/ domingo 3 de noviembre de 2024

Domingo de Reflexión / Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

“Teme al Señor, tu Dios, y guarda todos sus preceptos y mandatos que yo te transmito hoy, a ti, a tus hijos y a los hijos de tus hijos”.

Deuteronomio 6,2-6

Hebreos 7,23-28

Marcos 12,28-34

Uno de los aspectos más importantes de la virtud teologal de la fe es, sin duda, su vivencia a través del cumplimiento de los mandamientos. En efecto, la fe no sólo se profesa, se celebra y se reza; la fe también se vive en la observancia de la voluntad divina. La palabra de Dios el día de hoy nos ofrece este tema de reflexión.

El pueblo de Israel (primera lectura) está a punto de entrar en la Tierra que Dios prometió dar a los antepasados; por ello, valiéndose de Moisés, Dios invita al pueblo a guardar, cumplir, poner en práctica, los preceptos que le ha transmitido, en especial, el amor hacia él: “con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas…”. Hay una atractiva recompensa: “para que seas feliz y te multipliques”. ¡Qué sabiduría de Dios tan extraordinaria! Nosotros los humanos anhelamos ser felices en esta vida y nos esforzamos cada día por lograrlo; sin embargo, los medios que usamos no siempre son los adecuados para alcanzar esta felicidad. Dios nos presenta hoy un camino sencillo que toda persona tiene a su alcance: cumplir sus mandamientos.

El evangelio de este domingo nos narra que, en una ocasión, un escriba le pregunta a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. La respuesta y el diálogo que se suscita en torno a esta pregunta nos hacen concluir tres cosas. En primer lugar: que el segundo mandamiento acerca del amor al prójimo se equipara, por así decirlo, al primero, al amor a Dios; podemos pensar que el amor a Dios se traduce o se concretiza en el amor a los hermanos. En segundo lugar: no existen otros preceptos u otras acciones mayores o más importantes, que el amor a Dios y al prójimo. En tercer lugar, así termina el texto: el Señor expresa que el escriba está cerca del Reino; sin duda algo le faltaba hacer, ya que le dice: “No estás lejos del Reino de Dios”.

No basta, hermanos y hermanas, profesar la fe, celebrar la fe, rezar la fe… El escriba tenía muy clara la doctrina, celebraba, sin duda, el culto judío, oraba siguiendo las tradiciones de sus mayores, pero, ¿Ponía en práctica su fe? ¿Cumplía los mandamientos? No lo sabemos, lo cierto es que, para estar dentro del Reino de Dios se requiere guardar y testimoniar con la vida la voluntad de Dios, no sólo conocerla…

Que Cristo Jesús, sumo y eterno sacerdote, que por amor a toda la humanidad se ofreció a sí mismo por nuestra salvación, siga intercediendo por nosotros ante Dios Padre. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

+ Ruy Rendón Leal

Arzobispo de Hermosillo

“Teme al Señor, tu Dios, y guarda todos sus preceptos y mandatos que yo te transmito hoy, a ti, a tus hijos y a los hijos de tus hijos”.

Deuteronomio 6,2-6

Hebreos 7,23-28

Marcos 12,28-34

Uno de los aspectos más importantes de la virtud teologal de la fe es, sin duda, su vivencia a través del cumplimiento de los mandamientos. En efecto, la fe no sólo se profesa, se celebra y se reza; la fe también se vive en la observancia de la voluntad divina. La palabra de Dios el día de hoy nos ofrece este tema de reflexión.

El pueblo de Israel (primera lectura) está a punto de entrar en la Tierra que Dios prometió dar a los antepasados; por ello, valiéndose de Moisés, Dios invita al pueblo a guardar, cumplir, poner en práctica, los preceptos que le ha transmitido, en especial, el amor hacia él: “con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas…”. Hay una atractiva recompensa: “para que seas feliz y te multipliques”. ¡Qué sabiduría de Dios tan extraordinaria! Nosotros los humanos anhelamos ser felices en esta vida y nos esforzamos cada día por lograrlo; sin embargo, los medios que usamos no siempre son los adecuados para alcanzar esta felicidad. Dios nos presenta hoy un camino sencillo que toda persona tiene a su alcance: cumplir sus mandamientos.

El evangelio de este domingo nos narra que, en una ocasión, un escriba le pregunta a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. La respuesta y el diálogo que se suscita en torno a esta pregunta nos hacen concluir tres cosas. En primer lugar: que el segundo mandamiento acerca del amor al prójimo se equipara, por así decirlo, al primero, al amor a Dios; podemos pensar que el amor a Dios se traduce o se concretiza en el amor a los hermanos. En segundo lugar: no existen otros preceptos u otras acciones mayores o más importantes, que el amor a Dios y al prójimo. En tercer lugar, así termina el texto: el Señor expresa que el escriba está cerca del Reino; sin duda algo le faltaba hacer, ya que le dice: “No estás lejos del Reino de Dios”.

No basta, hermanos y hermanas, profesar la fe, celebrar la fe, rezar la fe… El escriba tenía muy clara la doctrina, celebraba, sin duda, el culto judío, oraba siguiendo las tradiciones de sus mayores, pero, ¿Ponía en práctica su fe? ¿Cumplía los mandamientos? No lo sabemos, lo cierto es que, para estar dentro del Reino de Dios se requiere guardar y testimoniar con la vida la voluntad de Dios, no sólo conocerla…

Que Cristo Jesús, sumo y eterno sacerdote, que por amor a toda la humanidad se ofreció a sí mismo por nuestra salvación, siga intercediendo por nosotros ante Dios Padre. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

+ Ruy Rendón Leal

Arzobispo de Hermosillo

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