/ viernes 29 de noviembre de 2024

Bio-Informando / La alquimia del artista

Las luces se atenúan y la sala queda en silencio. Tras bambalinas, el artista se encuentra con el corazón acelerado, las palmas de las manos hormigueando y la mente agitada por la expectación; en esos momentos, su cuerpo está lleno de sensaciones que oscilan entre los nervios y la euforia, una sinfonía de biología y emoción que le prepara para el escenario.

Estas sensaciones no son aleatorias, sino el resultado de sistemas corporales complejos que trabajan juntos para preparar al artista para la intensidad de la actuación. De ahí que la comprensión y aprovechamiento de estas sensaciones puede transformar un momento de vulnerabilidad en una poderosa muestra de arte y conexión.

Cuando empieza la cuenta atrás para salir a escena, la amígdala del cerebro interpreta la actuación inminente como un acontecimiento de alto riesgo y envía señales al hipotálamo para activar la respuesta al estrés; la adrenalina se dispara, acelerando los latidos del corazón y agudizando los sentidos, mientras que el cortisol garantiza un suministro constante de energía.

Para alguien que apenas comienza a foguearse en estas experiencias, este conjunto de sensaciones puede resultar abrumador, incluso paralizante, no obstante, para un artista que ha aprendido a aceptarlo, este estado se convierte en una reserva de vitalidad lista para ser canalizada: La transformación del estrés en entusiasmo puede cambiar su perspectiva y convertirlo en combustible para la creatividad y la concentración.

Cuando el artista entra en escena, sucede algo mágico: La adrenalina se une a la emoción de la conexión y surge un “estado de flujo”: la corteza prefrontal (región del cerebro responsable de la autocrítica), se calma y deja que la intuición y el instinto tomen las riendas; cada movimiento, nota o gesto se realiza sin esfuerzo, guiado por una combinación de práctica y presencia.

El público también desempeña un papel, amplificando la experiencia del artista a través de sus reacciones; las ovaciones, los aplausos e incluso la atención silenciosa del público provocan la liberación de oxitocina, estrechando el vínculo entre artista y espectador. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando se cometen errores?

Para muchos, el miedo a equivocarse puede ser muy grande, sin embargo, es en estos momentos de imperfección cuando brilla la autenticidad. El público se siente identificado con la vulnerabilidad, ya que la considera un recordatorio de la humanidad del artista; recuperarse con elegancia no sólo refuerza la actuación, sino también el profesionalismo del artista.

Tras la nota final, el cuerpo empieza a recuperarse; el sistema nervioso parasimpático toma el control, ralentiza el ritmo cardíaco y libera la tensión acumulada durante la actuación. El artista, ahora sumido en la euforia de las beta-endorfinas y la dopamina, reflexiona sobre su ‘performance’: Tanto si el escenario se siente como en casa como si es un campo de batalla, la experiencia deja huella y se añade a la historia en constante evolución de su expresión artística.

Para quienes asisten a las representaciones, es fácil olvidar la compleja interacción de biología y emoción que da vida al arte, pero detrás de cada momento sobrecogedor hay un artista que ha abrazado el caos interior y lo ha convertido en belleza. El día de mañana, tendremos la oportunidad de presenciar de primera mano este arte en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura con un concierto (dos funciones) a cargo del Coro LGBT+ Sonora para celebrar su segundo aniversario; este concierto es una puesta en escena en donde la calidad vocal, coreográfica y escénica prometen ofrecer una velada inolvidable.

No pierdas la oportunidad de formar parte de una celebración en la que la música trasciende barreras y crea vínculos. Acompáñenos en una noche que les recordará el profundo poder del arte para conmover e inspirar. ¡Todavía habrá boletos en la taquilla! ¡No te lo puedes perder!

Excelente fin de semana.

Las luces se atenúan y la sala queda en silencio. Tras bambalinas, el artista se encuentra con el corazón acelerado, las palmas de las manos hormigueando y la mente agitada por la expectación; en esos momentos, su cuerpo está lleno de sensaciones que oscilan entre los nervios y la euforia, una sinfonía de biología y emoción que le prepara para el escenario.

Estas sensaciones no son aleatorias, sino el resultado de sistemas corporales complejos que trabajan juntos para preparar al artista para la intensidad de la actuación. De ahí que la comprensión y aprovechamiento de estas sensaciones puede transformar un momento de vulnerabilidad en una poderosa muestra de arte y conexión.

Cuando empieza la cuenta atrás para salir a escena, la amígdala del cerebro interpreta la actuación inminente como un acontecimiento de alto riesgo y envía señales al hipotálamo para activar la respuesta al estrés; la adrenalina se dispara, acelerando los latidos del corazón y agudizando los sentidos, mientras que el cortisol garantiza un suministro constante de energía.

Para alguien que apenas comienza a foguearse en estas experiencias, este conjunto de sensaciones puede resultar abrumador, incluso paralizante, no obstante, para un artista que ha aprendido a aceptarlo, este estado se convierte en una reserva de vitalidad lista para ser canalizada: La transformación del estrés en entusiasmo puede cambiar su perspectiva y convertirlo en combustible para la creatividad y la concentración.

Cuando el artista entra en escena, sucede algo mágico: La adrenalina se une a la emoción de la conexión y surge un “estado de flujo”: la corteza prefrontal (región del cerebro responsable de la autocrítica), se calma y deja que la intuición y el instinto tomen las riendas; cada movimiento, nota o gesto se realiza sin esfuerzo, guiado por una combinación de práctica y presencia.

El público también desempeña un papel, amplificando la experiencia del artista a través de sus reacciones; las ovaciones, los aplausos e incluso la atención silenciosa del público provocan la liberación de oxitocina, estrechando el vínculo entre artista y espectador. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando se cometen errores?

Para muchos, el miedo a equivocarse puede ser muy grande, sin embargo, es en estos momentos de imperfección cuando brilla la autenticidad. El público se siente identificado con la vulnerabilidad, ya que la considera un recordatorio de la humanidad del artista; recuperarse con elegancia no sólo refuerza la actuación, sino también el profesionalismo del artista.

Tras la nota final, el cuerpo empieza a recuperarse; el sistema nervioso parasimpático toma el control, ralentiza el ritmo cardíaco y libera la tensión acumulada durante la actuación. El artista, ahora sumido en la euforia de las beta-endorfinas y la dopamina, reflexiona sobre su ‘performance’: Tanto si el escenario se siente como en casa como si es un campo de batalla, la experiencia deja huella y se añade a la historia en constante evolución de su expresión artística.

Para quienes asisten a las representaciones, es fácil olvidar la compleja interacción de biología y emoción que da vida al arte, pero detrás de cada momento sobrecogedor hay un artista que ha abrazado el caos interior y lo ha convertido en belleza. El día de mañana, tendremos la oportunidad de presenciar de primera mano este arte en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura con un concierto (dos funciones) a cargo del Coro LGBT+ Sonora para celebrar su segundo aniversario; este concierto es una puesta en escena en donde la calidad vocal, coreográfica y escénica prometen ofrecer una velada inolvidable.

No pierdas la oportunidad de formar parte de una celebración en la que la música trasciende barreras y crea vínculos. Acompáñenos en una noche que les recordará el profundo poder del arte para conmover e inspirar. ¡Todavía habrá boletos en la taquilla! ¡No te lo puedes perder!

Excelente fin de semana.