/ viernes 30 de agosto de 2024

Colegio de Sonora / Identidad como tesoro para niños y niñas migrantes

Oscar Bernardo Rivera García, egresado de la IV promoción de doctorado en ciencias sociales, de la línea Globalización y Territorios, 2012-2015.

Al intentar buscar aquellos elementos que definen una identidad en cualquier ser humano, se puede pensar en el lugar donde se nace y se vive, la familia, la cultura, la comida, el idioma, las relaciones sociales y, uno muy importante en la definición de una identidad, los marcos sociales.

Un marco social es aquel espacio que permite interactuar con otros y en donde también, esos “otros” aprueban, rechazan o enriquecen lo que cada uno de nosotros decimos, actuamos y hacemos. Dentro de ese largo camino para definir una identidad, la influencia de los otros, así como la influencia de los espacios donde convivimos, nos van diciendo qué podemos hacer, dónde podríamos estar y qué posibilidades tenemos de hacer.

Definir una identidad es un proceso permanente porque, como seres humanos, estamos en constante interacción con lugares, familias, culturas, relaciones sociales y un sinfín de marcos sociales.

Por ejemplo, cuando un niño o niña sale de su casa para ir a la escuela, está conviviendo en dos marcos sociales, 1) su casa, y 2) la escuela. En cada uno de estos espacios, el niño y la niña está siendo influenciado por lo que su familia le dice, por lo que sus compañeros de escuela dicen y hacen, y también por lo que los maestros le dicen que haga.

En esta interacción, los niños y niñas desarrollan la capacidad para tomar decisiones a partir de esas influencias. Al final, la identidad es como un hilo invisible que conecta con el lugar donde se nació, con la tierra que vio nuestros primeros pasos y con las historias que las abuelas nos susurraban al oído; son estos elementos lo que nos hace únicos.

Dicho lo anterior, ahora quiero enfocar la atención a lo complicado que puede resultar para un niño o niña ir definiendo su identidad si se encuentra migrando. También quiero hacer referencia sobre la importancia que tiene la escuela como ese marco social que puede ayudar a que un niño o niña migrante vaya definiendo su identidad.

Los niños y niñas que se encuentran migrando, casi siempre lo hacen no por decisión de ellos, migran acompañando a sus padres o madres, quienes son realmente quienes toman la decisión de buscar mejores oportunidades de vida (por espacio en esta columna no hablaré de aquellos niños y niñas que migran solos o que han sido desplazados por cuestiones de inseguridad, a ellos, los honramos en otra columna).

Estos niños y niñas migrantes que acompañan, antes del viaje, estuvieron conviviendo en varios marcos sociales muy particulares llenos de elementos culturales, sociales y simbólicos totalmente diferentes a los que llegan a encontrar en la frontera norte de México. Por ejemplo, una lengua diferente al español, comida diferente, clima diferente y, por supuesto, escuelas y personas diferentes.

Un niño o niña nacido en Centroamérica, comparte con los niños y niñas nacidos en la frontera norte de México el idioma español, pero con algunas diferencias. Son estas diferencias lo que empieza a complicar el proceso para ir definiendo una identidad.

Para los niños y niñas migrantes, el ir definiendo una identidad es como ir armando un rompecabezas con diferentes piezas que no encajan a primera vista. Cuando se encuentran viajando, algunos elementos que influyen en su identidad parecieran que no encajan con lo que ellos saben, han visto o escuchado y se debe a que van conociendo diferentes mundos. En algunos casos se sentirán identificados con esos mundos, pero en otros casos, sentirán que no encajan en ninguno. Se complica aún más cuando tratan de averiguar qué partes de su lugar de origen quieren conservar, cuáles cambiar o qué partes nuevas quieren añadir. Al final, puede ser confuso y difícil saber qué hacer.

El marco social que puede ayudar a ubicar esas diferencias que niños y niñas migrantes van conociendo en su viaje migratorio, es la escuela. La institución educativa como marco social, en contexto de migración infantil, juega un papel sumamente importante, que ayuda a los niños y niñas a interpretar las diferencias entre mundos.

