/ domingo 22 de septiembre de 2024

El Colegio de Sonora / La batalla por la propiedad privada


Miguel Ángel Grijalva Villa, egresado del programa de la promoción VIII de doctorado en ciencias sociales, 2020-2023. Línea Nuevas Movilidades: Migración y Ecosistemas de Innovación Transfronterizos.


No hay prosperidad o progreso alguno sin la propiedad privada. Esa es la máxima que la escuela austriaca de economía defiende desde finales del siglo XIX, idea ya presente en economistas clásicos como Adam Smith. Incluso desde la Grecia Antigua y la Roma clásica, filósofos como Aristóteles y Cicerón argumentan que es natural y justo la existencia de esta. Siguiendo esa dirección, la primera propiedad es el cuerpo en sí, la potestad sobre uno mismo crea una ética basada en la no agresión; es decir, nadie posee el derecho de golpear, cortar, torturar, mutilar, esclavizar, encerrar o prostituir a otro. La segunda propiedad es todo aquello derivado del esfuerzo individual: la cosecha sembrada, la casa construida, el ahorro acumulado, donde tampoco deben intervenir terceros.

Los países que han entendido este sencillo concepto, o han sido fundados en él, se destacan por ser algunos de los más exitosos, como es el caso de Suiza, Singapur (aunque este país posee leyes de corte autoritario) o Estados Unidos. En este último, la propiedad privada existe a pesar del Estado, como lo establece la Quinta Enmienda de esa nación: el gobierno no puede privar a una persona de su propiedad sin el "debido proceso legal", y además no puede tomar propiedad privada para uso público sin una "justa compensación". Esto se conoce como la cláusula de expropiación o "takings clause". Por el contrario, en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 27, se establece lo siguiente: "La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada".

Lo anterior se traduce de la siguiente manera: en México, la propiedad privada existe solo cuando el gobierno lo permite; en Estados Unidos, esta existe independientemente del gobierno. El resultado es el que todos conocen: el primero es una sociedad atrapada en un eterno subdesarrollo, el segundo es la hegemonía económica mundial. La relevancia de lo privado es mayor de lo que se puede apreciar a primera instancia, dado que solo en el ámbito de lo propio el individuo y la sociedad pueden alcanzar la cooperación voluntariamente. Quien siembra no lo hará si no tiene la certidumbre de poseer su cosecha, quien construye no lo hará si no puede habitar la vivienda, y el ahorrador no acumulará si no puede disponer de lo guardado. Así sucedió en los modelos colectivistas desarrollados en el siglo XX, siendo el caso más lamentable la colectivización de granjas en la antigua Unión Soviética, responsable de una hambruna que mató a 5 millones de personas en Ucrania, aunque algunas cifras indican que fueron hasta 12 millones.

Esto lleva a una batalla por la propiedad privada. Actualmente, en el mundo existe una tendencia política a limitar lo propio: “No tendrás nada y serás feliz”, dice el eslogan de la agenda 2030 de la ONU. En Canadá, ante la crisis inmobiliaria más grande de la historia de ese país, el primer ministro Justin Trudeau permite a los ciudadanos construir su propia vivienda sujeta al arrendamiento de la tierra; es decir, el suelo donde se sustentan las casas de los ciudadanos, en última instancia, será rentado por el gobierno.

En España, el gobierno de ese país ha mostrado más apoyo al fenómeno de los okupas, delincuentes que invaden la vivienda ajena de ciudadanos honestos para habitarlas, mientras el propietario legal se queda en la calle por meses, debido a que las leyes son más funcionales para los ocupantes que para los legítimos propietarios. En nuestro país, la Ciudad de México reformo el artículo 3 de la constitución local eliminando el concepto de “propiedad privada”, quedando solo la idea de "propiedad", en la que posees tu vivienda, pero sigue siendo un bien público; es decir, el gobierno de la ciudad puede disponer de esta en cualquier momento, bajo la justificación de una supuesta homologación con la constitución nacional. Este fenómeno de limitación o eliminación de lo privado es una tendencia a nivel global.

¿Por qué los gobiernos del mundo se alinean para la eliminación de la propiedad privada? La respuesta es sencilla: sin esta, no existe la genuina libertad, regresando a los ciudadanos a un estado de vasallaje ante el cada vez más grande Estado benefactor que se vive en el mundo occidental. Este modelo es improductivo e inviable; solo el individuo puede cambiar su realidad económica, pero para ello necesita la propiedad privada, cada vez más limitada. Esta restricción se realiza con la peor intención: la socialdemocracia occidental busca crear un clientelismo electoral, no ciudadanos libres determinando quién puede prosperar y quién no mediante la reducción de la propiedad privada.





