/ sábado 14 de septiembre de 2024

Mi gusto es…(O la otra mirada) / “Yo no fui, fue Teté”

Cuando trabajé en el sistema penitenciario, de doce internos a quienes le preguntabas respecto a su participación en el delito y los hechos que se le imputaban, trece juraban que eran inocentes.

Más de uno tenía razón, ya ven que tantas injusticias han existido en los terrenos de la procuración y/o impartición de justicia al grado tal de que en esta semana dios, con su voto a favor y cero en contra, nos ofrendó el remedio, pero otros, aún con un historial criminal que envidiaría el más corrupto de los sexenios del viejo PRI más ocho tomos que hablaban de sus antecedentes, pero además habiéndosele detenido con las manos en la masa, o sea en flagrancia, negaban todo con una verosimilitud histriónica.

En el terreno legal eso es muy válido pues estamos hablando de la llamada presunción de inocencia la cual es un derecho humano que establece que una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

Esto es un pilar del Estado de Derecho y una garantía judicial que se encuentra reconocida en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por más que en una sociedad con una muchedumbre despiadada y contagiada de soberbia o alguien cualquiera, desde un púlpito o una tribuna pero carente de honorabilidad, te señale, te impute, te juzgue y te condene, sin evidencia alguna, ni ganas de probarlo.

Pareciera que todo lo anterior es normal más de uno admira a quienes actúan de esa manera, negando toda fechoría o calumniando sin límites porque "así es esto", refiriéndose a una supuesta habilidad que en un lugar del primer mundo sería reprobada pero aquí, en este nación sin nombre en la cual habitó desde que me fui de México, dichas prácticas de negar todo y hacerte pasar como el más honest@ y congruente@ de la comarca sin serlo pero que tiene frente a ti a un centenar de individuos autómatas, que reciben todo sin chistar a costillas de una democracia prostituida y sin memoria que se aplaude.

No lo soporto pero intento comprenderlo, suponiendo, claro, que están conscientes de que simulan pero que no son capaces de reconocer embustes, porque les da mucha vergüenza o porque por fin les cayó una chamba nunca imaginada y ni modo, se tendrá que comer sapos por los siglos de los siglos, oh Marx.

El asunto está cuando, ya en tu casa antes de dormir o quitándote esa máscara, piensas como no queriendo, frente a un espejo del tamaño de tu memoria respecto a la ética de asumir responsabilidades y reconocer errores.

No cualquiera lo hace.

Aquí es donde la otra orilla se ve lejos y no se le dice la verdad o se le miente, a ningún otro, más que a ti.

Unos reconocerán que fueron malos muy malos en contraparte de los que en las películas de vaqueros les llamaban buenos, pero esa honestidad se pueden contar con los dedos de la única mano que le dejaron a don Álvaro Obregón.

"Neta, yo no fui, viejón" juraban algunos de los que volvían y volvían al cereso y en tanto ellos manifestaban eso en el departamento de ayudantía durante el preámbulo de su ingreso a indiciados, arriba, en el archivo, dos buenos amigos encargados de este, hacían quinielas sobre cuánto duraría afuera un recién liberado y simultáneamente buscaban el expediente del que otra vez regresaba "a casa" y que al modo de este par de campechanos servidores públicos, eso del reincidente, ya no era robo con violencia, sino robo con frecuencia.

Es verdad que hay pecados ajenos que alguien asume como propio y también lo es que dando las cara de manera valiente, otros reconocen o admiten una conducta sancionada por la ley o por la moral o por un pacto de voluntades entre dos o por los llamados usos y costumbres de una sociedad.

