Conoce la historia de los jóvenes guerrilleros fusilados en 1968 en Sonora

En 1968 los movimientos estudiantiles y guerrilleros estaban en pleno auge; fue un grupo de ellos los últimos fusilados en la historia de Sonora

David Jaquez | El Sol de Hermosillo

  · miércoles 8 de septiembre de 2021

Los jóvenes del Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz” huían de Chihuahua / Foto: Cortesía | Facebook Colectivo Acero

Hace 53 años, soldados de la Quinta Zona Militar de Chihuahua y Policía Rural de Uruáchic, ejecutaron a un grupo de 5 estudiantes que conformaban el Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz”, en Rosario de Tesopaco, Sonora, luego de una serie de enfrentamientos con las autoridades.

Con base a un documento escrito por Ignacio Lagarda Lagarda, cronista municipal de Hermosillo, la mañana del 23 de agosto del año 1965, a 5 kilómetros de la comunidad de Gosogáchic, en el punto llamado “La Mesa Larga”, en el estado de Chihuahua, los guerrilleros se encontraron de frente con las tropas comandadas por el teniente coronel Gregorio López, al mando de 125 soldados de la Quinta Zona Militar de Chihuahua, reforzados por miembros de la Policía Rural de Uruáchic.

Al frente del grupo guerrillero iba Carlos David Armendáriz Ponce, de 17 años de edad y el más joven de todos, quien en la sorpresa desplegó su arma y fue herido por los soldados, el resto de ellos, que caminaban metros atrás, lograron cubrirse entre los árboles de la orilla del camino.

“Carlos David Armendáriz Ponce queda tirado en el suelo y desde ahí, herido, les grita a sus compañeros que emprendan la retirada, que él los cubrirá. Desde el suelo y protegido únicamente con su mochila, Carlos David dispara con ferocidad y valentía su fusil M2, causando el desconcierto entre los soldados”, dijo.

Metros atrás y al mismo tiempo, su compañero Arturo Borboa Estrada, empuñando su ametralladora Thompson calibre .45, hace lo mismo y durante los 25 minutos que ambos duran disparando, los demás lograron salir de la emboscada, sin embargo, en medio de la batalla, Óscar González Eguiarte, fue herido en la espalda, perdiendo su equipo y tuvo que ser ayudado por sus compañeros para salir del sitio.

Una vez que los guerrilleros se encontraban a más de 300 metros del lugar del ataque, escuchaban los gritos de Armendáriz Ponce, ordenándoles salir del peligro, no obstante, después de unos minutos, los gritos del guerrillero dejaron de escucharse.

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Cuando lograron salir del alcance del Ejército y recuperar la fatiga de la huida, los guerrilleros buscaron un refugio seguro para curar las heridas de su comandante herido y se quedaron en el escondite, esperando que González Eguiarte se recupere, ya que la mala alimentación, los días de caminata y el esfuerzo, no le ayudan a reponerse pronto.

“Pasaron diez días en el escondite y al ver que las heridas de Óscar no terminan de sanar, toman una decisión definitiva: bajarán hacia Sonora, con la esperanza de llegar hasta Ciudad Obregón, curar a su comandante y escapar del acoso del Ejército”, apuntó.

En Chihuahua, la noticia de las actividades de los guerrilleros en la sierra corría, y la prensa presionaba a las autoridades para que les diera a conocer la realidad de los hechos, ya que el Ejército se negaba a dar información al respecto.

El 3 de septiembre, el periódico The Herald Post, de El Paso, Texas, publicó una noticia en la que informaba que se había registrado un choque entre soldados federales y guerrilleros, en un lugar ubicado a 42 kilómetros de Tomóchic, explicando que tropas dirigidas por el teniente coronel Gregorio López, persiguieron a los guerrilleros, el domingo hasta cerca del anochecer y abrieron fuego.

“La oscuridad era completa y prefirieron esperar el nuevo día, pero los guerrilleros se aprovecharon para huir; posteriormente, cuando se dirigían a Huajumar, al amanecer del día siguiente, indígenas del lugar les manifestaron que 25 hombres de la banda de guerrilleros habían resultado muertos en la batalla, y presumiblemente los cinco sobrevivientes cargaron con sus compañeros muertos a lomo de mula, protegiéndose en la oscuridad y huyeron hacia Sonora”, explicó.

