Los pueblos indígenas de México registran los mayores rezagos sociales, económicos y de salud del país pues sufren sistemáticamente valoraciones y prácticas discriminatorias, como el racismo y el clasismo. Esta discriminación ha permeado todos los ámbitos de la vida social del país, incluyendo los espacios de la salud y la educativa ¿o no?
Las ideologías discriminatorias y racistas han sido históricamente rasgos esenciales de la estructura social de México; estas valoraciones y prácticas se han “normalizado” en nuestra sociedad y se han incorporado como esquemas de pensamiento, de actuar y de sentir.
A pesar de las aspiraciones de igualdad y justicia asentadas en el marco constitucional, la sociedad se caracteriza por tener marcadas desigualdades socioeconómicas y expresiones de discriminación que afectan principalmente a los pueblos indígenas. Y es que esta misma desigualdad ha permeado en diferentes ámbitos, tanto en el de salud como en el educativo.
Para los indígenas, estar saludables es tener un equilibrio cósmico, en donde todo gira en torno a la madre tierra. En este concepto de salud, la vida tiene un vínculo estrecho con el sentido, la mente, el alma y la naturaleza. Todo mal contra la Tierra se le hace también al ser humano. Si se enferma la Tierra, se enferma todo. Incluso los adultos mayores indígenas se enferman tan sólo de saber que serán llevados a un hospital, porque el contexto en el que va a ser atendido se aleja de sus principios culturales.
A pesar de que algunas instituciones públicas intentan respetar los derechos básicos establecidos en la normativa jurídica, se quedan cortas en la propuesta y gestión de programas interculturales. Muchas veces podemos tener los programas sociales enfocados a la cultura indígena, sin embargo si no se pone en práctica con personal preparado y calificado, no servirá de mucho.
En un Estado de Derecho que pretenda tener justicia en aspectos relacionados con la salud indígena, se ha de ejercer el sincretismo de la medicina convencional con la tradicional, de manera que el servicio se acople a los principios culturales de estas poblaciones ancestrales, y ¡Ojo! No estoy diciendo que la medicina “tradicional” deba estar por encima de la medicina basada en evidencia, misma que sabemos tiene mucho mayor rigor científico y probado; pero si esa sensibilidad y habilidad para transmitir a este grupo social que poco entiende de nuestras prácticas.
Se ha estimado que en alrededor de una quinta parte de localidades en México, la mayoría rurales dispersas, casi la mitad de sus habitantes es población indígena y 21% de la población total se considera como tal. En esta población, las deficiencias en los servicios médicos ambulatorios, que es, puerta de entrada al sistema de salud, representan un problema determinado por factores sociales y culturales, además del cambiante patrón de utilización de los servicios ambulatorios debido a la transición epidemiológica y crecimiento demogràfico, qué decir de la apatìa de la poblaciòn.
Si hay un grupo poblacional que siempre ha vivido en la marginación y en la pobreza, olvidados muchas veces por los programas sociales, carentes de acceso a los servicios de salud, esos son los 25 millones de indígenas que ahora les está comenzado a pegar el Covid-19, especialmente en las zonas rurales. El riesgo de un indígena de fallecer por Covid-19 es siete veces mayor con respecto a otro enfermo ¡imagínese! No hay que perder de vista que muchas localidades de este sector de la población no tienen los grandes hospitales que hay en las ciudades y que para llegar a donde los atiendan tienen que caminar o transportarse durante varias horas. Cuentan con centros de salud, pero muchos de ellos sin medicamento ni personal especializado y a veces sin médico y sin menospreciar a las llamadas “parteras”, los gobiernos prefieren apoyarlas a enviar personal médico para una adecuada atención y así mantener tranquila a la población indígena, pero no sana.
Tal parece que salud, está igual que el tema educativo, “¡De la chingada!” dijo Emilia, indígena Triqui en respuesta a las clases en línea, quien no tiene computadora, tablet o smartphone, es más, ni energía eléctrica.