/ sábado 7 de septiembre de 2024

Mi gusto es…(O la otra mirada) / Los Malos

Ayer vi una película y, a excepción de una mujer bonita que salía, todos eran malos.

Y terminaron matándose entre sí.

Los protagonistas eran salteadores de caminos o bandidos de caminos, es decir aquellos ladrones que robaban a viajeros y pasajeros en los caminos en los tiempos en que las personas debían desplazarse a patín, a caballo o en carruajes o diligencias por carreteras o caminos desolados.

Así les decían y no crean que se han extinguido, pero ahora lo hacen en las autopistas asaltando autobuses de pasajeros o camiones que transportan mercancía o administran en capufe las carreteras de cuotas.

Actualmente pudiera ser asociación delictuosa nomás a secas o crimen organizado y pueden asaltar ocasionalmente, en despoblado, pero no en forma exclusiva, porque ahora la impunidad es tal, que lo hacen sin empacho, de noche o a la luz del día, en un tramo que está solo o descaradamente, a la orilla de cualquier pueblito, en una gasolinera o a un par de cuadra de una estación de policías, ya que se sienten protegidos .

La mayoría de los bandoleros andaban enmascarados ya que solían pertenecer a una región cercana a donde asaltaban y no faltaba alguna víctima que los pudiera reconocer y para evitar eso se cubrían la cara con un pañuelo.

Ignoro si sobre esto último les daba por tener varios, si preferían un color, si los lavaban después de cada asalto o alguien se los confeccionaba, ya sea una diseñadora o una costurera , como parte de la estructura criminal o alguien tenía el monopolio de esa venta.

_"Acuérdate que mañana tenemos un asalto aquí cerquita, eh, que no se te olvide el pañuelito."

*

"Ahí voy, aguántenme, no encuentro el paliacate ."

*

_Una disculpa, pero no podré acompañarlos esta vez

_ ¿y esa onda?

_ Es que me robaron el pañuelo del tendedero

*

Supondré que esa pudo ser la manera en que operaban esas bandas de lejanos años que, así como era fácil que pudieran realizar sus pillerías, más adelante, cuando fueron combatidas, el mundo creció, de lo rural pasamos a lo urbano y de la indecencia de los sheriffs y comisarios inmiscuidos habríamos pasado a unas honorables del orden civil que al grito de "no somos iguales" pugnarían emocionados y comprometidos por acabar con todo eso y pacificar hasta el último rincón que estuviera poblado.

Ignoro si su palabra la comprometieron en un tratado o llamaron a misa y ahí el padre en la homilía fue el mensajero o los juntaron en la cantina y arengaron en contra de esa mafia que hacía y deshacía en caminos y veredas o todo fue anunciado con bombo y platillo en la plaza, por el comisario en su último informe como depositario de esa insignia que traían puesta en su chichi izquierda.

Ustedes disculparán que no les cuente que sucedió a lo largo de tantos años y tampoco podré contarles cómo andan en otros laredos en donde también en aquellos peliculescos años ocurrían estos actos pero lo cierto es que si ese juramento del sheriff también iba dirigido a México, antes o luego de Santa Ana, me temo que faltaron a su palabra y nos anda quedando mal.

Figúrese que, según algunos investigadores, hoy se retorna a la vieja historia del atraco en caminos y en medios de transporte humano o de bienes patrimoniales, comerciales o industriales.

Es como si el país hubiera retrocedido siglos, y volviéramos a los momentos de cuando al país lo azotó una ola de robos en los caminos nacionales y locales. Esto ocurría, sobre todo, en el siglo XIX y principios del XX cuando viajar era aventurarse y arriesgar los bienes como la vida misma, pero había que hacerlo y no quedaba otra

Los asaltacaminos estaban ahí, en algún recoveco de la ruta, a la espera de ver pasar las diligencias. A su vez los pasajeros o conductores había que estar vigilantes de la acechanza de quienes con lujo de violencia cerraban el paso y despojaban de las propiedades a cada uno de los viajantes, robaban las valijas con correo, los bienes que se enviaban a través de esas carretas e incluso dinero y joyas, no sin matar al que se resistiera o intentara darles la batalla.

No solo provocaban la intranquilidad de los pueblos, sino que en realidad desafiaban al poder del Estado ya que en realidad se trataba de un bandolerismo organizado en cuadrillas armadas hasta los dientes que en ocasiones superaban los cien miembros.

