Mi viaje tiene voluntad, determinación, coraje, dirección, sobre todo un sentido: vivir plenamente en el aquí y ahora.
Soy un caminante con sentido y dirección; disfruto cada camino y pausa realizada, para tomar fuerza y nutrirme de energía, para continuar por los senderos que correspondan. Vale la pena disfrutar mi vida solo, en pareja, con familia, amigos, colegas, compañeros de estudio y demás caminantes que se crucen por las veredas.
En este viaje continuaré mirando hacia mi interior integrando experiencias y la compañía de viajeros que, como yo, van en busca de sí mismos. Es una oportunidad maravillosa de conocerme y reconocer el valor de los demás, con sus aportes para mi crecimiento y desarrollo personal y profesional. Pues, “para nacer he nacido”, como dijo Pablo Neruda.
En el camino he gozado de la amistad de compañeros de viaje, que me han enseñado a luchar por el sueño de trascender y dejar huella. Hemos compartido miles de aventuras, y sus experiencias están plasmadas en mi alma. Guardo las memorias de cada camino y persona; del disfrute de la pasión de vivir, amar, agradecer el trabajo diario por la dignidad del ser humano, y al final tengo la plena satisfacción de haber vivido entregado a lo que creo.
Soy una luz que alumbra el camino, ese que requiere acompañar y apoyar a otros caminantes. Cada día cuido que mi energía se renueve por el valor de vivir entregado a lo que me apasiona y amo. El tiempo avanza dejando huella, entregando experiencias y alimentando las caricias que me nutren para vivir las cuatro estaciones del año. En ese recorrido he gozado, llorado, disfrutado, amado, perdido a personas cercanas, amigos y colegas, y regalado palabras y abrazos que reinician el alma.
Ahora estoy más consciente del viaje emprendido hacia mi interior; tengo más conciencia de quien soy y a donde voy; de lo que necesito y quiero ser. He tenido aciertos y errores, he gozado la alegría, el amor y placer y los recuerdos. He sufrido la tristeza, el desamor, dolor y los olvidos. Soy decisión e indecisión, aire y tierra, fuego y agua que refresca mi vida y otras vidas.
Los caminos, libros, viajes, amistades, amores y personas cambiaron el rumbo de mi ruta. Me he preguntado muchas veces cómo mejorar el trayecto, para llegar a la plenitud. He descubierto nuevas rutas, personas, historias, experiencias y códigos que abrazan mi alma, y recibo un impulso para vivir con un sentido de trascendencia. Y así, mi viaje tiene voluntad, determinación, coraje, dirección y, sobre todo, un sentido: vivir plenamente en el aquí y ahora.
Cada vida tiene un propósito y lleva en sí misma una lección por aprender. Todo está listo: el sol, la luna, las estrellas, el cielo, la naturaleza y las personas que amo, pero si falto yo no hay un milagro. Existen otros apoyos para reflexionar, libros como Anhelo de vivir, Irving Stone; La bailarina de Auschwitz, de Edith Eger. También películas: Mi pie izquierdo, de Christian Brown e Inseparables, de Marcos Carnevale.
Agradezco a las personas que leen esta columna. Si es de su interés compártanla. También doy gracias por estar vivo, y coincido con Violeta Parra, quien cantó: “Gracias a la vida que me ha dado tanto…” La vida tiene muchas etapas, y “…A veces llega la lluvia para limpiar las heridas. A veces solo una gota puede vencer la sequía”, como dice la canción C´est la vie, de Khaled, mejor conocida como Vivir mi vida.
Hasta el próximo encuentro.
Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024
Correo electrónico: ignacio.lovio@gmail.com