Vuelvo a Rosario, vuelvo a la mujer que “huele a hembra” según se dijo en alguna admiradora en un medio de comunicación, vuelvo a la enamorada, a la funcionaria, a la mujer que soñó con ser grande, vuelvo a la mujer que dejaron sola, vuelvo a esa mujer a la que se le aplicó la justicia sin ley, vuelvo a retomar esa historia de aquella mujer que fue y sigue siendo un símbolo para muchas otras, porque se atrevió a soñar, a ejercer el poder, a enamorarse y a confiar en los otros.
Rosario fue la primera mujer que pudo ser portadora de la banda presidencial, Rosario fue antes que Claudia la favorita de Andrés Manuel, Rosario fue como muchas la que confió, la que se dejó llevar, la que traicionaron una y otra vez, fue Rosario a la que le aplicaron sin gracia toda la justicia y sin ley estuvo detenida como muestra de quien enfrenta al poder y paga por ello.
Rosario, sabe de eso, lo sabe porque fue poderosa, porque tuvo el poder en sus manos y pudo ser lo que Claudia quiere.
Sale después de tres años entre amigos, entre familiares, entre quien la quiere de verdad, por ella, no por lo que representa o lo que fue, sale con un rosario de rosas en la mano, sale con la cara y la sonrisa de su hija que la acompaña.
“Soy inocente” dicen de nuevo Rosario, “he conocido en carne propia la injusticia”, declara.
La prisión preventiva parece un instrumento más de venganza que de sistema judicial, tres años pasó Rosario en la cárcel, cuando los pudo haber pasado en casa, sujeta a proceso, como todavía lo está. Sin embargo, el poder considero necesario que era mejor torcer la ley para mandar un mensaje justiciero.
Si es o no inocente, eso todavía está por verse, el punto es que con ella quisieron mandar señales de castigo y terror a otros, ella pagó los platos rotos de otros y quizá algunos suyos también, sin embargo, hasta donde sabemos, hasta donde la ley dice, nunca debió de haber pisado la cárcel.
Ahora, por lo pronto, Coyoacán, recupera el aroma de Rosario que es el del café.