Cabe señalar que, el cadáver del joven Armendáriz Ponce, fue abandonado en un arroyo, a quien se le identificó por los papeles que llevaba entre su ropa, se presume que Armendáriz cayó herido y luego se ahogó en las aguas.

Los jóvenes del Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz” huían de Chihuahua / Foto: Cortesía | Facebook Colectivo Acero

El 4 de septiembre, el periódico El Correo de Parral, de Hidalgo del Parral, informó “Por nuestra parte, nos hemos enterado de que el joven Carlos David Armendáriz Ponce, que resultó muerto en esos trágicos sucesos, es originario de esta ciudad, sólo que sus padres radican ahora en Chihuahua y a ellos les fue entregado el cadáver de su joven hijo hasta el domingo pasado”.

Las autoridades encontraron las mochilas de los guerrilleros, donde se encontró documentación firmada por Óscar González Eguiarte, quien fue involucrado en actos delictivos con motivo del incendio del aserradero.

”Los seis guerrilleros, a los que se refería el comunicado, era una columna del Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz”, integrada por Óscar González Eguirte, su comandante, José Luís Guzmán Villa, el segundo al mando, Arturo Borboa Estrada, Juan Antonio Gaytán Aguirre y Guadalupe Scobell Gaytán, tío y sobrino respectivamente y sobrevivientes del asalto al cuartel de Ciudad Madera, perpetrado en 1965 y Carlos David Armendáriz Ponce, quien había muerto en el enfrentamiento con el Ejército, que desde meses atrás andaba guerrillando en la sierra de Chihuahua”, dijo.

El “incendio del aserradero” del que hablaba dicha nota, se refería a la acción perpetrada por esa columna guerrillera, el día 19 de julio de ese año, en el que incendiaron un aserradero en la población de Tutuaca, municipio de Guerrero y la documentación firmada por Óscar González Eguiarte, no era otra cosa que su Diario de Campaña, mismo que había estado escribiendo desde los primeros meses de ese año y que muchos años después sería dado a conocer, mutilado.

El 29 de agosto, luego de verificar que el Ejército estaba lejos de su alcance, los guerrilleros emprenden de nuevo la marcha rumbo al Poniente franco, con vistas de atravesar la Sierra Oscura y llegar a la población de Tesopaco, localizada a unos 60 kilómetros de Ciudad Obregón.

Los guerrilleros caminaron durante 8 días con una gran lentitud y dificultad, ya que las heridas de Óscar habían empeorado; pasaron por las inmediaciones de la Hacienda de Arechuyvo, siguieron hasta pasar cerca de Palmarito, San Ignacio y Los Hornos, de ahí emprendieron la subida a la Sierra Oscura, a más de 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar y desde arriba avistan el Valle del Yaqui, hasta donde planean llegar, posteriormente, bajaron la sierra, rodeando la ranchería de Curupaco.

“Luego el rancho El Sabinal, donde el vaquero Gerardo Valenzuela, los divisa y de inmediato baja a dar aviso a Tesopaco; hasta ya prácticamente abajo, pasan por un lado de La Estrella; de ahí, se siguen bordeando el camino que conduce a Tesopaco, hasta que, finalmente, el día viernes 6 de septiembre, se instalan en un campamento a unos tres kilómetros antes de llegar a Tesopaco”, narró.

Desde días atrás, Tesopaco, estaba lleno de policías judiciales y estatales de Hermosillo, Guaymas, Obregón y Navojoa, estos últimos, al mando del comandante Rubén Acosta Félix y soldados pertenecientes al 18º Regimiento de Caballería, comandado por el coronel Juan D. Belmonte Aguirre, adscrito a la 4ª Zona Militar, bajo la responsabilidad del general Luís Alamillo Flores, ya que tenían información de su contraparte en Chihuahua, que los guerrilleros probablemente intentarían bajar hacia Sonora.

Los estaban esperando y ya tenían advertida y amenazada a la población de la sierra de que les avisaran de cualquier presencia de gente extraña en la región, por lo que, ante el aviso de Gerardo Valenzuela, soldados y judiciales realizaron rondines por los caminos aledaños al pueblo, en el vehículo de Manuel Peñúñuri, el presidente municipal interino, ya que el titular Daniel Portela, tenía ya algunos días en Hermosillo.

