Amigos de este Podcast Escrito hoy toca hablar de deporte y olimpismo, que trae consigo y de la mano, desatención gubernamental. El deporte es un reflejo de la sociedad, un espacio donde se expresan los valores, las aspiraciones y, a menudo, las desigualdades de una nación.
México, un país con una rica historia deportiva y una presencia constante en los Juegos Olímpicos desde 1900, se encuentra hoy ante un dilema que comparte con muchos países en vías de desarrollo: la paradoja de tener un gran talento deportivo, pero enfrentar una falta de apoyo institucional y financiero.
Hasta los Juegos de París, México ha acumulado un total de 77 medallas, ocupando el cuarto lugar en América Latina, detrás de Cuba, Brasil y Argentina. Esta cifra, aunque respetable, es un testimonio tanto del potencial del país como de las barreras que enfrentan sus atletas. En cada ciclo olímpico, los deportistas mexicanos deben luchar no solo para clasificarse en sus disciplinas, sino también para obtener los recursos necesarios para su preparación, competencias de fogueo y el viaje a la villa olímpica. Este camino, lleno de obstáculos, revela una crisis no de talento, sino de desinterés y corrupción.
En el último sexenio, hemos sido testigos de una reducción de incentivos y becas para deportistas de alto rendimiento en México, mientras que los directivos del deporte no escatiman en sus gastos, asistiendo a los eventos más importantes y disfrutando de lujosas comodidades. Este contraste entre el sacrificio de los atletas y el comportamiento de la burocracia deportiva es una de las mayores injusticias que enfrentan quienes representan al país en el ámbito internacional.
Usted y yo vimos en los medios las fotos de la Directora de la CONADE Ana Guevara cenando en un par de elegantes restaurantes de París, y también vimos a la familia de la judoca medallista de plata, afuera del estadio, en una cafetería viendo en una Tablet como su hija ganaba porque la CONADE no pudo conseguirle boletos para el evento. El año pasado la misma funcionaria señaló al equipo de nado sincronizado como malagradecidas y deudoras, porque la criticaron en los medios cuando les negó apoyo para cerrar el ciclo olímpico, “que vendan más calzones” dijo, debido a que las chicas vendieron trajes de baño personalizados para sacar su olimpiada adelante. Así nuestro México.
¿Qué podemos hacer como país? La respuesta no es simple, pero comienza con una reevaluación de nuestras prioridades y un compromiso real con el desarrollo integral del deporte. Es esencial que se establezcan políticas públicas que aseguren una financiación adecuada y justa para los atletas, desde las etapas tempranas de identificación del talento hasta su desarrollo y participación en competencias internacionales. Además, es fundamental crear un sistema transparente y eficiente que distribuya los recursos de manera equitativa y elimine la corrupción.
Sabía usted que en algún momento México ganó oro y plata en equitación en unos juegos olímpicos, y el siguiente ciclo se repitió el oro individual y por equipos, que ganamos en esgrima alguna vez y tiro con rifle. ¿podríamos hacerlo de nuevo?, ¿podríamos desarrollar talento en nuevas disciplinas?, ¿pulir las que nos han dado más preseas?, yo creo que sí.
El deporte no debe ser visto como una simple actividad recreativa o un lujo. Es una herramienta poderosa para la formación de ciudadanos íntegros, promueve la salud y bienestar, y puede ser una fuente de orgullo y unidad nacional. Para estimular el deporte en los jóvenes y encontrar y desarrollar talento, es necesario invertir en infraestructura deportiva, entrenadores calificados y programas de desarrollo que lleguen a todas las regiones del país, especialmente a las más desfavorecidas.
En el escenario global, cada medalla es más que una victoria individual; es un símbolo de lo que una nación puede lograr, es señal de progreso, de que un apoya a sus talentos y les permite brillar.