La resiliencia se describe a menudo como la capacidad de adaptarse y prosperar a pesar de los retos y dentro de la comunidad LGBT+, este concepto adquiere un significado profundo, ya que esta comunidad se ve expuesta a factores de estrés social como la discriminación, la estigmatización y la violencia.
Sin embargo, gran parte de la comunidad LGBT+ muestra una extraordinaria resiliencia, testimonio no sólo de su fuerza interior, sino también de los mecanismos biológicos y sociales que favorecen su bienestar frente a la adversidad. Los estudios sobre resiliencia han revelado conocimientos interesantes sobre la neurobiología del estrés y la adaptación.
La exposición crónica a factores estresantes de la sociedad puede desregular el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HPA, por sus siglas en inglés), provocando una liberación prolongada de cortisol y sus efectos nocivos sobre la salud mental y física. Sin embargo, las personas resilientes suelen recuperarse más rápidamente del estrés, gracias a una mayor actividad en la corteza prefrontal (región del cerebro relacionada con la toma de decisiones y la regulación emocional); asimismo, la HPA trabaja en armonía con la amígdala, el sistema de alarma del cerebro, para equilibrar las respuestas emocionales, ayudando a las personas a procesar y gestionar los retos con mayor eficacia.
Por otro lado, la neuroplasticidad (la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse) desempeña un papel crucial en la resiliencia. Para las personas LGBT+, formar redes de apoyo sólidas o participar en prácticas de afirmación fomenta cambios neuronales que mejoran los mecanismos de afrontamiento; el apoyo social, por ejemplo, está relacionado con el aumento de los niveles de oxitocina, una hormona que fomenta los lazos afectivos y reduce el estrés.
Las conexiones no sólo proporcionan consuelo emocional, sino que también activan los centros de recompensa en el cerebro, reforzando los sentimientos de seguridad y pertenencia.
La resiliencia no es un rasgo puramente individual, sino que también viene determinada por el entorno. Los espacios de afirmación, ya sean hogares familiares, lugares de trabajo o grupos comunitarios, pueden amortiguar significativamente el estrés; estos entornos reducen los niveles de cortisol y refuerzan las vías neuronales relacionadas con la autoestima y la afirmación de la identidad.
En el caso de las personas transexuales, se ha demostrado que los cuidados de afirmación del género, como la terapia hormonal o el apoyo social a la transición, mejoran significativamente los resultados de salud mental, lo que refleja el profundo impacto de la validación en la neurobiología del bienestar.
A pesar de estos avances en la comprensión, la realidad sigue siendo que la resiliencia se construye frecuentemente bajo coacción; el pasado 20 de noviembre se conmemoró el Día de la Memoria Trans, fecha que funge como un recordatorio de la violencia a la que se enfrentan las personas trans y de la resistencia de quienes siguen luchando por su derecho a vivir plenos y felices.
Por otra parte, los momentos de celebración y visibilidad son vitales y de gran relevancia ya que brindan la oportunidad de estrechar lazos y afirmar identidades. Este próximo 30 de noviembre, el Coro LGBT+ Sonora celebrará su segundo aniversario con un concierto (dos funciones) en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura y es un ejemplo de cómo la música ha sido durante mucho tiempo una fuente de curación y conexión y este evento no es sólo una celebración de la resistencia, sino también una invitación a todos para compartir un momento de alegría y unión.
Al reflexionar sobre la resiliencia de la comunidad LGBT+, comprometámonos a crear una sociedad que fomente la pertenencia y reduzca la carga de la discriminación; estoy seguro de que juntos, podremos hacer un mundo mejor en dónde todos podamos sentirnos libres y seguros de ser nosotros mismos.
Bendecido fin de semana.