/ sábado 30 de noviembre de 2024

Mi gusto es.. (o la otra mirada) / ¡QUÉ POBREZA!

Unos años atrás, nadie me quitaría la idea de que un delincuente es una consecuencia de su condición social. En la actualidad, ya un poquito más reflexivo y sin ataduras ideológicas de por medio, creo que un hombre o una mujer que delinquen no lo hace exclusivamente por haber nacido y crecido en la pobreza.

Los que discursiva y dogmáticamente piensan así, lo único que logran es una estigmatización clasista en perjuicio de una clase social y absuelven, en automático a otra.

Los que delinquen son los pobres. Los pudientes son un alma de dios. Esa es su lectura.

Los partidarios de esta ingenua y a la vez oportunista teoría son los que hablan de abatir las causas que trae consigo una mente criminal o a la criminalidad como fenómeno, pero nunca dicen con precisión cuales son estas y como se irá midiendo en un futuro la escala del crimen, para darnos cuenta el día de mañana que esas famosas causas ya son menos y que en esa medida, la escala del peligro continúa siendo alta, es menor, es poca o ya no corremos ningún riesgo

Esto, además, es una explicación macro o genérica, abstracta que si bien ayuda para evaluar una situación, conformar a una población, contradecir a los medios, tranquilizar a los inversionistas y de emocionar a las huestes, nada le dice a una víctima que regresó de un paseo y encontró la casa patas arriba debido a un robo ni tampoco al que tuvo que entregar su cartera al que le puso un cuchillo en la panza cuando, al anochecer, regresaba de su trabajo.

“_Disculpe, señor asaltante, aprovechando que me atraca: ¿es cierto que están a la baja los robos? “

*

“_ Que raro que le hayan robado el carro a mi vecino, si ya se están combatiendo las causas de la delincuencia…” Y es que pese a que el catálogo de delitos que actualmente comprende un código penal, en donde puede ser relativamente fácil saber a qué clase social pudiera pertenecer ese o aquel que ha sido detenido, se le procesa o fue involucrado en unos hechos con apariencia delictiva, todavía hay voces que merolican negando desde su cómoda tribuna, una realidad escalofriante y se limitan a decirnos, pese a los rafagueados la semana pasada en uno o dos bares o los asaltos frecuentes a los conductores en los cruceros, o los cobros de pisos en un alto porcentaje de los comercios del pais, que ya se están atacando las causas.

Es decir, si las conductas que son sancionables comprenden desde el apoderamiento de una cosa ajena mueble sin el consentimiento de quien puede disponer de ella conforme a la ley hasta lo que puede recibir pena de prisión cuando al ser servidor público no pudiere acreditar el legítimo aumento de su patrimonio o la legítima procedencia de los bienes a su nombre o de aquellos respecto de los cuales se conduzca como dueño o cuando sucede la apropiación o desviación del destino de los recursos, que pertenecen al Estado, por las personas responsables de su manejo y custodia, quienes no son precisamente obreros, o aseadores de calzados, no entiendo porque se tiene que seguir hablando como si lo desposeídos o los marginados nada más son lo que llevan a cabo las conductas que se describen en un código penal .

Bueno, si entiendo pero me parece que ya es hora de ampliar esa visión y dejar de creer o considerar o de plano dejar de mentir, aludiendo ese tema de las causas, sin incorporar a la discusión otros factores que influyen en la criminalidad en sí y en los índices de estas, como la protección selectiva, la poca certeza de un castigo, la falta de una verdadera política criminal, la prevención efectiva, la coordinación entre los tres niveles de gobierno, la simulación en los programas para combatir la delincuencia, el desdén por el control social del crimen .

Es por eso que no me conforma la visión clasista de la delincuencia, sobre todo cuando,oh sorpresa para quienes creen que si alguien delinque es porque no traen nada en el bolsillo pero nos damos cuenta que los ricos, incluyendo los que simulan no ser pero viven como tales, también roban y asaltan, y malversan, y peculan y convierten su labor diaria en un hacer y deshacer con lo que se le ponga enfrente - un presupuesto, un erario, un país entero y el único defensor de oficio que te avientan para librarla es un salvavidas de la marcada impunidad.

