Me convertí en ciudadana estadounidense el 1 de noviembre de 2024. No pude votar. La fecha límite para registrarte en Arizona había pasado casi un mes antes, así que solo me quedaba hacer mi parte para pedirles a más latinos que salieran a ejercer su derecho. El día de las elecciones les supliqué que salieran a votar por mí y por mi familia, por los millones que todavía no podemos hacer que nuestros valores sean contados en las boletas. Y lo hicieron. Votaron. Decidieron.
La mañana del día después desperté con mucho que procesar; aún no termino de asimilarlo todo. Unos celebraron a lo grande y otros lo hicieron en silencio; muchos más están todavía con un luto que es imposible disfrazar; nosotros amanecimos más comprometidos que nunca con nuestra misión de informar. Sabemos que este año electoral fue solo el inicio y nos quedan cuatro más de sacar la casta.
La contienda electoral estuvo reñida y los sondeos de opinión estaban tan polarizados como el electorado. Cantar victoria antes de la noche del 5 de noviembre era un acto apresurado, pero Trump arrasó. Creímos que tardaríamos días en saber quién llegaría a la Casa Blanca, y no fue así; los votantes estaban decididos desde antes de llenar la boleta, aunque no querían reconocerlo públicamente.
Durante nuestras coberturas previas y el mismo día de la elección descubrimos que hubo muchas voces que se opacaron por las más escandalosas. Millones se quedaron en silencio, porque temían expresar en voz alta lo que callaba su corazón; votarían por Trump y no querían ser crucificados social o políticamente por eso. Contestaban una cosa en público y rellenaban su boleta en privado, y después de los primeros resultados se fueron poco a poco destapando.
No me sorprende en absoluto que haya ganado Donald Trump. Siempre lo he considerado un huracán: poderoso, caprichoso e impredecible. Pero pienso en las decenas de familias de niños migrantes que fueron separados durante la política de tolerancia cero en Estados Unidos que han confiado sus historias a mi pluma y no sé cómo explicarles lo que acaba de pasar. No sé cómo hablar de esto con mis hijos. No sé cómo digerir en conceptos sencillos lo mucho enmarañado que siento por dentro.
Soy migrante y eso forma parte de mi identidad; así que cada elección sí la siento muy personal. Además, soy periodista; así que camino por esta patria -que ahora también es mía- con un blanco en la espalda. Pero soy resiliente y sé que podemos seguir floreciendo como lo hace el desierto: contra todo.
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Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística. Es la fundadora de Conecta Arizona, la productora del podcast Cruzando Líneas y la coproductora y copresentadora de Comadres al Aire. Es becaria Senior programa JSK Community Impact de Stanford, The Carter Center, EWA, Fi2W, Listening Post Collective, Poynter y el programa de liderazgo e innovación en periodismo de CUNY, entre otros.