A 36 años del nacimiento de la compañía de Antares Danza Contemporánea, se hace necesario hacerle un reconocimiento por su esfuerzo y compromiso al producir arte de las más alta calidad. A través de sus creaciones, hoy más que nunca, Antares se ha consolidado como un agente cultural e histórico, un referente obligado en la producción simbólica de la danza contemporánea en Sonora y en el país. Por estas valiosas razones, (tanto para quien suscribe este texto; para estudiantes de los programas de formación de bailarines; para directoras y directores de otras agrupaciones de danza contemporánea), propongo realizar este reconocimiento a un proceso que inició a finales de los ochenta del siglo pasado, el cual y hasta el día de hoy, resuena vigorosamente como una entidad cultural invaluable. Para hacer una valoración del recorrido de Antares, es necesario recurrir a una breve contextualización, con el propósito de trascender sus aportes a favor de la construcción de una cultura corporal determinada.
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El surgimiento de Antares en 1987, marcó un punto de inflexión para el futuro desarrollo de la danza. Sus integrantes iniciales, en una primera etapa: Adriana Castaños, Isabel Romero, David Barrón y Miguel Mancillas, se propusieron por un lado, elaborar una danza de excelencia, con rigor técnico; así como la exploración de expresión del sentido del humor y el minimalismo, como características fundamentales de la producción de una danza cosmopolita y posmoderna, la cual se venía construyendo como parte de las innovaciones que sustentaba dicha condición posmoderna. En el caso de la danza, contraponerse a lo existente en cuanto a la forma de concebirse y gestionarse, específicamente en los parámetros estéticos de la danza teatro alemana (en particular de la coreógrafa Pina Bauch) y de la danza posmoderna norteamericana (del coreógrafo Mark Morris). Una primera etapa, que no tardó en manifestarse en elogios para sus integrantes en virtud de sus talentos individuales tanto técnicos y creativos, de tal manera que, a un año de formación de Antares, obtienen el Premio Nacional de Danza INBA-UAM, con la coreografía: Yo hubiera o hubiese amado (pretérito pluscuanperfecto del verbo amar).
En una segunda etapa, a pesar de la separación de sus integrantes originales en 1994, es Miguel Mancillas, quien toma las riendas de Antares, para imprimirle a partir de este nuevo proceso, su sello particular de pensar y hacer la danza. A saber, da continuidad a la creación de una danza bajo los parámetros de la danza teatro, apuntalada en el uso constante de elementos como las gesticulaciones y la voz; la utilización de espacios alternativos (ejemplo de ello, son obras de Cruor (a mi hermano Sergio de Gustavo, 1994), y Vestigio (9 minutos después, 1995) para la concreción de una exploración de diseños estéticos que buscaban provocar a los espectadores, al hacerlos sentir parte de un espacio humanizado por medio de ambientaciones oníricas, así como exponer una realidad social como posibilidad de una reflexión crítica, en cada temática abordada. El nuevo rumbo de Antares, tomado de la mano de Mancillas, una vez más hubo de manifestarse al obtener nuevamente el Premio Nacional de Danza INBA-UAM en 1997, con la coreografía: Apteros por ansia.
Las dos etapas de Antares, sin duda alguna, han sido gloriosas. No obstante, la gestión de Mancillas, en su papel de director, maestro y coreógrafo, ha resultado, por mucho, en una etapa plena en aciertos y madurez a partir de haber vivenciado una formación integral que propuso, hasta el día de hoy, la estética dancística de Antares. En efecto, Mancillas accedió a una formación integral y humanística en el Centro de Educación Artística “José Eduardo Pierson” del INBAL, en ese entonces, único espacio para la formación de la danza a varones. Allí se adentró no solo en los principios teóricos y metodológicos de la danza, además fortaleció su talento con una formación en las artes plásticas, el teatro y la música. En este contexto educativo recibió aprendizajes de dos maestros: del bailarín Fernando Castillo y de la maestra y coreógrafa Beatriz Juvera con quién vivenció la propuesta de formación que Juvera propugnaba: la denominada técnica general de la danza que buscaba la integración del ballet-Graham-Limón. Después en el contexto nacional, estudió la técnica de Xavier Francis, quien influyó a Miguel profundamente, así como con Isabel Hernández y en el Ballet Teatro del Espacio. En el ámbito internacional, en los años noventa, Miguel trabajó como bailarín con Montreal Danse durante un año.
Tal formación, influyó en definitiva a Mancillas, para lograr una construcción de identidad en Antares. Una identidad que gira en torno a la personalidad de Miguel, en tres niveles fundamentales: 1) Como director, dado que tiene claro que Antares es una compañía profesional de la danza, de ahí la exigencia para que sus integrantes mantengan una actitud de entrega y profesionalismo permanente; 2) Como maestro, se propuso crear una forma entrenamiento corporal que, a su vez, fuera útil como disciplina técnica rigurosa y fomentara una identidad estilística de movimiento en sus bailarines; 3) Como coreógrafo, supo concretar una estructura sólida para la creación estética consistente en utilizar el estilo de entrenamiento para la configuración del fraseo de movimiento expresivo, a partir de una temática previamente propuesta por Mancillas.
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Finalmente, el éxito de Antares, en estos 35 años y más, se debe a los varios factores antes mencionados que Mancillas vigila se cumplan siempre a cabalidad. Es por todo eso, que los sonorenses estamos orgullosos de los alcances de Antares, pues su vigencia repercute en la consolidación de la memoria cultural necesaria para nuestra sociedad. La danza contemporánea en Sonora, tiene en Antares un digno representante, y si bien la aceptación y el gran desarrollo de ésta se ha ejercido también por otras importantes agrupaciones dancísticas, es innegable que su labor permanece vital y auténtica.
Felicidades a Antares y a todos sus talentosos integrantes, por la permanencia durante más de 35 años y por hacer de la vida un abanico de metáforas sorprendentes.
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