/ martes 18 de octubre de 2022

Democracia y debate | Viene, viene

Nadie puede obligarte a pedir que pagues por un servicio que no has pedido, nadie puede adueñarse de las calles que son espacios públicos. Estas dos condiciones anteriores que parecen mínimas para la convivencia social, parece que en algunas calles de Hermosillo no son importantes.

Así es, desde hace ya varios años personas se han adueñado de los espacios públicos, personas que conocemos como “viene-viene, traperos” son los dueños, su presencia es más que evidente frente a las tres autoridades en el bulevar Hidalgo, su presencia se da ante las autoridades divinas, las municipales y las estatales, no sólo en el bulevar, también en todas las calles que rodean las 3 plazas.

Ahí están, armados con un trapo, y con una actitud intimidante, ¿se lo cuido?, ¿se lo lavo?, quién se atreve a decirles que “no”, quién se atreve a ignorarlos, la respuesta es “No me hago responsable de lo que le pase”, ahí ya una amenaza directa.

¿Por qué tengo que pagar por un espacio público?, ¿por qué tengo que pagar por estacionar mi carro en la calle?, ¿por qué tengo que soportar la actitud intimidatoria de estas personas?

Son años y su presencia no sólo se consolida, se fortalece y se extiende.

Si las autoridades no hacen algo, buscan alternativas de empleos para estas personas, invitarlos a trabajar en el Ayuntamiento, en el Gobierno estatal, integrarlos a la formalidad laboral, este vicio será permanente y lamentable.

Ejemplos de lo pernicioso de estas malas conductas sociales sobran en la CDMX, donde incluso los dueños de casas, locales comerciales, edificios, oficinas, son prácticamente rehenes de estos “viene-viene”, que forman redes, que están en todos lados, que van ganando no sólo la calle, también varias formas de poder, no faltará el político perverso que los quiera agrupar, asociar y proteger.

En Hermosillo, todavía estamos a tiempo de muchas cosas, pero si no hacemos algo y rápido, pequeños errores, pequeñas realidades que no suman a la convivencia social, se convertirán en grandes cosas que lastiman a los ciudadanos que amamos y queremos nuestra ciudad y que es nuestra, y nadie puede cobrarnos y mucho menos amenazarnos por vivirla.