/ domingo 9 de octubre de 2022

Visión económica | Hambrunas, guerras, pandemias, migraciones e inflación

Recientemente, algunos lectores acertadamente nos han cuestionado acerca del sentido u orientación pesimista de varias de nuestras publicaciones.

En efecto, compartimos sus opiniones; empero, sólo es necesario enterarse y reconocer mediante parámetros, estadísticas e indicadores duros o confiables de todos los medios de información y comunicaciones, nacionales e internacionales, que la situación socioeconómica en México y en todo el mundo, está en condiciones muy difíciles y negativas, no sufridas en lo que va del presente siglo.

En este complejo e inédito entorno multifacético multidimensional, lo primero que los gobernantes, los analistas, los tomadores de decisiones públicos o privados, los empresarios, académicos y toda la sociedad en su conjunto, tenemos que hacer en México, es admitir la difícil problemática.

Para poder resolver un problema, primero tenemos que reconocerlo, admitirlo, estudiarlo e identificarlo; si no lo hacemos así, jamás vamos a encontrar su solución. Por esto no solucionamos la atonía económica, por eso no abatimos la delincuencia, por eso no controlamos la pandemia del Covid que ahorita resurge en varios países como China y en Estados Unidos.

Sin la falsa demagogia del desbordado optimismo gubernamental sin sustento, todos debemos reconocer que tenemos problemas muy graves. Aunque todos los gobiernos aplican estrategias de vender optimismo, no es correcto mentir diariamente al pueblo sabio y reiterar que ahora el pobre pueblo pobre está feliz, feliz, feliz.

La terrible guerra entre Rusia y Ucrania, ha provocado una crisis humanitaria con miles de muertos y más de cinco millones de ucranianos que huyen de su invadido país, y hoy buscan refugio en todo el mundo. Aquí, hasta Tijuana, Baja California, están llegando cientos de ellos buscando asilo en los Estados Unidos.

También debido a las secuelas de la pandemia del Covid-19, se han agravado las crisis económicas y humanitarias, las migraciones desde Europa Oriental al Occidente se han incrementado considerablemente, aunadas a las crecientes migraciones de miles de africanos hacia Europa, y también de sudamericanos hacia los Estados Unidos.

Durante los primeros cuatro meses de este año las autoridades migratorias de Estados Unidos reportan la detención de más de un millón de migrantes tratando de cruzar la frontera sin los documentos migratorios.

Además de la pandemia, las guerras en Europa Oriental, en África, en el Medio Oriente, etc., nos están alejando aún más del objetivo de las Naciones Unidas de eliminar las hambrunas y la desnutrición en todas las naciones para finales de esta década.

A nivel mundial, sólo debido a la pandemia, se estima que actualmente una de cada tres personas en el mundo sufre por hambre y desnutrición, a consecuencia de la agravante pobreza extrema y las hambrunas generalizadas, o sean, 2 mil 377 millones de personas, localizados mayormente en los países subdesarrollados; esto es 300 millones de bocas hambrientas más que durante el año pasado 2021.

La guerra en Ucrania está causando una escasez mundial de alimentos e insumos agrícolas como fertilizantes, además de la marcada disminución de gas y petróleo, que provocan un alza de precios e inflación no vista desde hace cuatro décadas. Según la FAO de la ONU el aumento de precios de los alimentos en el mundo, ya rebasa al 30% anual.

En Europa, Estados Unidos y en México, las tasas de inflación podrían cerrar este nefasto año 2022 con índices cercanos al 10%. Aquí el riesgo más dañino serían los mayores precios de la canasta alimentaria básica, lo que afectaría a las clases más desprotegidas y pobres de 50 millones de mexicanos.

En fin, este entorno internacional y nacional tan adverso, está creando una crisis de círculo vicioso de muy bajo crecimiento económico menor al 2%; con alta inflación, que generaría la más temida estanflación; esto es, atonía económica, desempleo y más, aun mas pobreza y miseria de la ya padecemos.

Ahora bien, en lo interno, este círculo vicioso se puede romper reorientando nuestra política económica hacia la aplicación de mayores inversiones públicas y privadas, nacionales y extranjeras; para lo cual necesitamos fortalecer el Estado de Derecho, restablecer la paz y seguridad pública, y combatir efectiva y eficientemente, sin demagogia ni mentiras la grave corrupción prevaleciente.