Foto: Cortesía | Jesús Alberto Franco

Posteriormente, deciden separarse en dos grupos, con la intención de tratar de entrar separados a la población y conseguir alimentos y medicinas; en un grupo estaban Óscar, José Luis y Arturo y en el otro Juan Antonio y Guadalupe.

A las 3:00 horas del domingo 8 de septiembre, los primeros tres se sujetan a la orilla del camino que baja de La Estrella, en un lugar llamado “Corral de Piedra”, a unos 2 kilómetros antes de llegar a Tesopaco, con el propósito de ver la manera de entrar al pueblo por ese camino, mientras los otros dos, se van hacia la parte Sur del pueblo, a tratar de entrar por el camino que viene de El Quiriego.

Los primeros escucharon el ruido del motor de un carro que sube hacia la sierra, por lo que José Luís decide salirle al paso con la intención de tomarlo y usarlo para su objetivo, mientras sus dos compañeros lo esperaban escondidos entre la maleza.

“Por la penumbra de la madrugada, José Luis no distingue con claridad el tipo de carro que es, solamente ve que es una troca con las redilas cubiertas con una carpa y supone que es algún ranchero que se dirige al rancho a realizar sus labores matutinas. Empuñando su fusil le hace la señal de que se detenga y grande es su sorpresa al darse cuenta de que de entre la carpa de la troca, brincan soldados y judiciales empuñando sus armas. No tiene tiempo de reaccionar, los soldados le disparan a quemarropa y recibe el primer disparo a la altura del vientre, que le perfora la hebilla de su cinto y le atraviesa el cuerpo. Los otros disparos eran innecesarios y cae mortalmente abatido a la orilla del camino”, explicó.

Ante esto, Óscar y Arturo salen de la zona como pueden y sin saber por dónde van, tomaron hacia el Sur del pueblo y lograron escapar.

Los soldados se regresan al pueblo y el presidente Manuel Peñúñuri, acompañado del juez Ignacio Acuña, asistido por Moisés Arroyo Farías, de algunos vecinos, vuelve al lugar a recoger el cuerpo de José Luís.

Enterados de lo sucedido a sus compañeros, Juan Antonio y Guadalupe, confundidos, se dan cuenta que es inútil intentar entrar al pueblo y entonces deciden caminar hacia el Sur, rumbo a Batacosa, con la intención de salir a Fundición, donde pasa la carretera federal que va hacia el Sur del país y tomar algún autobús para llegar a Guadalajara; por su parte, Óscar y Arturo logran llegar a un rancho, a unos 3 kilómetros al Sur del pueblo, donde piden comida y se las dan, pero son vistos por Ismael Valenzuela cuando pasaron por la orilla de un represo, antes de llegar al rancho.

La mañana del martes 10 de septiembre, mientras los judiciales descansaban en la plaza del pueblo, el comandante judicial de Navojoa, Rubén Acosta Félix, vio de pronto a un joven montado en una mula, quien les informó que en un rancho al Sur del pueblo, estaban desayunando dos jóvenes desconocidos de aspecto lastimoso, por lo que Acosta Félix dio aviso al capitán Gómez, que acampaba con sus soldados a la orilla del pueblo y cada uno al frente de sus hombres, partieron juntos hacia donde el jovencito los guiaba.

Cuando llegaron al rancho, los judiciales rodearon la casa protegidos en la retaguardia por un círculo de soldados, que “pecho a tierra” apuntaban con sus fusiles hacia la casa, Acosta Félix, empuñando una metralleta Thompson calibre .45, les gritó “¡Judicial del Estado y Ejército los tienen rodeados! ¡Salgan con las manos en alto!”.

Luego de unos instantes, se asomó la figura de un hombre con las manos en alto, su aspecto era lastimoso, quien de inmediato fue apresado por uno de los judiciales y sacado de la línea de fuego, se trataba de Arturo Borboa Estrada.

“Esperaron un momento a que el otro saliera y al no hacerlo, Acosta Félix ordenó a uno de sus hombres que disparara una ráfaga de metralla sobre el techo de la casa y unos segundos después salió el otro guerrillero. Era alto y delgado y su aspecto era peor que el del anterior, porque además llevaba en la espalda una herida prácticamente engangrenada”, dijo.