Como marco social, la escuela no solo es el edificio o el sistema educativo. Es mucho más completo. Incluye a personal directivo y administrativo, por supuesto a personal docente, padres y madres de familia y, lo más importante, incluye a toda la población de alumnos que, dentro de un marco social, son los “otros” con quienes las niñas y niños migrantes conviven, comparten, comparan y aprenden.

La convivencia con los “otros” permite a niños y niñas migrantes armarse de información para ir tomando decisiones e ir definiendo su identidad. La importancia de la escuela como marco social para la niñez migrante -y no migrante-, radica en la capacidad que tenga como institución educativa para ayudar a diferentes grupos a adaptarse a la sociedad.

Para este papel, la escuela, desde su personal docente, directivo y administrativo, debe echar mano de estrategias que no están en ningún manual de estrategias didácticas. Deben buscar opciones para que un niño que no pedía “permiso” para ir al baño en la escuela del lugar donde nació, aprenda en un día a avisar que quiere ir al baño en un lugar extraño para él.

Personal docente, administrativo y directivos, ponen en marcha la interacción entre pares, es decir, interacción entre alumnos para que sean los compañeros de clase quienes le ayuden al niño o niña migrante cómo avisarle al adulto que está enfrente que quiere ir al baño. Se trata de solidaridad que puede ser asumida experimentando la ayuda y servirá de información valiosa al momento de poder ayudar a alguien más.

La importancia de ayudar a que los niños y niñas migrantes vayan definiendo una identidad en un lugar que no conocen, al que le tienen miedo, como una frontera política implica que el niño o niña se asuma como un puente entre varias culturas capaz de caminar con orgullo y confianza.

Sobre todo porque esos elementos que definen una identidad migratoria están en un baúl de tesoros que llevan consigo. Aunque vivan y estudien en otro país, aunque las personas hablen con un acento diferente, ese baúl se va llenando de tesoros nuevos que le recuerdan su fortaleza.

Por lo tanto, la identidad que pueden definir los niños y niñas migrantes es la fuerza. Es lo que los hace únicos, lo que los conecta con el pasado y lleva hacia el futuro. Y aunque el mundo cambie, la identidad siempre será un refugio, el lugar donde se puede encontrar paz y recordarles quiénes son.

Para todos los niños y niñas, la identidad juega el papel de una brújula que les indica quiénes son, qué es importante para ellos, qué los pone tristes o felices y hacia dónde pueden ir o estar. Una brújula que los ayuda a encontrar el camino, que los ayuda a tomar decisiones y solo funciona si los niños y niñas saben quiénes son.

Entre más clara tengan su identidad, menos complicado será tomar decisiones. Por eso los espacios escolares son muy importantes porque les ayuda a ir definiendo su identidad, más cuando se trata de alguien que viene viajando y experimentando un sinfín de elementos que influyen en su identidad como los niños y niñas migrantes.

Cierro diciendo que, cuando un niño o niña migra, lleva consigo no solo su cuerpo y corazón, también lleva el alma de su pueblo y el olor de su tierra. La migración se convierte en un viaje que desafía la memoria, que arranca al niño de las raíces que lo sostienen, que lo lleva a un terreno donde lo otro es ajeno y en donde los sueños parecen más lejanos. Pero es precisamente en ese desarraigo que la identidad cobra una importancia de vida.

Es el escudo que protege de la pérdida total, el hilo invisible que lo conecta con el pasado y con su esencia. Un niño o niña migrante que define su identidad en un espacio diferente a su lugar de nacimiento, será un ser humano que, aunque tome clases en espacios desconocidos, estará firmemente plantado en la tierra de sus ancestros.

Es crucial que los adultos, aquellos que tienen el poder de influir y traducir lo nuevo, comprendamos que un niño o niña migrante no debe ser forzado a olvidar de dónde viene. Debemos tener presente que tenemos la oportunidad de enriquecer ese baúl de tesoros que llevan en su viaje migratorio.

orivera90@uabc.edu.mx

Oscar Bernardo Rivera García, egresado de la IV promoción de doctorado en ciencias sociales, de la línea Globalización y Territorios, 2012-2015.