Esto no es una autoflagelación ni un ejercicio de falsa humildad. Sobre todo, es una práctica importante para el ejercicio ético de nuestras actividades laborales y personales. La integridad y la transparencia son valores fundamentales, como lo hemos visto a lo largo de los más de cincuenta artículos de ‘Ideas Circulares’ y vivirlos constantemente fortalece nuestra reputación y nos establece como expertos confiables” señala Federico Dalmaud, el estratega de contenidos y manager de crecimiento internacional

Esto me gustaría ver en la vida pública y poder confiar seguros en el personaje o la personaja que arenga frente a nosotros, prometiendo un mejoramiento de vida si logra que se encapriche el pueblo bueno y sabio y le dé el triunfo que anhelaba desde niño, al irse a dormir, luego de jugar horas y horas en la calle, o con los juguetes en el patio o con pistolas igualitas a las verdaderas o verdaderas de las que un irresponsable tiene en casa, sin medir el peligro de una accidente con daños o consecuencias irreversibles.

Como en el cereso, muchos y muchas se autoproclaman inocentes a pesar de múltiples acusaciones y yo no soy quien pueda negar tan pontificia vocación. Al contrario, soy el primero en salir en su defensa cuando alguien con lengua de doble filo osa en calumniarnos.

En serio, nomás me falta una capa para salir a exigir justicia en nombre de ellos.

El tren de la buena imagen se descarrila cuando los hechos de esos impolutos no empatan con sus palabras y entre el decir y el hacer hay un abismo.

Ahí si no cuenten conmigo porque me pierden para siempre.

Y no lo digo por mi pues mi fama pública y mi honorabilidad casi al llegar a los sesenta, se encuentra hecha pedazos. Interpelo a esa gente de inmoral discurso casi como lo hacía Porfirio Muñoz Ledo después de 1988, por me parece una total falta de respeto para esos ciudadanos genuinos y ciudadanas genuinas que sin andar jactándose de su congruencia le han dado mucho a su terruño , al mundo y a su familia anteponiendo siempre la honestidad en sus actos , por más difícil que esto sea.

Al resto, solo nos quedaría emularlos o tratar de ser mejores personas o cuando menos un tanto más sinceros reconociendo las maldades personales y no andar culpando a otros o aun pasado de que lo que acumuló nuestra incapacidad o una vida o una fama construida a punta de simulaciones.

Intentémoslo.

Y un primer esfuerzo para conseguirlo es dejar sobre la mesa , cínicamente, todos esos ilícitos que hemos tenido desde tiempos inmemorables debajo de la alfombra. Para que no digan y se animen, yo les pondré el ejemplo, al fin y al cabo la acción penal ya prescribió:

1. Hace 42 años me llevé sin pagar El Esto, del puesto de revistas donde siempre lo compraba mi hermano porque en la portada se anunciaban las nuevas contrataciones que hacía el América y quería saber más sobre ese tal Héctor Miguel Zelada que traían como portero pero el dinero que me habían dado para ello , lo había gastado en los futbolitos de la tienda de Don Salvador.

2. En mi época estudiantil saque un litro de barbacoa de un comercio que ya no existe. poniéndole por encimita una cucharada de frijol y así pagar nomás el precio que valía este el cual era mucho más barato. También fui testigo de la expropiación de un paquete de jamón, un queso chihuahua y unas tortillas de harina de la tienda Ley pero les juro que yo solamente iba de acompañante de uno de los cincuenta y cuatro miembros y miembras que, ese semestre, habitábamos el comité pro casa de estudiante en la Garmendia 133.

3. Por último, porque quiero dejar algo para mi biografía , confieso que sustraje un libro de Efraín Huerta en reconocida librería de una ciudad del noroeste de un país del continente americano, porque quería aprender a escribir como él pero seguro me castigo dios porque hasta la fecha no puedo. En cuestiones de libros también me hice de uno de Derecho Romano de Guillermo Margadant pero ese si lo pagué porque eran de ilícita procedencia y El Vaquero, quien nos los vendía no los daba a un bajo precio y además no daba a escoger el color de la pasta que quisiéramos pues, dada su gran experiencia en esos menesteres, le permitía ofertar, incluso ,esa opción.

