“He llegado a estar ausente hasta de mí misma”. (Cris)
Como nos hemos percatado al revisar el tema de la depresión, las personas que la sufren son criticadas o evaluadas como carentes de voluntad para salir adelante. Algunos señalan que para ellas vivir el momento (carpe diem) es lamentable, porque su vida está colmada de episodios de ansiedad y pensamientos repetitivos y violentos, envueltos en la aflicción.
En ocasiones, las personas depresivas ostentan una sensibilidad más fina, y también se ven arropadas de melancolía. Ciertamente han vivido trances terroríficos, llenos de dolor e irracionalidad. Sin embargo, también tienen momentos de claridad y tranquilidad, y pueden sostener conversaciones fluidas con sus seres queridos, al punto de ser empáticas con ellos. Pueden identificar las señales que muestran los demás y su malestar emocional. Es decir, estar alerta a lo que otros sufren, pues saben lo que se vive y se siente al padecer esta enfermedad.
El libro El demonio de la depresión, de Andrew Solomon, contiene una explicación detallada de la depresión, un amplio abanico de los medicamentos utilizados para tratarla, la eficacia de las diversas terapias y su impacto en las personas, grupos y sociedad en general. Hago esta sugerencia porque la depresión nos conecta con la existencia del dolor en quienes la viven; su tristeza y dolor se convierten en nuestros. Quizá todos conozcamos a alguien que vive esta enfermedad, por consiguiente, estemos alertas para detectarla y brindarle compañía y apoyo.
Cris me comenta: “En ocasiones, cuando voy a algún lado, experimento que mi cuerpo está a punto de derrumbarse debido a la tristeza que me envuelve. Cuando les comento a las personas lo que me pasa, me dicen: ꞌcambia tu actitud ante la vida, sonríe, piensa positivamente, deja de lado la pereza, no te preocupes tanto por lo que ves y escuchas que dicen a tu alrededorꞌ. Quiero decirle que he intentado alguna de estas cosas, al final me siento peor y hasta deseo morir”.
Quizá nos hayamos preguntado cuántas personas caminan a nuestro alrededor con este sufrimiento a cuestas. O cuántas se aíslan y se encierran sintiendo ese vacío existencial que las agobia. Ojalá cada una pudiera simplemente sacudirse todo eso y sentirse mejor. Les recuerdo que la persona depresiva vive llena de pensamientos repetitivos, negativos y dolorosos. Puede repetirse ideas como: no tienes voluntad o eres un fracaso. Sobre todo, no siente deseos de continuar con vida. Por ende, una vez que inicia ese impulso autodestructivo resulta complicado detenerlo. Lo que el cerebro le dice una y otra vez es: no eres suficiente, no vales nada, deberías acabar con tu vida. Luego, la persona ve su entorno oscuro y recuerda sus experiencias negativas. Por eso se torna indefensa y no puede parar esos pensamientos autodestructivos.
Comprendo a los familiares cuando demandan que la psicoterapia avance más rápido, que no aguantan ver el sufrimiento de su ser querido. Por ello necesitamos proporcionarle a la persona los medios que le ayuden a desarrollar habilidades, para que cuente con herramientas cognitivas que le permitan entablar un diálogo con esos pensamientos repetitivos, y así aprenda a gestionar mejores acciones y a tener autocompasión. Claro que esto implica un proceso largo, hasta que logre interiorizar que no es verdad lo que le dice su cabeza.
Como dijo Cris, en esta ocasión, “me doy cuenta que esto que vivo tiene muchas cosas que no he resuelto y, por lo tanto, no hay respuestas ni proceso rápido”. Entonces te preguntarás ¿qué le hace falta a Cris; cuándo saldrá adelante y cómo podemos ayudarle? Lo único que puedo decir es que estamos trabajando en conjunto su familia, amigos médico y psicoterapeuta, para apoyarla.
En general, el mensaje para sobrevivir a la depresión es hacer todo lo posible por cuidarse y mejorar la salud, eso será un gran avance. Pues, como dijo E. Hemingway: “No puedes escapar de ti mismo moviéndote de un lugar a otro”.