/ sábado 25 de marzo de 2023

Voz de vuelta | Evolución / Involución

A principios de marzo vi una publicación en el Facebook del escritor Franco Félix sobre el uso de Inteligencia Artificial (IA): “Me he divertido mucho. Le pedí al robot que intentara escribir un relato como si fuera yo. Y esto fue lo que hizo, una combinación entre Kafka y Sōseki”. Luego de leer el texto, mi reacción fue aplicar el emoticon de asombro. ¿Dónde lo hizo y cómo era posible que resultara tan parecido a su estilo? No lo entendí hasta hace unos días, cuando mi hijo adolescente me enseñó la plataforma. ¿o sea, cómo? Al verla até cabos sobre otras publicaciones en el muro de la gestora cultural Liliana López Borbón, en alusión al chat GPT. Me daba pena preguntar de qué hablaba. Luego, para completar la triada de anécdotas, Yoanna Romo, de El Sol de Hermosillo, me pidió que respondiera a un sondeo de opinión ¿Qué impacto tiene la IA hoy en día? ¿Qué puedo decir de algo que apenas estoy conociendo? Acto seguido, vi un par de videos en YouTube para saber de qué va. Obviamente dos videos no son ni la milésima parte de lo que necesito para entender esto que tiene en revolución a medio mundo. Yo vivo en la otra mitad donde apenas estamos asomándonos.

Quizás mi anecdotario resulte trivial, puedo entenderlo, pero es que en los últimos 30 años los avances tecnológicos me (nos) han cambiado la vida de manera profunda. Me tocaron los teléfonos analógicos, los bípers (¿cómo olvidar cuando dictaba un mensaje de amor o un reclamo a una persona extraña a través del teléfono Nokia?), los discos de acetato, los walkmans para casete y luego —bien moderna— los reproductores de CD para escuchar música. Cuando me hablaron del Messenger no podía creer que si me conectaba a una computadora a cierta hora en Hermosillo podría hablar con otra persona que estaba en Tijuana, ¿es broma, verdad? Ahora los teléfonos cada vez más pequeños y prácticos sirven para tomar fotos, videos, ver correos, redes sociales y comunicarnos a través de WhatsApp, pedir comida, viajes en Uber, escuchar Spotify, entrar al Google Maps para saber exactamente cómo llegar a un lugar. ¡Gracias al cielo en mi niñez no había celulares ni redes sociales! Recuerdo cuando un compañero me dejó de tarea averiguar qué era Twitter. Mis álbumes de familia son piezas de museo, ahora están en Facebook. Encontrar lo que te interesaba saber en Google sacó de la carrera los diccionarios y enciclopedias. La renta de películas en Blockbuster caducó para abrir la puerta a Netflix. Los programas de televisión ahora tienen que verse también en redes. Gracias al Zoom y los streaming sobrevivimos la pandemia ¡Qué onda con las Kindle para leer libros electrónicos!

Ahora la IA nos vuelve a sacudir. En este Chat GPT puedes pedir que te defina lo que quieras, una traducción, un resumen, un análisis, una tabla con tantas columnas que tengan la información que quieres, una lista de lo que necesites, que te dé una idea, que actúe como si fuera un guionista y te escriba un guión, lo que quieras, hasta crear códigos. Hasta ahí voy, sin dimensionar aún lo bueno y lo malo que tiene y que tendrá.

¿Cómo nos adaptaremos a la IA? ¿Qué impacto tendrá esta herramienta en el sector educativo, en la creación artística, en las empresas, en nuestra vida diaria? Perdonen la ingenuidad o limitada visión que aún tengo del tema. Al escuchar al youtuber “Salvaje”, me llama la atención este dato: en 1992 en el mundo sólo existían 10 páginas web y en la actualidad tenemos acceso a 1,800 millones de páginas web. Accedemos a un contenido exorbitante. ¿Nos ha permitido ser mejores?

Por otro lado, en forma paralela al tema que me ha inquietado estos días, pienso en la involución a la que hago referencia en el título de esta Voz ante noticias que nos muestran la indiferencia al dolor ajeno, actos de corrupción y violencia, narcotráfico, bullying, rechazo por raza, género, ideologías. Aplaudo la evolución tecnológica con risa de nervios, pero me preocupa bastante el retroceso social que estamos viviendo mientras nos distraemos con TikTok.

