En uno de sus textos el filósofo Slavoj Žižek menciona que, en China, cuando alguien te odia te maldice diciendo: “¡Que vivas en tiempos interesantes!” Y es justo el tiempo que vivimos en la actualidad un tiempo malditamente interesante por la barbarie contra el Pueblo de Palestina por parte del gobierno genocida de Israel, la guerra entre Rusia y Ucrania con sus aliados latentes de la Unión Europea, la violencia del crimen organizado en México y las constantes crisis ambientales, económicas y sociales que nos atraviesan, tanto social y corporalmente, siendo una amenaza manifiesta de que algo malo va a ocurrir en cualquier momento. Vivimos en una sociedad del miedo que emerge del control producido por la ignorancia del dato y la posverdad de la infocracia.
Se vive en un constante miedo a enfermarse, a perder el trabajo, a ser asaltado, a ser afectado por algún fenómeno climático, a estar en medio de alguna balacera. Es un miedo al estar como una posibilidad del acontecer en espera de la tragedia, pero como decía Karl Marx respecto a la historia, que esta se presentaba “primero como tragedia, después como farsa”. Es justo aquí el síntoma de nuestra época del dataísmo y la infocracia, pues la vida nos acontece como una farsa dada por una realidad producida por la economía de mercado que nos inmoviliza por el miedo, para que sigamos produciendo y rindiendo bajo la amenaza de la tragedia de quedar al margen del desarrollo generado por el capital. Aquí radica la farsa, porque lo único Real de esta realidad construida desde el mercado, es la amenaza del cuerpo oprimido y no el sujeto excluido de los modelos de consumo.
Justo bajo este escenario de la sociedad del miedo paralizada, es donde Byung-Chul Han enfoca el agudo análisis de su último libro El espíritu de la esperanza (Herder,2024). En él reflexiona en torno a cómo el miedo afecta distintas esferas de la vida, pero principalmente la crítica, porque “el aumento del miedo y del resentimiento provoca el embrutecimiento de toda la sociedad y, en definitiva, acaba siendo una amenaza para la democracia”. Pues tenemos miedo de pensar, decir, actuar, preferimos estar como el Arcano XII del tarot, colgados y esperando hacer el menor movimiento para que no se nos expulse del paraíso del consumo. Disfrazando ese miedo de optimismo como exceso de positividad de que toda ira bien mientras siga igual.
Pero no todo son tiempos interesantes que construyen miedos, Han nos invita a pensar desde la esperanza como movilizadora producto de la desesperación. Hay que desesperarse en lugar de temer, porque la desesperación nos lleva a la movilización, por lo tanto, a la esperanza que significa “mirar a lo lejos, mirar al futuro”. Porque cuando se mira más allá de nuestro mundo objetual, nos permite vernos en el encuentro del Otro, que el miedo no deja verlos como sujetos y tan solo se ven como otro objeto más de ese mundo que es aparentemente oscuro, pero cabe bien reflexionar lo dicho por Han: “El espíritu de la esperanza supone también un avance. Trabaja para avanzar en plenas tinieblas. Sin tinieblas no hay luz”. Ya uno sabe si se mantiene en inmóvil desde las tinieblas del miedo o avanza en ellas bajo la esperanza de dejar atrás los tiempos interesantes.
Miltón Aragón