“Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal”. (Antoine de Saint-Exupéri)
Hace días encontré unas frases de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéri, que se suelen aplicar tanto en textos científicos como en la cotidianidad, para expresar algo a un ser querido o para reflexionar sobre temas de la vida. Por ejemplo, él dice: “Lo bello del desierto es que en algún lugar esconde un pozo”. También nos recuerda: “Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal”.
Cuando vivía solo y no tenía con quien hablar, dedicaba tiempo a la reflexión, meditación, lectura y escritura. Eso me condujo a vivir plenamente las emociones que abrazan mi ser y cuerpo, a experimentar cada detalle, a disfrutar esos momentos en compañía del silencio o del ruido suave del ventilador o aire acondicionado.
En ocasiones caminaba por la casa recitando poemas de Mario Benedetti, Pablo Neruda o Saturnino Campoy. Estos escritores han contribuido a explorar las emociones que todo ser humano experimenta en algún momento. La alegría que vivifica, la tristeza que invita a la reflexión, el miedo que impulsa o bloquea las actividades, el enojo que conlleva a establecer los límites en cualquier relación interpersonal y el afecto que genera los vínculos.
Cierto que estar en contacto con mis sensaciones, emociones y sentimientos renueva la fe y esperanza de poder acercarme a la mejor versión de mí mismo. Esto requiere disciplina, a diario tengo la oportunidad de aprovechar cada situación para vivir plenamente la experiencia. En ocasiones he detenido mi marcha por la calle para admirar una flor, las hojas de un árbol, escuchar el canto de un ave u observar el caminar lerdo de personas adultas mayores. También reconozco el valor de mis facultades y celebro que otras personas enfrenten sus discapacidades con valentía y aplomo, como el señor que camina diariamente cerca de casa y utiliza su bastón y demás sentidos para orientarse. También agradezco ser testigo de actos de nobleza al azar, como el de los niños que le ofrecieron ayuda a esta persona para cruzar la calle.
En este instante agradezco el sonido y la brisa fresca del aire acondicionado, el murmullo de la música de Mozart y una taza de café. Asimismo, el apoyo de la tecnología, pues basta con tocar suavemente el teclado para que las palabras se dibujen y cobren significado en la pantalla. De vez en cuando suena el tintineo de notificaciones, y reviso el teléfono, ya que aguardo la esperanza de una llamada para escuchar la voz de otro ser humano.
Esto me recordó esta frase de El Principito: "Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada. Compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existe ningún comerciante de amigos, los hombres ya no tienen amigos". Afortunado soy de contar con amigos que celebran su cumpleaños, o quienes esperan compañía porque viven un proceso difícil, como una enfermedad propia o la de algún familiar. Esos amigos que llaman para expresar su amor, cariño, admiración o para solicitar tu compañía, aunque sea por ese medio.
Detuve mi redacción para enfocarme en la fotografía de Pily Ocampo, cuyo cumpleaños se acerca, de Ofelia, Betsabé y Leonardo, todas personas hermosas. Son almas que encontré en mi camino y que me nutren a cabalidad. También fijé mi atención en ese librero lleno de historias, conocimiento, lecciones, aprendizajes y regalos. Todo eso resuena en mi interior, vivir haz-siendo lo que la vida pide a cada momento para dar sentido.
Tocaron a la puerta de mi consultorio, y entró una mujer adulta, vestida de otoño, con andar suave y preciso, que acudía por primera vez a psicoterapia; su voz era cálida y un poco temblorosa. Tenía aquí otra oportunidad de descubrir el valor de una vida. Así creo que encontraré un alma hermosa en esta mujer.
Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024
Correo electrónico: ignacio.lovio@gmail.com