A principios de marzo vi una publicación en el Facebook del escritor Franco Félix sobre el uso de Inteligencia Artificial (IA): “Me he divertido mucho. Le pedí al robot que intentara escribir un relato como si fuera yo. Y esto fue lo que hizo, una combinación entre Kafka y Sōseki”. Luego de leer el texto, mi reacción fue aplicar el emoticon de asombro. ¿Dónde lo hizo y cómo era posible que resultara tan parecido a su estilo? No lo entendí hasta hace unos días, cuando mi hijo adolescente me enseñó la plataforma. ¿o sea, cómo? Al verla até cabos sobre otras publicaciones en el muro de la gestora cultural Liliana López Borbón, en alusión al chat GPT. Me daba pena preguntar de qué hablaba. Luego, para completar la triada de anécdotas, Yoanna Romo, de El Sol de Hermosillo, me pidió que respondiera a un sondeo de opinión ¿Qué impacto tiene la IA hoy en día? ¿Qué puedo decir de algo que apenas estoy conociendo? Acto seguido, vi un par de videos en YouTube para saber de qué va. Obviamente dos videos no son ni la milésima parte de lo que necesito para entender esto que tiene en revolución a medio mundo. Yo vivo en la otra mitad donde apenas estamos asomándonos.

Quizás mi anecdotario resulte trivial, puedo entenderlo, pero es que en los últimos 30 años los avances tecnológicos me (nos) han cambiado la vida de manera profunda. Me tocaron los teléfonos analógicos, los bípers (¿cómo olvidar cuando dictaba un mensaje de amor o un reclamo a una persona extraña a través del teléfono Nokia?), los discos de acetato, los walkmans para casete y luego —bien moderna— los reproductores de CD para escuchar música. Cuando me hablaron del Messenger no podía creer que si me conectaba a una computadora a cierta hora en Hermosillo podría hablar con otra persona que estaba en Tijuana, ¿es broma, verdad? Ahora los teléfonos cada vez más pequeños y prácticos sirven para tomar fotos, videos, ver correos, redes sociales y comunicarnos a través de WhatsApp, pedir comida, viajes en Uber, escuchar Spotify, entrar al Google Maps para saber exactamente cómo llegar a un lugar. ¡Gracias al cielo en mi niñez no había celulares ni redes sociales! Recuerdo cuando un compañero me dejó de tarea averiguar qué era Twitter. Mis álbumes de familia son piezas de museo, ahora están en Facebook. Encontrar lo que te interesaba saber en Google sacó de la carrera los diccionarios y enciclopedias. La renta de películas en Blockbuster caducó para abrir la puerta a Netflix. Los programas de televisión ahora tienen que verse también en redes. Gracias al Zoom y los streaming sobrevivimos la pandemia ¡Qué onda con las Kindle para leer libros electrónicos!

Ahora la IA nos vuelve a sacudir. En este Chat GPT puedes pedir que te defina lo que quieras, una traducción, un resumen, un análisis, una tabla con tantas columnas que tengan la información que quieres, una lista de lo que necesites, que te dé una idea, que actúe como si fuera un guionista y te escriba un guión, lo que quieras, hasta crear códigos. Hasta ahí voy, sin dimensionar aún lo bueno y lo malo que tiene y que tendrá.

¿Cómo nos adaptaremos a la IA? ¿Qué impacto tendrá esta herramienta en el sector educativo, en la creación artística, en las empresas, en nuestra vida diaria? Perdonen la ingenuidad o limitada visión que aún tengo del tema. Al escuchar al youtuber “Salvaje”, me llama la atención este dato: en 1992 en el mundo sólo existían 10 páginas web y en la actualidad tenemos acceso a 1,800 millones de páginas web. Accedemos a un contenido exorbitante. ¿Nos ha permitido ser mejores?

Por otro lado, en forma paralela al tema que me ha inquietado estos días, pienso en la involución a la que hago referencia en el título de esta Voz ante noticias que nos muestran la indiferencia al dolor ajeno, actos de corrupción y violencia, narcotráfico, bullying, rechazo por raza, género, ideologías. Aplaudo la evolución tecnológica con risa de nervios, pero me preocupa bastante el retroceso social que estamos viviendo mientras nos distraemos con TikTok.