/ domingo 30 de octubre de 2022

Visión económica | Sistema Alimentario Mexicano del siglo XXI

En entrega anterior comentamos que, debido a la guerra entre Ucrania y Rusia, se pronostica que próximamente el mundo sufrirá altos índices de inflación no padecidos en décadas, a consecuencia de la escasez mundial de petróleo, gas, minerales e insumos básicos como fertilizantes, y carestía de productos básicos en la canasta alimentaria como los granos, leche, oleaginosos, hortalizas, frutales, etc.; que aquellas naciones surtían al mundo en gran proporción.

Ahora además de la testaruda pandemia del Covid que no se quiere ir y reaparece con una cuarta ola en China y Asia, la guerra en Europa Oriental, la subida de los precios de energéticos, minerales, metales y sobre todo de alimentos, así como incrementos en las tasas de interés; están alertando a todos por la amenaza de otra crisis global.

Semanas atrás, esta Visión Económica analizaba que, frente a este adverso entorno internacional, México puede y debe instrumentar de manera urgente, en este mismo ciclo agrícola primavera-verano, una estrategia de política económica que de inmediato canalice mayores recursos financieros, tecnológicos, productivos y económicos al sector agropecuario.

Esto es urgente e imperativo porque ya no podemos seguir importando de otros países buena parte de la leche, el maíz o el trigo, que son ingredientes fundamentales en la dieta del pueblo, y que hemos venido importando en mayor cuantía y a costos más altos cada día.

Ahora es pertinente traer a la actualidad aquel mundialmente famoso programa de desarrollo agropecuario aplicado hace 45 años, denominado Sistema Alimentario Mexicano, el S.A.M., mediante el cual México logró sembrar y cosechar casi la totalidad de nuestra frontera agrícola de 27 millones de hectáreas de superficie cultivable; y logramos la soberanía y autosuficiencia alimentaria.

Sin embargo, desde la década perdida de los ochenta, el Estado, Gobierno y toda la sociedad han abandonado al sector primario de la economía, privilegiando otras áreas con menor importancia socioeconómica y menos trascendentales que el campo, cuyo abandono es el origen de muchos de los problemas económicos como la migración del campo a las ciudades o a Estados Unidos, la creciente pobreza, la alarmante violencia y consecuente corrupción y delincuencia de las zonas rurales empobrecidas.

Además de las crisis humanitarias de la pobreza extrema y alimentaria, que afecta acerca de la mitad de la población mexicana, debido al grave error macroeconómico de ignorar al sector primario de la economía, México se ha convertido en uno de los mayores importadores de alimentos del mundo, sobre todo maíz y leche en polvo; negativa situación que podemos y tenemos que evitar produciendo aquí en el país, como ya lo hicimos antes, ambos productos básicos para el primordial consumo y bienestar del pueblo.

Los altos niveles de producción de alimentos que se alcanzaron con el SAM, fueron resultado de cuantiosas inversiones gubernamentales en las zonas rurales y en los predios agrícolas y ganaderos de la nación.

De esta manera se lograron récords de productividad y producción de algunos básicos como maíz y trigo; pero lamentablemente, se dejó de invertir, se desplomó la producción y hoy estamos importando la mitad del maíz para las tortillas que nos comemos.

Por lo tanto, hoy podemos y debemos instrumentar una moderna estrategia de política agrícola pertinente ante la situación actual del país y del mundo. Una estrategia de crecimiento de la producción y desarrollo rural, generadora de empleos y bienestar de los campesinos, mayormente en las grandes zonas marginadas de agricultura de subsistencia.

Hoy es posible redireccionar o reasignar los recursos financieros necesarios, de unos presupuestos imaginarios el año pasado ante circunstancias muy distintas. Se pueden tomar recursos de otras partidas como las asignadas a los partidos políticos, a los senadores, diputados, la alta burocracia, etc.

En esta situación de emergencia, quizás se puede recurrir al endeudamiento justificado, o bien, tal vez, a los importes de excedentes petroleros que, a un precio promedio anual de 60 dólares por barril, generaría ingresos adicionales para Pemex y Gobierno, y no presupuestados, por más de 180 mil millones de pesos extras.

Ahora bien, si el subsidio a las gasolinas suma 400 mil millones; en un modernizado SAM se podrían invertir 200 mil millones de pesos, y así cumplir con el enunciado de “por el bien de todos primero los pobres”, campesinos quienes por falta de inversiones productivas no pueden producir la comida que requiere toda la población.