En aquel entonces no fue nada fácil ponerles un alto ya que “los malos” conocían muy bien el terreno donde cometían sus fechorías, pero aun así el jus puniendi tenía que vencerlos y echo mano de todo lo que tuvo a su alcance, entre las cuales estaban severos castigos, recompensas y cazarecomepnzas que vendrían a ser algo asi como las autodefensas versión oeste y, desde luego la pena de muerte.

No olvidemos que hasta antes de la abolición de esta pena durante el sexenio de Vicente Fox – la cual estaba derogada en las entidades federativas, pero continuaba pendulando en el artículo 22 constitucional- este la contemplaba solamente contra el traidor a la Patria en guerra extranjera, al parricida, al homicida con alevosía, premeditación y ventaja, al incendiario, al plagiario, al salteador de caminos, al pirata y a los reos de delitos graves del orden militar.

Todo lo anterior estaría bien si combatida esa práctica delincuencial, esta se hubiera extinguido, no por un natural proceso de cambio de lo rural a lo urbano o de menos veredas y más cemento sino porque el Estado fue tan enérgico que nadie, en su sano juicio, desearía incursionar en ese giro criminal, ya que más allá de la pena, lo que inhibía era la no colusión de la autoridad con los facinerosos y más que nada, la certeza del castigo.

Pero, lamentablemente no fue así y tarde que temprano, con otros rostros y otras cadenas de producción en la industria criminal, regresaron por su fuero y a la fecha, parece que no hay nadie que los pare. Más aún, esa confabulación de los “buenos “con los “malos” tan repudiable o imposible de ver en las películas de la tele, en esta cinta de la vida real es público y notorio desde memorables sexenios.

“Comandante era líder de una banda”

“Un par de turistas fueron asaltados por unos policías“

“Detienen en flagrancia a los unos ministerial cuando desbalijaban un carro”

Esto es lo peorcito ya que es desesperanzador que el comisario del pueblo que se comprometió a respetar y hacer cumplir la ley, poniendo una mano hacia frente y otra en la biblia, sea- valga el comparativo – el que se enmascaraba más tarde o se esbozaba su cara con un paliacate, montaba su caballo espueleándolo para que iniciara el trote y metros atrás era seguido por el resto de forajidos.

Influenciado por la realidad actual, yo pensé que esto pasaría en esa película que estaba viendo pero no: entre los malos, unos eran más que otro, pero eran malos; entre los buenos, igual, no se andaban con medias tintas ni engañando gente haciéndose pasar como los salvadores de su terruño que combatirían todas desgracias y resulta que las empeoraron o las dejaron intocables.

Nada de eso, afortunadamente y dando fin la película me quedé dormida con una paz interior envidiable pero a media noche, me agarró una pesadilla cuya trama era un lejana comunidad llamada Nido de Fieras y en donde, supongo que influenciado por lo que había visto en la pantalla, los salteadores de caminos ponían en jaque el tránsito de los caminos y principalmente el transporte de carga que según diferentes versiones se había disparado en los últimos años.

Hasta una sinopsis leía:

“De acuerdo con algunas asociaciones de autotransporte de carga durante 2023 se registraron más de nueve mil robos de camiones pesados, mientras que otros organismos e instituciones reportan que fueron más de 13 mil. Los datos que parecen ser más consistentes son los de la Fiscalía General de la República que registró durante el último año más de 7 mil carpetas de investigación por robo al transporte de mercancías. En realidad, el robo a transporte de carga supera los diez mil robos sumando el autotransporte y el ferrocarril de carga, este último representa en términos generales el 20 por ciento del transporte de carga en México. Sin duda, la inseguridad, es un mal endémico que lleva décadas golpeando la economía y la competitividad ya tan menguada”

“Y es que las carreteras no son seguras no sólo para el autotransporte de carga, los particulares también han sido víctimas de la delincuencia, hay un número importante de denuncias de gente desaparecida en las carreteras del país y una vez más, hay que decirlo, es un fenómeno que creció en los últimos gobiernos, anterior a este”

Me desperté sudoroso y ya no pude saber el final ni menos supe quiénes eran los malos y quiénes los buenos porque unos se iban con unos y otros con los otros, que me hice bolas.

