Calaveritas literarias: una tradición mexicana

Desde el alcalde Antonio Astiazarán hasta el gobernador Alfonso Durazo, estos escritos presentan una serie de versos divertidos y satíricos

El Sol de Hermosillo

  · viernes 1 de noviembre de 2024

En algunas comunidades indígenas cada vela representa un difunto, es decir, el número de veladoras que tendrá el altar dependerá de las almas que quiera recibir la familia / Foto: Cortesía | Sabor y Estilo

Entre divertidas y satíricas, las calaveritas literarias forman parte de una tradición mexicana que se relaciona al Día de Muertos y que van dirigidas ya sea como homenaje, crítica o solo un momento chusco.

En esta ocasión varios colaboradores y lectores de El Sol de Hermosillo comparten una serie de textos donde los protagonistas son desde el alcalde de Hermosillo, Antonio Astiazarán, hasta el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, y cronistas de diversos municipios de la entidad.

Autor: Salvador Ávila

Calaverita a Alfonso Durazo

Inmóvil en la oscuridad la muerte espera
La oportunidad de aparecerse entera
En la cima del cerro de la campana espía
A un gobernador que en su escritorio escribía

Da un salto la parca, intenta congelarlo
Durazo la observa, la calma conserva
Vuelve flaca infame a ser tierra oscura
Que en Sonora no tienes soltura

El mar de Cortés con su belleza nos cuida
Los atardeceres vibran con finesa y hermosura
Tierra de oportunidades donde brilla la blancura
A ras de suelo estoy lejos de la entraña oscura

La roca escala a paso lento
La flaca desdichada se retira fracasada
Pero que nadie confíe
La calaca volverá
Pero con el relevo generacional se encontrará

Calaverita a Antonio Astiazarán

Entre las sombras que todo anegan
Un rostro de repente aparece
Una letra tatuada en la frente
Como fuego que estremece

Es la M, que grita Muerte
Es la noche que se cierne
Entre la locura y la mesura

De repente una patrulla
Atraviesa la espesura
La Parca está desconcertada
Y al borde de la locura

Es el Toño que a la H defiende
De la flaca que la huida emprende
Acá te espero terrible muerte
que cuando vuelvas despachere enfrente

La huesuda entiende que, el Toño futuro tiene
En el ayuntamiento o en el edificio de al lado
La suerte esté echada y la muerte volverá
¿Con quién en Hermosillo se encontrará?

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Una ofrenda no es lo mismo sin el tradicional pan de muerto / Foto: Cortesía | Depor


Autor: Rigoberto Bujanda, Cronista de La Colorada.

Calaverita a Cristina Murrieta y Carlos Valenzuela

Entre palo verdes y vinoramas
muchos ruidos se escuchaban
se trataba de la muerte
que a Carlos Valenzuela acechaba.

Es muy grande el rancho de El Sapo
dónde lo podré encontrar?
se preguntaba la huesuda
que no paraba de buscar

Casa por casa, buscaba
sin tener de él razón.
Ya muy tarde y muy cansada
se durmió en un sillón.

Otro día muy temprano
la diligencia esperaba
desde Guaymas a Hermosillo
regularmente traficaba.

Entre meneos y votidos
a Hermosillo por fin llegó,
sin olvidar su cometido
a Carlitos encontró.

Muy fodongo y despreocupado
con la pierna cruzada
sentado en la mecedora
en casa de la murrietada.

Por fin te he encontrado
La huesos le gritó,
pero Carlos muy tranquilo
nada contestó.

Solamente con el dedo
a una esquina señalaba
donde estaba la Cristina
en su trabajo afanada.

Óigame usted señora
aquí no venga a gritar
que no ve que esta crónica
no he podido acabar.

La huesuda asustada
no supo que contestar
sólo a Carlos sentenciaba
¡El otro año te vengo a buscar!

Aquí ni colorín, ni colorado
nada de que esto se ha acabado
estos versos los compuse
en un multirutas sentado.


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