En teoría a los ciudadanos de un distrito, de un territorio determinado, por eso hacen campaña y por eso recogen las necesidades de los que habitan en el territorio que les corresponde, donde dicen vivir.
Ojo los legisladores, lo que deben de hacer, son leyes, para que las instituciones funcionen, para que la convivencia social sea mejor y para que se consolide el Estado de Derecho.
En campaña, lo que pasa es que prometen el oro y el moro, cada tres años es lo mismo y cada tres años buscan a los ciudadanos, en su caso también cada 6 años.
Con el tiempo los ciudadanos han aprendido a “torearlos”, los reciben a todos, escuchan a todos, reciben dádivas de todos y no le creen a prácticamente ninguno.
Llegan estos legisladores al Congreso, al senado y como por arte de magia, se les olvida lo que prometieron, ya se adhieren a la “agenda legislativa” de su partido, esto también al paso de los años los ciudadanos lo han logrado entender, nadie engaña a nadie, votan los mexicanos en función de un proyecto general, que tiene que ver más con lo que impulsa el Ejecutivo federal y todo lo que lo apoye.
Con los antecedentes anteriores y ya sin máscaras que han caído en tantos años de engaños mutuos, todavía hay una razón por la cual los ciudadanos siguen votando, es para apoyar o para bloquear esos proyectos o iniciativas del Ejecutivo.
Ahora el punto es, cuando un legislador se cambia de un partido a otro, en particular cuando su nuevo partido es totalmente contrario al de origen. Entonces el engaño crece, el engaño toma otra dimensión, es un nivel superior de ficción legislativa.
Lo ocurrido con el senador Paz, que dejó el PAN y se unió a Morena, suma un nivel más a estos engaños cotidianos en nuestra muy compleja cultura política.
¿A quién representan los legisladores?, en muchos casos, a ellos mismos.