desarrollado estos trastornos puede ayudar a gestionar las relaciones con estas personas.

Personalmente, he convivido con personas que poseen uno u otro trastorno e incluso ambos y he de reconocer que es un reto el identificar rápidamente los rasgos de estos trastornos y el convivir con estas personas; no obstante, una vez que se tiene esta información (sobre todo en el giro de la ciencia en donde toda temática de salud mental es escasamente abordada), es crucial ponerla en práctica para proteger la salud mental de uno mismo y en la medida de lo posible preservar un entorno saludable en donde todos sus miembros interactúen de la mejor manera posible.

Buen fin de semana.