Al intentar buscar aquellos elementos que definen una identidad en cualquier ser humano, se puede pensar en el lugar donde se nace y se vive, la familia, la cultura, la comida, el idioma, las relaciones sociales y, uno muy importante en la definición de una identidad, los marcos sociales.

Un marco social es aquel espacio que permite interactuar con otros y en donde también, esos “otros” aprueban, rechazan o enriquecen lo que cada uno de nosotros decimos, actuamos y hacemos. Dentro de ese largo camino para definir una identidad, la influencia de los otros, así como la influencia de los espacios donde convivimos, nos van diciendo qué podemos hacer, dónde podríamos estar y qué posibilidades tenemos de hacer.

Definir una identidad es un proceso permanente porque, como seres humanos, estamos en constante interacción con lugares, familias, culturas, relaciones sociales y un sinfín de marcos sociales.

Por ejemplo, cuando un niño o niña sale de su casa para ir a la escuela, está conviviendo en dos marcos sociales, 1) su casa, y 2) la escuela. En cada uno de estos espacios, el niño y la niña está siendo influenciado por lo que su familia le dice, por lo que sus compañeros de escuela dicen y hacen, y también por lo que los maestros le dicen que haga.

En esta interacción, los niños y niñas desarrollan la capacidad para tomar decisiones a partir de esas influencias. Al final, la identidad es como un hilo invisible que conecta con el lugar donde se nació, con la tierra que vio nuestros primeros pasos y con las historias que las abuelas nos susurraban al oído; son estos elementos lo que nos hace únicos.

Dicho lo anterior, ahora quiero enfocar la atención a lo complicado que puede resultar para un niño o niña ir definiendo su identidad si se encuentra migrando. También quiero hacer referencia sobre la importancia que tiene la escuela como ese marco social que puede ayudar a que un niño o niña migrante vaya definiendo su identidad.

Los niños y niñas que se encuentran migrando, casi siempre lo hacen no por decisión de ellos, migran acompañando a sus padres o madres, quienes son realmente quienes toman la decisión de buscar mejores oportunidades de vida (por espacio en esta columna no hablaré de aquellos niños y niñas que migran solos o que han sido desplazados por cuestiones de inseguridad, a ellos, los honramos en otra columna).

Estos niños y niñas migrantes que acompañan, antes del viaje, estuvieron conviviendo en varios marcos sociales muy particulares llenos de elementos culturales, sociales y simbólicos totalmente diferentes a los que llegan a encontrar en la frontera norte de México. Por ejemplo, una lengua diferente al español, comida diferente, clima diferente y, por supuesto, escuelas y personas diferentes.

Un niño o niña nacido en Centroamérica, comparte con los niños y niñas nacidos en la frontera norte de México el idioma español, pero con algunas diferencias. Son estas diferencias lo que empieza a complicar el proceso para ir definiendo una identidad.

Para los niños y niñas migrantes, el ir definiendo una identidad es como ir armando un rompecabezas con diferentes piezas que no encajan a primera vista. Cuando se encuentran viajando, algunos elementos que influyen en su identidad parecieran que no encajan con lo que ellos saben, han visto o escuchado y se debe a que van conociendo diferentes mundos. En algunos casos se sentirán identificados con esos mundos, pero en otros casos, sentirán que no encajan en ninguno. Se complica aún más cuando tratan de averiguar qué partes de su lugar de origen quieren conservar, cuáles cambiar o qué partes nuevas quieren añadir. Al final, puede ser confuso y difícil saber qué hacer.

El marco social que puede ayudar a ubicar esas diferencias que niños y niñas migrantes van conociendo en su viaje migratorio, es la escuela. La institución educativa como marco social, en contexto de migración infantil, juega un papel sumamente importante, que ayuda a los niños y niñas a interpretar las diferencias entre mundos.