Pero Dios quiera que en ese desenfreno tan impune, no estén involucrados el alguacil que porta ese chaleco, el dueño de la cantina, esa mujer bonita, el párroco de la iglesia y el niño aquel de la gorrita verde.

*

OXXO

Desde hace unos diez años voy a un oxxo cercano a mi oficina y nunca había tenido problemas con nadie de quienes atienden. Tampoco, que yo sepa, por iniciativa propia no alzaría la voz a nadie, menos a las trabajadoras y trabajadores de estas tiendas y de ninguna otra. Pero resulta que el sábado anterior una de las jóvenes que atendía, mostraba una actitud altanera, exigiendo a los que hacíamos cola que no nos acercáramos a menos de un metro de la caja en tanto atendía al cliente en turno. Los que estábamos formado obedecimos un par de veces, pero enseguida resentimos ese mal trato y mal humor, pero, aunque extrañados, no fuimos más allá de comentar entre nosotros lo absurdo de esto y el comportamiento de la cajera. Sin embargo, este 4 de septiembre como a las nueve de la mañana, volví al lugar, y observó que la misma joven, apuraba a una señora mayor para que le dictara más rápido un número de su celular o para algún depósito. Fui prudente y no dije nada. Cuando le toca atenderme a mí y al decirle que deseaba pagar mi plan del teléfono y comprar una botella, hizo lo mismo con su forma de atender autoritaria y entonces sï no la permití, solicitándole que por favor no continuara con esa actitud y, como suele pasar en estos casos, pasé entonces a ser yo el grosero cuando solo le exigí que a mí no me tratara mal y no fuera así como los adultos mayores. Ella dirá lo contrario, pero si bien puedo tener otros defectos, no este del que de repente me acusaba a mí, siendo ella la que actuaba con prepotencia pues no solo se portó, así como les digo sino que no me atendió, pidió que me fuera del lugar, me quitó la botella de agua que prendía comprar y decretó, que ya no se me atendiera. Lo traté de hacer con la otra cajera quien de forma muy distinta, cortes y respetuosa me había atendido el sábado anterior pero la joven que refiero adujo que esta última tampoco no podía atenderme porque estaba ocupada. La historia no la cuento únicamente por mi , sino por todo aquel consumidor o aquella consumidora que a veces se nos quiere tratar como si no nos asistiera ningún derecho.


Ayer vi una película y, a excepción de una mujer bonita que salía, todos eran malos.

Y terminaron matándose entre sí.

Los protagonistas eran salteadores de caminos o bandidos de caminos, es decir aquellos ladrones que robaban a viajeros y pasajeros en los caminos en los tiempos en que las personas debían desplazarse a patín, a caballo o en carruajes o diligencias por carreteras o caminos desolados.

Así les decían y no crean que se han extinguido, pero ahora lo hacen en las autopistas asaltando autobuses de pasajeros o camiones que transportan mercancía o administran en capufe las carreteras de cuotas.

Actualmente pudiera ser asociación delictuosa nomás a secas o crimen organizado y pueden asaltar ocasionalmente, en despoblado, pero no en forma exclusiva, porque ahora la impunidad es tal, que lo hacen sin empacho, de noche o a la luz del día, en un tramo que está solo o descaradamente, a la orilla de cualquier pueblito, en una gasolinera o a un par de cuadra de una estación de policías, ya que se sienten protegidos .

La mayoría de los bandoleros andaban enmascarados ya que solían pertenecer a una región cercana a donde asaltaban y no faltaba alguna víctima que los pudiera reconocer y para evitar eso se cubrían la cara con un pañuelo.

Ignoro si sobre esto último les daba por tener varios, si preferían un color, si los lavaban después de cada asalto o alguien se los confeccionaba, ya sea una diseñadora o una costurera , como parte de la estructura criminal o alguien tenía el monopolio de esa venta.

_"Acuérdate que mañana tenemos un asalto aquí cerquita, eh, que no se te olvide el pañuelito."

*

"Ahí voy, aguántenme, no encuentro el paliacate ."

*

_Una disculpa, pero no podré acompañarlos esta vez

_ ¿y esa onda?

_ Es que me robaron el pañuelo del tendedero

*

Supondré que esa pudo ser la manera en que operaban esas bandas de lejanos años que, así como era fácil que pudieran realizar sus pillerías, más adelante, cuando fueron combatidas, el mundo creció, de lo rural pasamos a lo urbano y de la indecencia de los sheriffs y comisarios inmiscuidos habríamos pasado a unas honorables del orden civil que al grito de "no somos iguales" pugnarían emocionados y comprometidos por acabar con todo eso y pacificar hasta el último rincón que estuviera poblado.