Hasta aquí la dejo, siguen ustedes, pero no me vaya a salir con que fue Teté.

Cuando trabajé en el sistema penitenciario, de doce internos a quienes le preguntabas respecto a su participación en el delito y los hechos que se le imputaban, trece juraban que eran inocentes.

Más de uno tenía razón, ya ven que tantas injusticias han existido en los terrenos de la procuración y/o impartición de justicia al grado tal de que en esta semana dios, con su voto a favor y cero en contra, nos ofrendó el remedio, pero otros, aún con un historial criminal que envidiaría el más corrupto de los sexenios del viejo PRI más ocho tomos que hablaban de sus antecedentes, pero además habiéndosele detenido con las manos en la masa, o sea en flagrancia, negaban todo con una verosimilitud histriónica.

En el terreno legal eso es muy válido pues estamos hablando de la llamada presunción de inocencia la cual es un derecho humano que establece que una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

Esto es un pilar del Estado de Derecho y una garantía judicial que se encuentra reconocida en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por más que en una sociedad con una muchedumbre despiadada y contagiada de soberbia o alguien cualquiera, desde un púlpito o una tribuna pero carente de honorabilidad, te señale, te impute, te juzgue y te condene, sin evidencia alguna, ni ganas de probarlo.

Pareciera que todo lo anterior es normal más de uno admira a quienes actúan de esa manera, negando toda fechoría o calumniando sin límites porque "así es esto", refiriéndose a una supuesta habilidad que en un lugar del primer mundo sería reprobada pero aquí, en este nación sin nombre en la cual habitó desde que me fui de México, dichas prácticas de negar todo y hacerte pasar como el más honest@ y congruente@ de la comarca sin serlo pero que tiene frente a ti a un centenar de individuos autómatas, que reciben todo sin chistar a costillas de una democracia prostituida y sin memoria que se aplaude.

No lo soporto pero intento comprenderlo, suponiendo, claro, que están conscientes de que simulan pero que no son capaces de reconocer embustes, porque les da mucha vergüenza o porque por fin les cayó una chamba nunca imaginada y ni modo, se tendrá que comer sapos por los siglos de los siglos, oh Marx.

El asunto está cuando, ya en tu casa antes de dormir o quitándote esa máscara, piensas como no queriendo, frente a un espejo del tamaño de tu memoria respecto a la ética de asumir responsabilidades y reconocer errores.

No cualquiera lo hace.

Aquí es donde la otra orilla se ve lejos y no se le dice la verdad o se le miente, a ningún otro, más que a ti.

Unos reconocerán que fueron malos muy malos en contraparte de los que en las películas de vaqueros les llamaban buenos, pero esa honestidad se pueden contar con los dedos de la única mano que le dejaron a don Álvaro Obregón.

"Neta, yo no fui, viejón" juraban algunos de los que volvían y volvían al cereso y en tanto ellos manifestaban eso en el departamento de ayudantía durante el preámbulo de su ingreso a indiciados, arriba, en el archivo, dos buenos amigos encargados de este, hacían quinielas sobre cuánto duraría afuera un recién liberado y simultáneamente buscaban el expediente del que otra vez regresaba "a casa" y que al modo de este par de campechanos servidores públicos, eso del reincidente, ya no era robo con violencia, sino robo con frecuencia.

Es verdad que hay pecados ajenos que alguien asume como propio y también lo es que dando las cara de manera valiente, otros reconocen o admiten una conducta sancionada por la ley o por la moral o por un pacto de voluntades entre dos o por los llamados usos y costumbres de una sociedad.

