El Estado Interno de Occidente creado en 1824 tiene un nombre de poca raigambre regional. De hecho, parece fuera de lugar, pues en nuestro país el occidente se asocia a los estados de Nayarit, Colima, Jalisco y Michoacán. Sin embargo, las palabras que lo componen: “interno” y “occidente”, fueron usadas en la época del dominio hispánico para denominar una de las grandes jurisdicciones que dividían el gobierno del “septentrión novohispano”: la Comandancia General de las Provincias Internas Occidentales que comprendía los territorios de las intendencias de Durango y Arizpe, las Californias y Nuevo México.
La palabra “interno”, derivaba de la expresión “tierra adentro”; la cual se usaba para designar territorios lejanos de los centros políticos; con la denominación de provincias internas se aludía a territorios lejanos y en proceso de conquista y poblamiento hispano.
Con estos antecedentes conceptuales en mente Miguel Ramos Arizpe, líder federalista de Coahuila, propuso en el Congreso nacional de 1823, crear tres estados: El Estado Interno de Occidente, el Estado Interno del Norte y el Estado Interno de Oriente. Finalmente, para cuando se aprobó la Constitución de 1824, los dos últimos se disgregaron dando lugar a los estados de Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua y Durango. Nada más se mantuvo el Estado Interno de Occidente.
Si bien el nombre de Estado Interno de Occidente era novedoso, pues surgió en el marco del debate federalista, el territorio que contemplaba tenía una larga historia, pues fue creado en 1732 por real cédula, como la gobernación de Sinaloa, Sonora, Ostimuri, Culiacán, Rosario, y “provincias agregadas”.
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Estas provincias eran territorios a cargo de un funcionario conocido como alcalde mayor. Algunos eran dependientes de la Nueva Vizcaya y otros de la Nueva Galicia. Al crear esta circunscripción se pretendía mejorar el gobierno de las provincias haciéndolas depender de un solo gobernador, el cual residía en la villa de Sinaloa, por lo cual, en el momento de su fundación, era la primera provincia que se enumeraba.
Al paso del tiempo, por los cambios de residencia del gobernador o por el interés geopolítico de la Corona, la gobernación terminó denominándose gobernación de Sonora y Sinaloa. Su jurisdicción iniciaba en el río de las Cañas o de Bayona, como se denominaba en la época, en el límite actual de los estados de Sinaloa y Nayarit, y terminaba en el presidio de Tucson, en la Pimería Alta, actual estado de Arizona.
En 1788 la gobernación se convirtió en intendencia y su capital fue la ciudad de Arizpe, ubicada en la parte serrana del río Sonora, por lo que se le nombró Intendencia de Arizpe, aunque también se le designaba como de Sonora y Sinaloa. Es importante tener presente que estas denominaciones eran generales, para referirse a las partes alta y baja de la intendencia, respectivamente y no tenían nada que ver con las identidades de las personas que vivían en ellas.
En estos años todavía no había sonorenses y sinaloenses. Las identidades que se manejaban eran las de los grupos indígenas y las de los vecinos. Estos últimos podían incluir tanto a personas descendientes de los españoles, como aquellas que provenían de mezclas interculturales, denominadas “de razón” o castas.
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Sin embargo, se consideraba muy difícil gobernar eficientemente tan gran extensión. De ahí que se hicieran propuestas de dividir el territorio para mejorar su administración, pero no desde una óptica identitaria. Tales fueron las formuladas por el gobernador intendente Alejo García Conde desde 1804, los vecinos de Arizpe en 1809, o los diputados a congresos nacionales como Miguel Riesgo, Carlos Espinoza de los Monteros, entre otros, en los años 1822-1823. A pesar de lo anterior, en el Congreso Constituyente de 1824 se mantuvo unido el extenso territorio histórico de la gobernación. Con ello pronto volverían a surgir las propuestas para dividirlo, agregando al debate, ahora sí, elementos de índole identitario. Pero el espacio se ha acabado y ese tema será materia de una próxima contribución.
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