Si las famosas causas abarcaran todos esos temas, quizá si me sumaría a los promotores de lo que, más que un afán de acabar con las altas tasas de los delitos, pareciera un simple slogan, pero al no ser asi, todo se reduce a un simple consuelo o a un placebo que a lo mucho, pero ingenuamente, nos sirve como para traerlo consigo por si en una noche callejera o en un autobús recién atracado o a la salida de un banco , teniendo una pistola sobre la frente, podamos tallarle en la cara al delincuente: _¡Maldito seas. Lo bueno es que ya se están combatiendo las causas.!

Supondré que el sujeto pasivo, al escuchar aquello, se pondrá colorado, compartirá una sonrisa nerviosa y echará a correr, uno, porque ya terminó su chamba, dos, para repensar si este oficio es conveniente a corto o mediano plazo o habría que buscarse otro, antes que combatan todas las causas.

Como en otras tantas veces, muy probablemente de nuevo me esté equivocando y si es así , los que forman parte de la delincuencia están en un riesgo latente .

Luego entonces no de otra: renovarse o morir: pueden hacer un acuerdo de paz con quien la combate y así saldrían menos raspados. Pueden incorporarse a la vida lícita y volver a ser tan honorable como lo es un sacerdote, un ex dirigente partidista, un líder sindical, un presidente municipal, un proveedor de medicinas, un conductor de revisión, un representante de futbolistas, un promotor de artista, una partera clandestina y toda esa otra gente que, admirablemente, atesoran los valores humanos y predican, a diario, con el ejemplo.

En caso de no lograrlo, solo les quedaría recurrir al escalafón para buscar la promoción de un ascenso y para cuando se extinga la delincuencia común al haberse combatido rabiosamente las causas, ya para entonces, tendrá un pie en la delincuencia organizada.

Que pobreza, sí, pero no habrá de otra.

Unos años atrás, nadie me quitaría la idea de que un delincuente es una consecuencia de su condición social. En la actualidad, ya un poquito más reflexivo y sin ataduras ideológicas de por medio, creo que un hombre o una mujer que delinquen no lo hace exclusivamente por haber nacido y crecido en la pobreza.

Los que discursiva y dogmáticamente piensan así, lo único que logran es una estigmatización clasista en perjuicio de una clase social y absuelven, en automático a otra.

Los que delinquen son los pobres. Los pudientes son un alma de dios. Esa es su lectura.

Los partidarios de esta ingenua y a la vez oportunista teoría son los que hablan de abatir las causas que trae consigo una mente criminal o a la criminalidad como fenómeno, pero nunca dicen con precisión cuales son estas y como se irá midiendo en un futuro la escala del crimen, para darnos cuenta el día de mañana que esas famosas causas ya son menos y que en esa medida, la escala del peligro continúa siendo alta, es menor, es poca o ya no corremos ningún riesgo

Esto, además, es una explicación macro o genérica, abstracta que si bien ayuda para evaluar una situación, conformar a una población, contradecir a los medios, tranquilizar a los inversionistas y de emocionar a las huestes, nada le dice a una víctima que regresó de un paseo y encontró la casa patas arriba debido a un robo ni tampoco al que tuvo que entregar su cartera al que le puso un cuchillo en la panza cuando, al anochecer, regresaba de su trabajo.

“_Disculpe, señor asaltante, aprovechando que me atraca: ¿es cierto que están a la baja los robos? “

*

“_ Que raro que le hayan robado el carro a mi vecino, si ya se están combatiendo las causas de la delincuencia…” Y es que pese a que el catálogo de delitos que actualmente comprende un código penal, en donde puede ser relativamente fácil saber a qué clase social pudiera pertenecer ese o aquel que ha sido detenido, se le procesa o fue involucrado en unos hechos con apariencia delictiva, todavía hay voces que merolican negando desde su cómoda tribuna, una realidad escalofriante y se limitan a decirnos, pese a los rafagueados la semana pasada en uno o dos bares o los asaltos frecuentes a los conductores en los cruceros, o los cobros de pisos en un alto porcentaje de los comercios del pais, que ya se están atacando las causas.