Esto no es una autoflagelación ni un ejercicio de falsa humildad. Sobre todo, es una práctica importante para el ejercicio ético de nuestras actividades laborales y personales. La integridad y la transparencia son valores fundamentales, como lo hemos visto a lo largo de los más de cincuenta artículos de ‘Ideas Circulares’ y vivirlos constantemente fortalece nuestra reputación y nos establece como expertos confiables” señala Federico Dalmaud, el estratega de contenidos y manager de crecimiento internacional

Esto me gustaría ver en la vida pública y poder confiar seguros en el personaje o la personaja que arenga frente a nosotros, prometiendo un mejoramiento de vida si logra que se encapriche el pueblo bueno y sabio y le dé el triunfo que anhelaba desde niño, al irse a dormir, luego de jugar horas y horas en la calle, o con los juguetes en el patio o con pistolas igualitas a las verdaderas o verdaderas de las que un irresponsable tiene en casa, sin medir el peligro de una accidente con daños o consecuencias irreversibles.

Como en el cereso, muchos y muchas se autoproclaman inocentes a pesar de múltiples acusaciones y yo no soy quien pueda negar tan pontificia vocación. Al contrario, soy el primero en salir en su defensa cuando alguien con lengua de doble filo osa en calumniarnos.

En serio, nomás me falta una capa para salir a exigir justicia en nombre de ellos.

El tren de la buena imagen se descarrila cuando los hechos de esos impolutos no empatan con sus palabras y entre el decir y el hacer hay un abismo.

Ahí si no cuenten conmigo porque me pierden para siempre.

Y no lo digo por mi pues mi fama pública y mi honorabilidad casi al llegar a los sesenta, se encuentra hecha pedazos. Interpelo a esa gente de inmoral discurso casi como lo hacía Porfirio Muñoz Ledo después de 1988, por me parece una total falta de respeto para esos ciudadanos genuinos y ciudadanas genuinas que sin andar jactándose de su congruencia le han dado mucho a su terruño , al mundo y a su familia anteponiendo siempre la honestidad en sus actos , por más difícil que esto sea.

Al resto, solo nos quedaría emularlos o tratar de ser mejores personas o cuando menos un tanto más sinceros reconociendo las maldades personales y no andar culpando a otros o aun pasado de que lo que acumuló nuestra incapacidad o una vida o una fama construida a punta de simulaciones.

Intentémoslo.

Y un primer esfuerzo para conseguirlo es dejar sobre la mesa , cínicamente, todos esos ilícitos que hemos tenido desde tiempos inmemorables debajo de la alfombra. Para que no digan y se animen, yo les pondré el ejemplo, al fin y al cabo la acción penal ya prescribió:

1. Hace 42 años me llevé sin pagar El Esto, del puesto de revistas donde siempre lo compraba mi hermano porque en la portada se anunciaban las nuevas contrataciones que hacía el América y quería saber más sobre ese tal Héctor Miguel Zelada que traían como portero pero el dinero que me habían dado para ello , lo había gastado en los futbolitos de la tienda de Don Salvador.

2. En mi época estudiantil saque un litro de barbacoa de un comercio que ya no existe. poniéndole por encimita una cucharada de frijol y así pagar nomás el precio que valía este el cual era mucho más barato. También fui testigo de la expropiación de un paquete de jamón, un queso chihuahua y unas tortillas de harina de la tienda Ley pero les juro que yo solamente iba de acompañante de uno de los cincuenta y cuatro miembros y miembras que, ese semestre, habitábamos el comité pro casa de estudiante en la Garmendia 133.

3. Por último, porque quiero dejar algo para mi biografía , confieso que sustraje un libro de Efraín Huerta en reconocida librería de una ciudad del noroeste de un país del continente americano, porque quería aprender a escribir como él pero seguro me castigo dios porque hasta la fecha no puedo. En cuestiones de libros también me hice de uno de Derecho Romano de Guillermo Margadant pero ese si lo pagué porque eran de ilícita procedencia y El Vaquero, quien nos los vendía no los daba a un bajo precio y además no daba a escoger el color de la pasta que quisiéramos pues, dada su gran experiencia en esos menesteres, le permitía ofertar, incluso ,esa opción.

Hasta aquí la dejo, siguen ustedes, pero no me vaya a salir con que fue Teté.

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