Por las noches, las calles del centro de la ciudad nuevamente comienzan a tomar vida, la música se puede escuchar a los alrededores y se ve a la gente portando sus cubrebocas, haciendo filas para entrar a los bares, antros y restaurantes que habían permanecido por casi 7 meses cerrados.
A las afueras de cada establecimiento se pueden encontrar señalamientos donde se indica que se debe portar el cubrebocas, el aforo, la importancia de utilizar gel antibacterial, la toma de temperatura y algunos señalamientos amarillos con negro para respetar la sana distancia.
¡En el Club Obregón no hay baile! Las personas permanecen en sus mesas mientras esperan el trago, algunos traen sus cubrebocas, otros lo acomodaron en el cuello, otros simplemente lo guardaron en sus bolsos.
La música está en lo más alto, no se ve a nadie bailando, gritando o haciendo barullo. La pista continúa en silencio, mientras algunos esperan volver a sacarle brillo.
Era medianoche y se alcanzaba a ver unos cuantos carros, algunos no pudieron entrar porque no tenían cubrebocas, otros simplemente se cansaron de esperar en la fila.
Lo guardias de seguridad llevan su contabilizador para saber cuántas personas entran, por cada 10 que salgan irán entrando dos o hasta cinco personas.
No, no están llenos, están en una capacidad mínima, la mitad o hasta menos, cada establecimiento cumple con el reglamento para mantener seguros a los clientes y trabajadores.
La hora del cierre, son las 24:00 horas y la gente debe estar afuera, esta vez no serán parte de la desvelada de los visitantes, poca gente, tomando medias, sin baile y cerrando temprano, ese es el costo que sigue cobrando la llegada del coronavirus a la entidad.