Ignoro si su palabra la comprometieron en un tratado o llamaron a misa y ahí el padre en la homilía fue el mensajero o los juntaron en la cantina y arengaron en contra de esa mafia que hacía y deshacía en caminos y veredas o todo fue anunciado con bombo y platillo en la plaza, por el comisario en su último informe como depositario de esa insignia que traían puesta en su chichi izquierda.

Ustedes disculparán que no les cuente que sucedió a lo largo de tantos años y tampoco podré contarles cómo andan en otros laredos en donde también en aquellos peliculescos años ocurrían estos actos pero lo cierto es que si ese juramento del sheriff también iba dirigido a México, antes o luego de Santa Ana, me temo que faltaron a su palabra y nos anda quedando mal.

Figúrese que, según algunos investigadores, hoy se retorna a la vieja historia del atraco en caminos y en medios de transporte humano o de bienes patrimoniales, comerciales o industriales.

Es como si el país hubiera retrocedido siglos, y volviéramos a los momentos de cuando al país lo azotó una ola de robos en los caminos nacionales y locales. Esto ocurría, sobre todo, en el siglo XIX y principios del XX cuando viajar era aventurarse y arriesgar los bienes como la vida misma, pero había que hacerlo y no quedaba otra

Los asaltacaminos estaban ahí, en algún recoveco de la ruta, a la espera de ver pasar las diligencias. A su vez los pasajeros o conductores había que estar vigilantes de la acechanza de quienes con lujo de violencia cerraban el paso y despojaban de las propiedades a cada uno de los viajantes, robaban las valijas con correo, los bienes que se enviaban a través de esas carretas e incluso dinero y joyas, no sin matar al que se resistiera o intentara darles la batalla.

No solo provocaban la intranquilidad de los pueblos, sino que en realidad desafiaban al poder del Estado ya que en realidad se trataba de un bandolerismo organizado en cuadrillas armadas hasta los dientes que en ocasiones superaban los cien miembros.

En aquel entonces no fue nada fácil ponerles un alto ya que “los malos” conocían muy bien el terreno donde cometían sus fechorías, pero aun así el jus puniendi tenía que vencerlos y echo mano de todo lo que tuvo a su alcance, entre las cuales estaban severos castigos, recompensas y cazarecomepnzas que vendrían a ser algo asi como las autodefensas versión oeste y, desde luego la pena de muerte.

No olvidemos que hasta antes de la abolición de esta pena durante el sexenio de Vicente Fox – la cual estaba derogada en las entidades federativas, pero continuaba pendulando en el artículo 22 constitucional- este la contemplaba solamente contra el traidor a la Patria en guerra extranjera, al parricida, al homicida con alevosía, premeditación y ventaja, al incendiario, al plagiario, al salteador de caminos, al pirata y a los reos de delitos graves del orden militar.

Todo lo anterior estaría bien si combatida esa práctica delincuencial, esta se hubiera extinguido, no por un natural proceso de cambio de lo rural a lo urbano o de menos veredas y más cemento sino porque el Estado fue tan enérgico que nadie, en su sano juicio, desearía incursionar en ese giro criminal, ya que más allá de la pena, lo que inhibía era la no colusión de la autoridad con los facinerosos y más que nada, la certeza del castigo.

Pero, lamentablemente no fue así y tarde que temprano, con otros rostros y otras cadenas de producción en la industria criminal, regresaron por su fuero y a la fecha, parece que no hay nadie que los pare. Más aún, esa confabulación de los “buenos “con los “malos” tan repudiable o imposible de ver en las películas de la tele, en esta cinta de la vida real es público y notorio desde memorables sexenios.

“Comandante era líder de una banda”

“Un par de turistas fueron asaltados por unos policías“

“Detienen en flagrancia a los unos ministerial cuando desbalijaban un carro”

Esto es lo peorcito ya que es desesperanzador que el comisario del pueblo que se comprometió a respetar y hacer cumplir la ley, poniendo una mano hacia frente y otra en la biblia, sea- valga el comparativo – el que se enmascaraba más tarde o se esbozaba su cara con un paliacate, montaba su caballo espueleándolo para que iniciara el trote y metros atrás era seguido por el resto de forajidos.

