/ sábado 31 de agosto de 2024

Voz de vuelta / Sororidad

Debo confesar que la palabra sororidad me parecía un tanto rara, forzada, difícil de pronunciar, pero en los últimos días la he nombrado sin dificultad, sintiéndola necesaria y urgente. Esta palabra proviene del latín "soror" (hermana) y se ha adoptado para expresar solidaridad y apoyo entre mujeres. ¿Qué situaciones requieren de nuestra sororidad? Creo que todas las que nos han expuesto a la injusticia y a la discriminación, al odio y a la violencia física o emocional.

Hace poco me tocó enfrentar dinámicas laborales que no parecían malas: que no me vieran aunque estuviera ahí; que ignoraran mis ideas; que la persona con la que precisamente debía hablar para lograr objetivos comunes, se negara a dialogar conmigo; que infravaloraran mi experiencia asumiendo que sabían lo que evidentemente no dominan; que mi jefe directo me mirara con desprecio y fuera irónico en sus mensajes.

Cuando conversé con mi hermana y un par de amigas sobre el tema, se sorprendieron al escuchar una teoría que se coló en mis pensamientos algunas veces: ¿será mi forma de vestir, mi físico, mi forma de ser, será que no soy tan buena como creía, será que no sirvo, será que no debí haber contestado, será que no debí expresar lo que siento, será que no debería ser como soy?

Yo sé que esas preguntas no son válidas, que no debía sentirme así, que no podía permitir que esa persona desde su posición de poder destruyera mi autoestima. No lo hice, no lo permití y en ese inter, supe más que nunca la importancia de ser sororas.

Lastimosamente, este sentimiento es más común de lo que creemos y muchas personas han preferido no ver y no actuar en contra de estas prácticas. También, muchas mujeres se van de estos espacios laborales para recuperar su paz, se van para cuidar su salud mental como si al final fuera su culpa no aguantar el “mal humor” de un jefe o una jefa. Se van sin un gracias y con campañas internas que intentan desprestigiarlas.

Me queda claro que no podemos regalar la comodidad de nuestro silencio y que ni el sueldo, ni el miedo deberían ser razones para tolerar espacios hostiles y llenos de violencia cotidiana. Vamos pues, a combatir en serio el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Les invito a compartir sus experiencias.

Debo confesar que la palabra sororidad me parecía un tanto rara, forzada, difícil de pronunciar, pero en los últimos días la he nombrado sin dificultad, sintiéndola necesaria y urgente. Esta palabra proviene del latín "soror" (hermana) y se ha adoptado para expresar solidaridad y apoyo entre mujeres. ¿Qué situaciones requieren de nuestra sororidad? Creo que todas las que nos han expuesto a la injusticia y a la discriminación, al odio y a la violencia física o emocional.

Hace poco me tocó enfrentar dinámicas laborales que no parecían malas: que no me vieran aunque estuviera ahí; que ignoraran mis ideas; que la persona con la que precisamente debía hablar para lograr objetivos comunes, se negara a dialogar conmigo; que infravaloraran mi experiencia asumiendo que sabían lo que evidentemente no dominan; que mi jefe directo me mirara con desprecio y fuera irónico en sus mensajes.

Cuando conversé con mi hermana y un par de amigas sobre el tema, se sorprendieron al escuchar una teoría que se coló en mis pensamientos algunas veces: ¿será mi forma de vestir, mi físico, mi forma de ser, será que no soy tan buena como creía, será que no sirvo, será que no debí haber contestado, será que no debí expresar lo que siento, será que no debería ser como soy?

Yo sé que esas preguntas no son válidas, que no debía sentirme así, que no podía permitir que esa persona desde su posición de poder destruyera mi autoestima. No lo hice, no lo permití y en ese inter, supe más que nunca la importancia de ser sororas.

Lastimosamente, este sentimiento es más común de lo que creemos y muchas personas han preferido no ver y no actuar en contra de estas prácticas. También, muchas mujeres se van de estos espacios laborales para recuperar su paz, se van para cuidar su salud mental como si al final fuera su culpa no aguantar el “mal humor” de un jefe o una jefa. Se van sin un gracias y con campañas internas que intentan desprestigiarlas.

Me queda claro que no podemos regalar la comodidad de nuestro silencio y que ni el sueldo, ni el miedo deberían ser razones para tolerar espacios hostiles y llenos de violencia cotidiana. Vamos pues, a combatir en serio el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Les invito a compartir sus experiencias.