Como marco social, la escuela no solo es el edificio o el sistema educativo. Es mucho más completo. Incluye a personal directivo y administrativo, por supuesto a personal docente, padres y madres de familia y, lo más importante, incluye a toda la población de alumnos que, dentro de un marco social, son los “otros” con quienes las niñas y niños migrantes conviven, comparten, comparan y aprenden.

La convivencia con los “otros” permite a niños y niñas migrantes armarse de información para ir tomando decisiones e ir definiendo su identidad. La importancia de la escuela como marco social para la niñez migrante -y no migrante-, radica en la capacidad que tenga como institución educativa para ayudar a diferentes grupos a adaptarse a la sociedad.

Para este papel, la escuela, desde su personal docente, directivo y administrativo, debe echar mano de estrategias que no están en ningún manual de estrategias didácticas. Deben buscar opciones para que un niño que no pedía “permiso” para ir al baño en la escuela del lugar donde nació, aprenda en un día a avisar que quiere ir al baño en un lugar extraño para él.

Personal docente, administrativo y directivos, ponen en marcha la interacción entre pares, es decir, interacción entre alumnos para que sean los compañeros de clase quienes le ayuden al niño o niña migrante cómo avisarle al adulto que está enfrente que quiere ir al baño. Se trata de solidaridad que puede ser asumida experimentando la ayuda y servirá de información valiosa al momento de poder ayudar a alguien más.

La importancia de ayudar a que los niños y niñas migrantes vayan definiendo una identidad en un lugar que no conocen, al que le tienen miedo, como una frontera política implica que el niño o niña se asuma como un puente entre varias culturas capaz de caminar con orgullo y confianza.

Sobre todo porque esos elementos que definen una identidad migratoria están en un baúl de tesoros que llevan consigo. Aunque vivan y estudien en otro país, aunque las personas hablen con un acento diferente, ese baúl se va llenando de tesoros nuevos que le recuerdan su fortaleza.

Por lo tanto, la identidad que pueden definir los niños y niñas migrantes es la fuerza. Es lo que los hace únicos, lo que los conecta con el pasado y lleva hacia el futuro. Y aunque el mundo cambie, la identidad siempre será un refugio, el lugar donde se puede encontrar paz y recordarles quiénes son.

Para todos los niños y niñas, la identidad juega el papel de una brújula que les indica quiénes son, qué es importante para ellos, qué los pone tristes o felices y hacia dónde pueden ir o estar. Una brújula que los ayuda a encontrar el camino, que los ayuda a tomar decisiones y solo funciona si los niños y niñas saben quiénes son.

Entre más clara tengan su identidad, menos complicado será tomar decisiones. Por eso los espacios escolares son muy importantes porque les ayuda a ir definiendo su identidad, más cuando se trata de alguien que viene viajando y experimentando un sinfín de elementos que influyen en su identidad como los niños y niñas migrantes.

Cierro diciendo que, cuando un niño o niña migra, lleva consigo no solo su cuerpo y corazón, también lleva el alma de su pueblo y el olor de su tierra. La migración se convierte en un viaje que desafía la memoria, que arranca al niño de las raíces que lo sostienen, que lo lleva a un terreno donde lo otro es ajeno y en donde los sueños parecen más lejanos. Pero es precisamente en ese desarraigo que la identidad cobra una importancia de vida.

Es el escudo que protege de la pérdida total, el hilo invisible que lo conecta con el pasado y con su esencia. Un niño o niña migrante que define su identidad en un espacio diferente a su lugar de nacimiento, será un ser humano que, aunque tome clases en espacios desconocidos, estará firmemente plantado en la tierra de sus ancestros.

Es crucial que los adultos, aquellos que tienen el poder de influir y traducir lo nuevo, comprendamos que un niño o niña migrante no debe ser forzado a olvidar de dónde viene. Debemos tener presente que tenemos la oportunidad de enriquecer ese baúl de tesoros que llevan en su viaje migratorio.

orivera90@uabc.edu.mx