/ viernes 6 de septiembre de 2024

Casos y cosas de la experiencias / Cierre de ciclos

Si pudiera pintar con la mano lo que veo con los ojos, y lo que siento en mi corazón…

Acudí a una dependencia oficial, para realizar un trámite; me sumé a las personas ya formadas fuera del edificio, y así esperar pacientemente mi turno para ingresar. Entre las personas de la fila se conjugaban expresiones y olores variados, mutismo o murmullos; algunas referían haber concurrido varias veces, sin haber logrado concretar su gestión. Por consiguiente, se mostraban molestas y enfadadas por lo tortuoso de los trámites. Las filas continuaron dentro del edificio, así como el murmullo de quienes charlaban en espera de escuchar su nombre, y pasar a la ventanilla correspondiente para que se les atendiera.

Había personas que esperaban sentadas en el piso, debido a la insuficiencia de sillas. Comprobé que aún existe la cortesía y el respeto por los adultos mayores, o quienes tienen alguna discapacidad. Todo eso robó mi atención y condujo a reflexionar sobre las historias que se tejen ahí. Por ejemplo, la de una señora que se paseaba impaciente, del señor que se desplazaba trabajosamente apoyándose en sus muletas, o de alguien que bostezaba y parecía dormitar a ratos, entre otras.

De vez en cuando la bocina anunciaba el turno siguiente, y el número de la ventanilla a la cual dirigirse para ser atendido. Entonces sentí la impaciencia de esa señora, me incomodaba el asiento que ocupaba, además el ambiente era húmedo y sentía calor. No obstante, inicié mi respiración consciente, recordé la música que me transporta a un ambiente agradable y me relajé. Agradecí sentir esa energía sutil que compartí con los presentes, y el entorno se fue modificando en algo suave y agradable. Algunas personas me miraban y sonreían, otras estaban atentas a su celular.

De pronto sentí la necesidad de levantarme, y empecé a observar a los trabajadores envueltos entre tantos documentos para ofrecer el servicio requerido. Entraban y salían más personas, unas con expresión agradable, otras con el malestar reflejado en sus rostros. Pese a la espera e incomodidad del espacio, me satisfizo haber encontrado la paciencia, tolerancia y prudencia que favorece las buenas relaciones interpersonales. Observé, escuché y agradecí la oportunidad de aprender de lo que estaba experimentando.

Llegó mi turno para proceder con el trámite; en la ventanilla había un difusor que emanaba un vapor agradable con olor a limón y mejorana, entre otras esencias. Después del saludo, le presenté mis documentos a Natalia, la chica que me atendió. Ella los ordenó como los requería, y me explicó con detalle lo que necesitaba; le proporcioné lo solicitado, para que todo fuese favorable. Mi paciencia y tolerancia fue un antídoto ante la tramitología. Después de verificar la documentación, Natalia me orientó acerca del paso siguiente. Al concluir la primera parte, solicitó que regresará en un par de horas, para conocer el dictamen y entregarme el documento que avalaría mi proceso. Le agradecí su atención, y aproveché la pausa para disfrutar de mis alimentos en un clima fresco.

Cuando regresé el escenario era otro, había poca gente, pero el aire seguía húmedo y el calor hacía estragos en las personas. Algunas utilizaban sus folders para abanicarse, otras bebían suero o agua. De nuevo me llamaron para verificar algunos datos, y recibir los documentos que acreditaban la resolución a favor. Finalmente di otro gran paso para continuar con el proceso de cerrar ciclos importantes; en este caso, en mi historia laboral.

Esta experiencia fortalece mi paciencia, tolerancia y prudencia. En ocasiones es preciso tomar decisiones difíciles, para concretar un proyecto de vida. Se fue el ruido y llegó el silencio para reflexionar, y agradecer lo vivido. La tarde siguió su curso, el calor cedió y llegó la noche apaciblemente.

Hasta el próximo encuentro.

Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024 Correo electrónico: ignacio.lovio@gmail.com


Si pudiera pintar con la mano lo que veo con los ojos, y lo que siento en mi corazón…

Acudí a una dependencia oficial, para realizar un trámite; me sumé a las personas ya formadas fuera del edificio, y así esperar pacientemente mi turno para ingresar. Entre las personas de la fila se conjugaban expresiones y olores variados, mutismo o murmullos; algunas referían haber concurrido varias veces, sin haber logrado concretar su gestión. Por consiguiente, se mostraban molestas y enfadadas por lo tortuoso de los trámites. Las filas continuaron dentro del edificio, así como el murmullo de quienes charlaban en espera de escuchar su nombre, y pasar a la ventanilla correspondiente para que se les atendiera.

Había personas que esperaban sentadas en el piso, debido a la insuficiencia de sillas. Comprobé que aún existe la cortesía y el respeto por los adultos mayores, o quienes tienen alguna discapacidad. Todo eso robó mi atención y condujo a reflexionar sobre las historias que se tejen ahí. Por ejemplo, la de una señora que se paseaba impaciente, del señor que se desplazaba trabajosamente apoyándose en sus muletas, o de alguien que bostezaba y parecía dormitar a ratos, entre otras.

De vez en cuando la bocina anunciaba el turno siguiente, y el número de la ventanilla a la cual dirigirse para ser atendido. Entonces sentí la impaciencia de esa señora, me incomodaba el asiento que ocupaba, además el ambiente era húmedo y sentía calor. No obstante, inicié mi respiración consciente, recordé la música que me transporta a un ambiente agradable y me relajé. Agradecí sentir esa energía sutil que compartí con los presentes, y el entorno se fue modificando en algo suave y agradable. Algunas personas me miraban y sonreían, otras estaban atentas a su celular.

De pronto sentí la necesidad de levantarme, y empecé a observar a los trabajadores envueltos entre tantos documentos para ofrecer el servicio requerido. Entraban y salían más personas, unas con expresión agradable, otras con el malestar reflejado en sus rostros. Pese a la espera e incomodidad del espacio, me satisfizo haber encontrado la paciencia, tolerancia y prudencia que favorece las buenas relaciones interpersonales. Observé, escuché y agradecí la oportunidad de aprender de lo que estaba experimentando.

Llegó mi turno para proceder con el trámite; en la ventanilla había un difusor que emanaba un vapor agradable con olor a limón y mejorana, entre otras esencias. Después del saludo, le presenté mis documentos a Natalia, la chica que me atendió. Ella los ordenó como los requería, y me explicó con detalle lo que necesitaba; le proporcioné lo solicitado, para que todo fuese favorable. Mi paciencia y tolerancia fue un antídoto ante la tramitología. Después de verificar la documentación, Natalia me orientó acerca del paso siguiente. Al concluir la primera parte, solicitó que regresará en un par de horas, para conocer el dictamen y entregarme el documento que avalaría mi proceso. Le agradecí su atención, y aproveché la pausa para disfrutar de mis alimentos en un clima fresco.

Cuando regresé el escenario era otro, había poca gente, pero el aire seguía húmedo y el calor hacía estragos en las personas. Algunas utilizaban sus folders para abanicarse, otras bebían suero o agua. De nuevo me llamaron para verificar algunos datos, y recibir los documentos que acreditaban la resolución a favor. Finalmente di otro gran paso para continuar con el proceso de cerrar ciclos importantes; en este caso, en mi historia laboral.

Esta experiencia fortalece mi paciencia, tolerancia y prudencia. En ocasiones es preciso tomar decisiones difíciles, para concretar un proyecto de vida. Se fue el ruido y llegó el silencio para reflexionar, y agradecer lo vivido. La tarde siguió su curso, el calor cedió y llegó la noche apaciblemente.

Hasta el próximo encuentro.

Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024 Correo electrónico: ignacio.lovio@gmail.com