/ martes 20 de abril de 2021

Columna invitada | Debatir les apanica

A los políticos chapados a la antigüita —sin raspar muebles dirían ADM y EGC— no les gusta debatir, porque ellos están acostumbrados a imponer su verdad y el séquito que les rodea está impuesto a darles la razón.

Es ampliamente conocido que quien se atreve a darles la contra, tarde o temprano saldrá de su círculo de confianza, porque los ADM y los EGC del pleistoceno político, siguen pensando que ser adulado es mejor que ser cuestionado, por eso les da miedo debatir.

Cuestionarlos es ponerlos a pensar y eso ya significa un esfuerzo descomunal porque es prácticamente sacarlos fuera de su zona de confort y eso es tanto como sacar a un pez del agua, sienten que les falta el oxígeno, por eso los ves acartonados y sosos en un debate, porque no están en su elemento natural.

En el ambiente en el que yo me he desenvuelto toda mi vida, debatir es el pan de todos los días, porque quienes no somos como los políticos, constantemente estamos enfrentándonos a negociaciones.

De esa confrontación de intereses nace un conflicto que necesita ser resuelto y administrado hasta llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes. Negociar también es debatir.

Quienes nunca hemos vivido de la política, entendemos el valor que tiene el contar con la estrategia adecuada para solucionar conflictos, satisfacer necesidades y generar valor a los acuerdos, a diferencia de los políticos, que en su egolatría sólo aspiran a su máximo beneficio personal.

Por eso a ADM y a EGC debatir les apanica, porque le huyen a la explicación, al argumento, le sacan la vuelta al pensamiento y a la reflexión propias. Están acostumbrados a que alguien más les escriba lo que tienen que decir y a que les hagan tarjetas, que seguramente se aprenderán de memoria en el próximo debate.

Yo sí tengo ideas propias, formación y pensamiento propios y estoy acostumbrado a decir lo que pienso. Por eso, he ido y seguiré yendo a todos los debates a los que me inviten.

Yo no le temo a debatir, ni a tener voz propia, a diferencia de ellos que, para sobrevivir se alimentan de frases hechas y de ideas ajenas; por eso debatir los apanica y los paraliza.