Es decir, si las conductas que son sancionables comprenden desde el apoderamiento de una cosa ajena mueble sin el consentimiento de quien puede disponer de ella conforme a la ley hasta lo que puede recibir pena de prisión cuando al ser servidor público no pudiere acreditar el legítimo aumento de su patrimonio o la legítima procedencia de los bienes a su nombre o de aquellos respecto de los cuales se conduzca como dueño o cuando sucede la apropiación o desviación del destino de los recursos, que pertenecen al Estado, por las personas responsables de su manejo y custodia, quienes no son precisamente obreros, o aseadores de calzados, no entiendo porque se tiene que seguir hablando como si lo desposeídos o los marginados nada más son lo que llevan a cabo las conductas que se describen en un código penal .

Bueno, si entiendo pero me parece que ya es hora de ampliar esa visión y dejar de creer o considerar o de plano dejar de mentir, aludiendo ese tema de las causas, sin incorporar a la discusión otros factores que influyen en la criminalidad en sí y en los índices de estas, como la protección selectiva, la poca certeza de un castigo, la falta de una verdadera política criminal, la prevención efectiva, la coordinación entre los tres niveles de gobierno, la simulación en los programas para combatir la delincuencia, el desdén por el control social del crimen .

Es por eso que no me conforma la visión clasista de la delincuencia, sobre todo cuando,oh sorpresa para quienes creen que si alguien delinque es porque no traen nada en el bolsillo pero nos damos cuenta que los ricos, incluyendo los que simulan no ser pero viven como tales, también roban y asaltan, y malversan, y peculan y convierten su labor diaria en un hacer y deshacer con lo que se le ponga enfrente - un presupuesto, un erario, un país entero y el único defensor de oficio que te avientan para librarla es un salvavidas de la marcada impunidad.

Si las famosas causas abarcaran todos esos temas, quizá si me sumaría a los promotores de lo que, más que un afán de acabar con las altas tasas de los delitos, pareciera un simple slogan, pero al no ser asi, todo se reduce a un simple consuelo o a un placebo que a lo mucho, pero ingenuamente, nos sirve como para traerlo consigo por si en una noche callejera o en un autobús recién atracado o a la salida de un banco , teniendo una pistola sobre la frente, podamos tallarle en la cara al delincuente: _¡Maldito seas. Lo bueno es que ya se están combatiendo las causas.!

Supondré que el sujeto pasivo, al escuchar aquello, se pondrá colorado, compartirá una sonrisa nerviosa y echará a correr, uno, porque ya terminó su chamba, dos, para repensar si este oficio es conveniente a corto o mediano plazo o habría que buscarse otro, antes que combatan todas las causas.

Como en otras tantas veces, muy probablemente de nuevo me esté equivocando y si es así , los que forman parte de la delincuencia están en un riesgo latente .

Luego entonces no de otra: renovarse o morir: pueden hacer un acuerdo de paz con quien la combate y así saldrían menos raspados. Pueden incorporarse a la vida lícita y volver a ser tan honorable como lo es un sacerdote, un ex dirigente partidista, un líder sindical, un presidente municipal, un proveedor de medicinas, un conductor de revisión, un representante de futbolistas, un promotor de artista, una partera clandestina y toda esa otra gente que, admirablemente, atesoran los valores humanos y predican, a diario, con el ejemplo.

En caso de no lograrlo, solo les quedaría recurrir al escalafón para buscar la promoción de un ascenso y para cuando se extinga la delincuencia común al haberse combatido rabiosamente las causas, ya para entonces, tendrá un pie en la delincuencia organizada.

Que pobreza, sí, pero no habrá de otra.

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