Una vez que teníamos presidente electo, el presidente todavía en funciones tenía tanta fuerza y poder como un globo sin aire, así se decía en aquellos años que han quedado muy muy lejanos.
La costumbre fue durante muchas sucesiones presidenciales el parricidio antes de tomar posesión el nuevo presidente o poco después de hacerlo, las vías eran muchas que incluían exilios, embajadas, entre muchos otros métodos de sometimiento al que dejaba de ser al padre.
Era una cuestión casi natural y lógica en aquella cultura política, las decisiones las tomaría el nuevo presidente, así que los cargos, las oportunidades, los negocios estaban en el futuro, no en la lealtad al pasado.
Unos y otras dejaban el barco antiguo y abordaban el nuevo antes o después de la toma de protesta, pero era inevitable, incluso en contra de los deseos del viejo padre que no sabía o entendía la dinámica del poder que se le escapaba como agua entre las manos.
Sin embargo, hoy estamos viendo algo nuevo, un presidente saliente que sigue siendo muy poderoso y que sostiene a todos bajo su mando y una presidenta electa que serena, tranquila y discreta sigue los pasos del mentor y patriarca.
Sin duda es algo nuevo, es una transición distinta, sin rompimiento y con ejercicio del poder del poderoso presidente y en espera una presidenta que en su momento veremos su forma de gobernar y ejercer el poder, con un ex presidente que ha dicho que se retirara.
En la política nacional muchas cosas han cambiado y seguirán cambiando, es practicante insostenible un estilo de vida injustificable de los políticos, los vehículos de lujos, los relojes costosos, los grandes restaurantes cada día son menos tolerados, vemos una clase política que está dejando de ser dorada para ser lo que debe de ser, una clase política trabajadora y sometida al mandato ciudadano, así, ni más ni menos.
El ejemplo de la transición es el punto de partida a una nueva cultura política en formación.
Por lo pronto Claudia y el padre siguen caminando juntos.