Miguel Ángel Grijalva Villa
Licenciado en Negocios y Comercio Internacional
Maestro en Integración Económica por la Universidad de Sonora
Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de Sonora, con especialidad en Cadenas Globales de Valor
Actualmente: Profesor en áreas económico-administrativas en diversas universidades


Miguel Ángel Grijalva Villa, egresado del programa de la promoción VIII de doctorado en ciencias sociales, 2020-2023. Línea Nuevas Movilidades: Migración y Ecosistemas de Innovación Transfronterizos.


No hay prosperidad o progreso alguno sin la propiedad privada. Esa es la máxima que la escuela austriaca de economía defiende desde finales del siglo XIX, idea ya presente en economistas clásicos como Adam Smith. Incluso desde la Grecia Antigua y la Roma clásica, filósofos como Aristóteles y Cicerón argumentan que es natural y justo la existencia de esta. Siguiendo esa dirección, la primera propiedad es el cuerpo en sí, la potestad sobre uno mismo crea una ética basada en la no agresión; es decir, nadie posee el derecho de golpear, cortar, torturar, mutilar, esclavizar, encerrar o prostituir a otro. La segunda propiedad es todo aquello derivado del esfuerzo individual: la cosecha sembrada, la casa construida, el ahorro acumulado, donde tampoco deben intervenir terceros.

Los países que han entendido este sencillo concepto, o han sido fundados en él, se destacan por ser algunos de los más exitosos, como es el caso de Suiza, Singapur (aunque este país posee leyes de corte autoritario) o Estados Unidos. En este último, la propiedad privada existe a pesar del Estado, como lo establece la Quinta Enmienda de esa nación: el gobierno no puede privar a una persona de su propiedad sin el "debido proceso legal", y además no puede tomar propiedad privada para uso público sin una "justa compensación". Esto se conoce como la cláusula de expropiación o "takings clause". Por el contrario, en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 27, se establece lo siguiente: "La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada".

Lo anterior se traduce de la siguiente manera: en México, la propiedad privada existe solo cuando el gobierno lo permite; en Estados Unidos, esta existe independientemente del gobierno. El resultado es el que todos conocen: el primero es una sociedad atrapada en un eterno subdesarrollo, el segundo es la hegemonía económica mundial. La relevancia de lo privado es mayor de lo que se puede apreciar a primera instancia, dado que solo en el ámbito de lo propio el individuo y la sociedad pueden alcanzar la cooperación voluntariamente. Quien siembra no lo hará si no tiene la certidumbre de poseer su cosecha, quien construye no lo hará si no puede habitar la vivienda, y el ahorrador no acumulará si no puede disponer de lo guardado. Así sucedió en los modelos colectivistas desarrollados en el siglo XX, siendo el caso más lamentable la colectivización de granjas en la antigua Unión Soviética, responsable de una hambruna que mató a 5 millones de personas en Ucrania, aunque algunas cifras indican que fueron hasta 12 millones.

Esto lleva a una batalla por la propiedad privada. Actualmente, en el mundo existe una tendencia política a limitar lo propio: “No tendrás nada y serás feliz”, dice el eslogan de la agenda 2030 de la ONU. En Canadá, ante la crisis inmobiliaria más grande de la historia de ese país, el primer ministro Justin Trudeau permite a los ciudadanos construir su propia vivienda sujeta al arrendamiento de la tierra; es decir, el suelo donde se sustentan las casas de los ciudadanos, en última instancia, será rentado por el gobierno.

En España, el gobierno de ese país ha mostrado más apoyo al fenómeno de los okupas, delincuentes que invaden la vivienda ajena de ciudadanos honestos para habitarlas, mientras el propietario legal se queda en la calle por meses, debido a que las leyes son más funcionales para los ocupantes que para los legítimos propietarios. En nuestro país, la Ciudad de México reformo el artículo 3 de la constitución local eliminando el concepto de “propiedad privada”, quedando solo la idea de "propiedad", en la que posees tu vivienda, pero sigue siendo un bien público; es decir, el gobierno de la ciudad puede disponer de esta en cualquier momento, bajo la justificación de una supuesta homologación con la constitución nacional. Este fenómeno de limitación o eliminación de lo privado es una tendencia a nivel global.

¿Por qué los gobiernos del mundo se alinean para la eliminación de la propiedad privada? La respuesta es sencilla: sin esta, no existe la genuina libertad, regresando a los ciudadanos a un estado de vasallaje ante el cada vez más grande Estado benefactor que se vive en el mundo occidental. Este modelo es improductivo e inviable; solo el individuo puede cambiar su realidad económica, pero para ello necesita la propiedad privada, cada vez más limitada. Esta restricción se realiza con la peor intención: la socialdemocracia occidental busca crear un clientelismo electoral, no ciudadanos libres determinando quién puede prosperar y quién no mediante la reducción de la propiedad privada.





Miguel Ángel Grijalva Villa
Licenciado en Negocios y Comercio Internacional
Maestro en Integración Económica por la Universidad de Sonora
Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de Sonora, con especialidad en Cadenas Globales de Valor
Actualmente: Profesor en áreas económico-administrativas en diversas universidades