Los candidatos son capaces casi de cualquier cosa en campaña, algunos hacen los peores ridículos, sin miedo de exponerse, sin medir consecuencias, sus asesores en ocasiones parecen sus peores enemigos o carecen de ellos (asesores), en la búsqueda de la popularidad, del caer bien, de parecer pueblo, se ser uno más con la colonia, con el sector, con el militante, con el simpatizante cantan, bailan, recitan, se disfrazan, hacen lo que sea por sumar, por intentar caer bien, no siempre con buenos resultados.
Recuerdo a Carlos Castillo Peraza uno de los políticos más representativos del panismo a nivel nacional cantando terriblemente, por sumar votos en el mercado de Coyoacán. El ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, bailando con mucho ánimo y poco estilo.
Las redes sociales parece que dan ánimos y aliento para que los aspirantes a un cargo público pierdan toda la vergüenza y sin tener un ápice de gracia hacen tremendos desfiguros.
Ahora tocó el turno de bailar a Colosio, en un festival en memoria de Celso Piña, reconozco (yo que no sé bailar), que escuchar a Celso Piña y no moverse es complicado, ese gran acordeón que mueve el ritmo y provoca ritmo incluso cuando careces de este.
Como todo aspirante, como todo precandidato ahora Colosio no soportó la formalidad y sumándose a la fiesta, se pone a bailar, uno, una, en dos ocasiones.
Colosio baila, esto lo escribo desde Hermosillo y puedo imaginarme las imágenes en Magdalena de Kino, Sonora, en dado caso de que sea el joven Colosio candidato a la Presidencia de la República. Pletórica Magdalena, inundada de emoción, nostalgia y sentimiento, veo en el futuro a miles y miles de personas que gritan el nombre del hijo recordando al padre.
Colosio baila, Celso Piña toca el acordeón y los mexicanos a la expectativa del futuro que soñamos sea mejor.