/ viernes 23 de agosto de 2024

Casos y Cosas de la Experiencia / Lealtad

"Te aprecio incluso como eres. Aunque estés lejos, te reconozco y valoro. Te quiero un montón aun sin saber cosas tuyas". (F. Nietzsche)

En esta noche lluviosa, con relámpagos y truenos recuerdo nuestro encuentro reciente. La llamada para invitarte a desayunar, y charlar ampliamente sobre los temas que nos apasionan. Al día siguiente, después de llegar al lugar, caminamos unos pasos para entrar al restaurante, y desde ahí empecé a valorar tu vulnerabilidad, pues de inmediato me otorgas la oportunidad de aprender. Esa humildad que te caracteriza, me permite celebrar una vez más nuestra amistad.

Desde siempre existen motivos o detalles para aprender de ti y de nuestra relación de amistad-hermandad. Escuchar es el juego que sabemos y apreciamos, porque hay momentos en que estamos en sintonía. Tras seleccionar una mesa, de inmediato llegaron dos suculentas tazas de café, que aderezamos con el primer tema. Me platicaste, paso a paso, lo que vives y el curso que le das a esas vivencias, cómo involucras a tu familia y ahora a mí. Escuché con atribución lo que expresabas, con tu forma tan peculiar de narrar los hechos, las analogías y metáforas directas al corazón. Tu relato provocó que me sintiera vulnerable ante los acontecimientos que experimentas en este momento de tu vida. Mi corazón se sensibilizó al escuchar cada palabra tuya, la sabiduría con la cual diriges tu mensaje de vida. Cada gesto, el sonido de tu voz grave resonó en mí.

Estoy agradecido por tu amistad, lealtad y cariño; celebro que me compartas a tu hermosa familia nuclear, también a la que vive lejos y he conocido por tu narrativa, fotografías, así como a algunos de sus integrantes físicamente en tu casa. Estas vivencias, ideas y conocimientos refuerzan el vínculo que hemos construido durante tantos años. Estoy orgulloso de ser parte de ti, de tus historias y las mías. Sabes, todo lo que expreso aquí sobre tu persona es insuficiente; no es pura zalamería, sino mi verdad acerca de ti.

Las horas pasaron lentamente, como sucede cuando estamos agusto disfrutando la alegría de vivir y compartir. Esa mañana fue fabulosa, plena de sabiduría y honestidad, ciertamente esta última resulta ser más que expresar una verdad. Se refiere a ser real y sincero consigo mismo y con los demás acerca de cómo te sientes, quién eres y qué necesitas para vivir una vida plena.

Con esto recuerdo algo que leí de Brené Brown, respecto a la vulnerabilidad: “En un mundo como el nuestro, donde la perfección es la consigna y el éxito una necesidad, los desafíos nos colocan frente a frente con el aspecto de nosotros mismos que más nos cuesta aceptar: la vulnerabilidad. Y sin embargo en la vulnerabilidad radica nuestra mayor fuerza”.

Llegó el momento de regresar a nuestras actividades familiares, y emprendimos la retirada. Me agrada aprovechar hasta el último momento para charlar, bromear y celebrar nuestra amistad.

La noche con lluvia copiosa y truenos me acompañaron para concluir este escrito. Justo al cierre la luz eléctrica desapareció, y la penumbra me conectó con ese momento cuando cruzamos la calle para llegar al automóvil y dijiste: “Serás mi lazarillo”. Recordé las alternativas que compartimos para sortear el reto de tu problema de la vista. De nuevo agradezco tus vivencias y nuevos caminos para crecer y desarrollar otras habilidades y destrezas.

Amigo, no seamos perfeccionistas porque no es bueno para nuestra salud emocional. Eso de vivir con expectativas demasiado altas puede provocar una frustración enorme. He observado que algunas personas puedan hablar y escuchar. Muy pocas escuchan sin hablar, algo así expresaba Fritz Perls. Tenemos el privilegio de escuchar y hablar lo necesario. Te abrazo y aquí estoy. Nos vemos pronto.

Hasta el próximo encuentro.

Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024

Correo electrónico: ignacio.lovio@gmail.com

"Te aprecio incluso como eres. Aunque estés lejos, te reconozco y valoro. Te quiero un montón aun sin saber cosas tuyas". (F. Nietzsche)

En esta noche lluviosa, con relámpagos y truenos recuerdo nuestro encuentro reciente. La llamada para invitarte a desayunar, y charlar ampliamente sobre los temas que nos apasionan. Al día siguiente, después de llegar al lugar, caminamos unos pasos para entrar al restaurante, y desde ahí empecé a valorar tu vulnerabilidad, pues de inmediato me otorgas la oportunidad de aprender. Esa humildad que te caracteriza, me permite celebrar una vez más nuestra amistad.

Desde siempre existen motivos o detalles para aprender de ti y de nuestra relación de amistad-hermandad. Escuchar es el juego que sabemos y apreciamos, porque hay momentos en que estamos en sintonía. Tras seleccionar una mesa, de inmediato llegaron dos suculentas tazas de café, que aderezamos con el primer tema. Me platicaste, paso a paso, lo que vives y el curso que le das a esas vivencias, cómo involucras a tu familia y ahora a mí. Escuché con atribución lo que expresabas, con tu forma tan peculiar de narrar los hechos, las analogías y metáforas directas al corazón. Tu relato provocó que me sintiera vulnerable ante los acontecimientos que experimentas en este momento de tu vida. Mi corazón se sensibilizó al escuchar cada palabra tuya, la sabiduría con la cual diriges tu mensaje de vida. Cada gesto, el sonido de tu voz grave resonó en mí.

Estoy agradecido por tu amistad, lealtad y cariño; celebro que me compartas a tu hermosa familia nuclear, también a la que vive lejos y he conocido por tu narrativa, fotografías, así como a algunos de sus integrantes físicamente en tu casa. Estas vivencias, ideas y conocimientos refuerzan el vínculo que hemos construido durante tantos años. Estoy orgulloso de ser parte de ti, de tus historias y las mías. Sabes, todo lo que expreso aquí sobre tu persona es insuficiente; no es pura zalamería, sino mi verdad acerca de ti.

Las horas pasaron lentamente, como sucede cuando estamos agusto disfrutando la alegría de vivir y compartir. Esa mañana fue fabulosa, plena de sabiduría y honestidad, ciertamente esta última resulta ser más que expresar una verdad. Se refiere a ser real y sincero consigo mismo y con los demás acerca de cómo te sientes, quién eres y qué necesitas para vivir una vida plena.

Con esto recuerdo algo que leí de Brené Brown, respecto a la vulnerabilidad: “En un mundo como el nuestro, donde la perfección es la consigna y el éxito una necesidad, los desafíos nos colocan frente a frente con el aspecto de nosotros mismos que más nos cuesta aceptar: la vulnerabilidad. Y sin embargo en la vulnerabilidad radica nuestra mayor fuerza”.

Llegó el momento de regresar a nuestras actividades familiares, y emprendimos la retirada. Me agrada aprovechar hasta el último momento para charlar, bromear y celebrar nuestra amistad.

La noche con lluvia copiosa y truenos me acompañaron para concluir este escrito. Justo al cierre la luz eléctrica desapareció, y la penumbra me conectó con ese momento cuando cruzamos la calle para llegar al automóvil y dijiste: “Serás mi lazarillo”. Recordé las alternativas que compartimos para sortear el reto de tu problema de la vista. De nuevo agradezco tus vivencias y nuevos caminos para crecer y desarrollar otras habilidades y destrezas.

Amigo, no seamos perfeccionistas porque no es bueno para nuestra salud emocional. Eso de vivir con expectativas demasiado altas puede provocar una frustración enorme. He observado que algunas personas puedan hablar y escuchar. Muy pocas escuchan sin hablar, algo así expresaba Fritz Perls. Tenemos el privilegio de escuchar y hablar lo necesario. Te abrazo y aquí estoy. Nos vemos pronto.

Hasta el próximo encuentro.

Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024

Correo electrónico: ignacio.lovio@gmail.com