Influenciado por la realidad actual, yo pensé que esto pasaría en esa película que estaba viendo pero no: entre los malos, unos eran más que otro, pero eran malos; entre los buenos, igual, no se andaban con medias tintas ni engañando gente haciéndose pasar como los salvadores de su terruño que combatirían todas desgracias y resulta que las empeoraron o las dejaron intocables.

Nada de eso, afortunadamente y dando fin la película me quedé dormida con una paz interior envidiable pero a media noche, me agarró una pesadilla cuya trama era un lejana comunidad llamada Nido de Fieras y en donde, supongo que influenciado por lo que había visto en la pantalla, los salteadores de caminos ponían en jaque el tránsito de los caminos y principalmente el transporte de carga que según diferentes versiones se había disparado en los últimos años.

Hasta una sinopsis leía:

“De acuerdo con algunas asociaciones de autotransporte de carga durante 2023 se registraron más de nueve mil robos de camiones pesados, mientras que otros organismos e instituciones reportan que fueron más de 13 mil. Los datos que parecen ser más consistentes son los de la Fiscalía General de la República que registró durante el último año más de 7 mil carpetas de investigación por robo al transporte de mercancías. En realidad, el robo a transporte de carga supera los diez mil robos sumando el autotransporte y el ferrocarril de carga, este último representa en términos generales el 20 por ciento del transporte de carga en México. Sin duda, la inseguridad, es un mal endémico que lleva décadas golpeando la economía y la competitividad ya tan menguada”

“Y es que las carreteras no son seguras no sólo para el autotransporte de carga, los particulares también han sido víctimas de la delincuencia, hay un número importante de denuncias de gente desaparecida en las carreteras del país y una vez más, hay que decirlo, es un fenómeno que creció en los últimos gobiernos, anterior a este”

Me desperté sudoroso y ya no pude saber el final ni menos supe quiénes eran los malos y quiénes los buenos porque unos se iban con unos y otros con los otros, que me hice bolas.

Pero Dios quiera que en ese desenfreno tan impune, no estén involucrados el alguacil que porta ese chaleco, el dueño de la cantina, esa mujer bonita, el párroco de la iglesia y el niño aquel de la gorrita verde.

*

OXXO

Desde hace unos diez años voy a un oxxo cercano a mi oficina y nunca había tenido problemas con nadie de quienes atienden. Tampoco, que yo sepa, por iniciativa propia no alzaría la voz a nadie, menos a las trabajadoras y trabajadores de estas tiendas y de ninguna otra. Pero resulta que el sábado anterior una de las jóvenes que atendía, mostraba una actitud altanera, exigiendo a los que hacíamos cola que no nos acercáramos a menos de un metro de la caja en tanto atendía al cliente en turno. Los que estábamos formado obedecimos un par de veces, pero enseguida resentimos ese mal trato y mal humor, pero, aunque extrañados, no fuimos más allá de comentar entre nosotros lo absurdo de esto y el comportamiento de la cajera. Sin embargo, este 4 de septiembre como a las nueve de la mañana, volví al lugar, y observó que la misma joven, apuraba a una señora mayor para que le dictara más rápido un número de su celular o para algún depósito. Fui prudente y no dije nada. Cuando le toca atenderme a mí y al decirle que deseaba pagar mi plan del teléfono y comprar una botella, hizo lo mismo con su forma de atender autoritaria y entonces sï no la permití, solicitándole que por favor no continuara con esa actitud y, como suele pasar en estos casos, pasé entonces a ser yo el grosero cuando solo le exigí que a mí no me tratara mal y no fuera así como los adultos mayores. Ella dirá lo contrario, pero si bien puedo tener otros defectos, no este del que de repente me acusaba a mí, siendo ella la que actuaba con prepotencia pues no solo se portó, así como les digo sino que no me atendió, pidió que me fuera del lugar, me quitó la botella de agua que prendía comprar y decretó, que ya no se me atendiera. Lo traté de hacer con la otra cajera quien de forma muy distinta, cortes y respetuosa me había atendido el sábado anterior pero la joven que refiero adujo que esta última tampoco no podía atenderme porque estaba ocupada. La historia no la cuento únicamente por mi , sino por todo aquel consumidor o aquella consumidora que a veces se nos quiere tratar como si no nos asistiera ningún derecho.


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