/ martes 2 de julio de 2024

Vidas y libros | Miremos al cielo

El cielo ha sido una parte integral de nuestra existencia desde tiempos inmemoriales. Desde la creación de los dioses, siempre ligados al universo, hasta la importancia de los fenómenos naturales celestiales en la medición del tiempo, el cielo ha dejado una huella profunda en nuestra cultura. El paso de la luna y el recorrido del sol han sido descritos innumerables veces en la literatura, y fenómenos como los eclipses, las auroras boreales y el paso de cometas han sido utilizados para explicar hechos históricos. Todos los géneros literarios contienen notables líneas o versos dedicados a los astros.

Menciono esto porque, a partir del gran interés que tiene mi hijo por el sistema solar, la semana pasada visité con mi familia el Observatorio del Centro Ecológico de Hermosillo, Sonora. Antes de ir buscamos información para confirmar si estaba abierto en los horarios anunciados, pero no encontramos ninguna actualización en redes sociales. Llamamos a los teléfonos señalados y nadie respondió, por lo que mis expectativas eran bajas y pensé que estaría cerrado.

Decidimos ir y para nuestra sorpresa estaba abierto. En taquilla nos recibieron con mucha amabilidad. En medio de una tarde que se convertía en noche mientras subíamos al Observatorio, escuchamos los sonidos de los animales. Los sahuaros, choyas y mezquites nos observaban silenciosamente, y rápidamente quedamos cautivados por la serenidad de la naturaleza.

Dentro del Observatorio recorrimos rápidamente la exhibición y esperamos unos minutos a que llegara más gente para que el guía comenzara con su exposición. Antes de subir al telescopio, el encargado del Observatorio nos explicó aspectos básicos sobre la luna y el universo. Me llamó especialmente la atención la última parte de su exposición, donde abordó las expectativas que solemos tener al imaginar el universo y la realidad que se puede observar a través de un telescopio.

Cuando llegó el momento de usar el telescopio, subimos lentamente las escaleras hacia un domo metálico iluminado por una luz roja. El guía calibró el telescopio y observamos una de las estrellas más brillantes en ese momento. Al minuto siguiente, tuvo que ajustar la posición del telescopio debido al movimiento tanto de la estrella como de la Tierra.

Mientras las demás personas miraban entusiasmadas por el telescopio, reflexioné sobre lo natural que es mirar el espacio y plantearnos preguntas como: ¿a cuántos kilómetros está la luna? ¿Cómo serán los demás planetas? ¿Somos los únicos en el universo? ¿Qué desconocemos de nuestro sistema solar?

También pensé en cómo hemos perdido esa capacidad de asombro por el universo. No sé si es por el cine o la televisión, pero en la ciudad rara vez miramos al cielo. El manto estelar nocturno pasa desapercibido para nosotros. Observar el universo regularmente y tener un telescopio en cada escuela debería ser parte de una cultura educativa que fomente la reflexión sobre nuestro lugar en el cosmos.

Aunque el Observatorio tiene algunas limitaciones, recomiendo llevar a los niños para que miren de cerca las estrellas, la luna y, con un poco de suerte, algunos planetas. En el mismo tenor invito a las autoridades a promover más este lugar y mejorar sus instalaciones. La capital del estado merece un mejor telescopio y un observatorio de primer nivel.

Fomentar el interés por el universo puede ser difícil, aunque es una actividad que puede practicarse gratuitamente cada noche como una forma de unión familiar o para fortalecer los vínculos con los hijos. En una época dominada por la luz artificial, el ruido constante y la hiperconectividad, solo la curiosidad infantil, libre de los excesos materiales, y los recientes lanzamientos de SpaceX, pueden motivar a los adultos a mirar hacia el cielo.

El cielo ha sido una parte integral de nuestra existencia desde tiempos inmemoriales. Desde la creación de los dioses, siempre ligados al universo, hasta la importancia de los fenómenos naturales celestiales en la medición del tiempo, el cielo ha dejado una huella profunda en nuestra cultura. El paso de la luna y el recorrido del sol han sido descritos innumerables veces en la literatura, y fenómenos como los eclipses, las auroras boreales y el paso de cometas han sido utilizados para explicar hechos históricos. Todos los géneros literarios contienen notables líneas o versos dedicados a los astros.

Menciono esto porque, a partir del gran interés que tiene mi hijo por el sistema solar, la semana pasada visité con mi familia el Observatorio del Centro Ecológico de Hermosillo, Sonora. Antes de ir buscamos información para confirmar si estaba abierto en los horarios anunciados, pero no encontramos ninguna actualización en redes sociales. Llamamos a los teléfonos señalados y nadie respondió, por lo que mis expectativas eran bajas y pensé que estaría cerrado.

Decidimos ir y para nuestra sorpresa estaba abierto. En taquilla nos recibieron con mucha amabilidad. En medio de una tarde que se convertía en noche mientras subíamos al Observatorio, escuchamos los sonidos de los animales. Los sahuaros, choyas y mezquites nos observaban silenciosamente, y rápidamente quedamos cautivados por la serenidad de la naturaleza.

Dentro del Observatorio recorrimos rápidamente la exhibición y esperamos unos minutos a que llegara más gente para que el guía comenzara con su exposición. Antes de subir al telescopio, el encargado del Observatorio nos explicó aspectos básicos sobre la luna y el universo. Me llamó especialmente la atención la última parte de su exposición, donde abordó las expectativas que solemos tener al imaginar el universo y la realidad que se puede observar a través de un telescopio.

Cuando llegó el momento de usar el telescopio, subimos lentamente las escaleras hacia un domo metálico iluminado por una luz roja. El guía calibró el telescopio y observamos una de las estrellas más brillantes en ese momento. Al minuto siguiente, tuvo que ajustar la posición del telescopio debido al movimiento tanto de la estrella como de la Tierra.

Mientras las demás personas miraban entusiasmadas por el telescopio, reflexioné sobre lo natural que es mirar el espacio y plantearnos preguntas como: ¿a cuántos kilómetros está la luna? ¿Cómo serán los demás planetas? ¿Somos los únicos en el universo? ¿Qué desconocemos de nuestro sistema solar?

También pensé en cómo hemos perdido esa capacidad de asombro por el universo. No sé si es por el cine o la televisión, pero en la ciudad rara vez miramos al cielo. El manto estelar nocturno pasa desapercibido para nosotros. Observar el universo regularmente y tener un telescopio en cada escuela debería ser parte de una cultura educativa que fomente la reflexión sobre nuestro lugar en el cosmos.

Aunque el Observatorio tiene algunas limitaciones, recomiendo llevar a los niños para que miren de cerca las estrellas, la luna y, con un poco de suerte, algunos planetas. En el mismo tenor invito a las autoridades a promover más este lugar y mejorar sus instalaciones. La capital del estado merece un mejor telescopio y un observatorio de primer nivel.

Fomentar el interés por el universo puede ser difícil, aunque es una actividad que puede practicarse gratuitamente cada noche como una forma de unión familiar o para fortalecer los vínculos con los hijos. En una época dominada por la luz artificial, el ruido constante y la hiperconectividad, solo la curiosidad infantil, libre de los excesos materiales, y los recientes lanzamientos de SpaceX, pueden motivar a los adultos a mirar hacia el cielo.