Ambos guerrilleros fueron apresados por los judiciales y llevados a la cárcel del pueblo y luego de recibir las órdenes de sus superiores, fueron puestos a disposición del Ejército.

Por su parte, desde el domingo anterior Juan Antonio y Guadalupe, tomaron hacia el Sur, caminando paralelamente al camino que conduce a Batacosa; pasaron por el rancho Los Mautos, luego por Santana de Padilla, de ahí siguieron caminando entre los cerros de Santa Juliana y salieron al rancho El Cajón, donde unos vaqueros los huellaron, que ya sabían de lo sucedido en Tesopaco y su presencia, y fueron a avisar a esa población de su hallazgo.

Ya enterados los policías y los soldados en Tesopaco, se movilizaron a Fundición, a sabiendas de que tarde o temprano los guerrilleros saldrían por aquella población. El capitán Foglia, responsable del operativo de parte del Ejército, se puso en contacto con el presidente municipal de El Quiriego, Ángel Parada Borbón, quien les facilitó una troca del Ayuntamiento, quien apoyado por Vicente Guerrero, comisario de policía de Batacosa, empezaron a realizar rondines entre los ranchos del municipio.

Luego de pasar por el rancho El Cajón, Juan Antonio y Guadalupe, caminando por la parte baja del valle, cambiaron de rumbo hacia el Oeste, pasaron por el rancho El Nacapul de Abel Murrieta hasta que llegaron al rancho Cibachícuri, donde su dueño Manuel Murrieta, les dio agua y comida.

Saliendo de Cibachícuri, los guerrilleros tenían solamente dos opciones para lograr llegar a la zona urbana o a la carretera, salir de Cibachícuri y tomar hacia el Poniente, el viejo camino que va de El Quiriego a Obregón, que pasa por Cibachícuri, luego por La Calera, después por La Noria, luego por el Juchuco y finalmente pasa por las Granjas Micas y llega a Obregón por la entrada Oriente de la ciudad.

Cabe señalar que esa entrada a Obregón, los soldados y judiciales no la tenían vigilada; la otra alternativa y la más insegura, era salir de Cibachícuri rumbo al Sur hasta llegar a Batacosa y luego salir a la carretera de terracería que va de El Quiriego hasta Fundición, donde pasa la carretera federal.

Los guerrilleros, que no conocían la región, tomaron esta última ruta y se equivocaron mortalmente, pues de haber tomado la otra ruta, seguramente habrían salvado sus vidas, sin embargo, aparentemente su destino ya estaba escrito.

La madrugada del 11 de septiembre, los guerrilleros salieron de Cibachícuri, rumbo al Sur, pasaron por las antiguas ruinas de Baroyeca y luego tomaron todo el bajío rumbo al Poniente, bordearon la sierra del mismo nombre, pasaron entre el rancho San Miguel y Caborca, después pasaron por el Sur del rancho Cocoraque y de ahí, agarraron el camino de ese rancho que va y entronca con la carretera de El Quiriego a Fundición y en ese preciso lugar, llamado Las Parrillas Cuatas.

Era apenas mediodía y los combatientes iban totalmente maltrechos y agotados, por lo que, Inmediatamente después de ser aprehendidos, los guerrilleros fueron esposados, inyectados, seguramente con un sedante, e introducidos en costales de jarcia.

El capitán Foglia le informó al presidente Ángel Parada Borbón, que la orden de sus superiores era fusilarlos inmediatamente, no obstante, Parada Borbón se negó rotundamente que el fusilamiento se realizara en la jurisdicción de su municipio, por lo que el capitán Foglia solicitó de inmediato una avioneta, que aterrizó en la pista de un rancho cercano, embarcó a los detenidos y se los llevó a Tesopaco, a reunirlos con sus compañeros de lucha.

En Tesopaco, la situación era desconcertante, la población estaba irritada por lo sucedido, y al mismo tiempo, atemorizada por la presencia agresiva del Ejército y la Policía; los guerrilleros habían sido sometidos a un intenso interrogatorio bajo tortura y prácticamente ya estaban al borde de la muerte.

“Por su parte, el presidente municipal interino Manuel Peñúñuri, fue informado por el Ejército de las órdenes superiores de fusilar a los cuatro guerrilleros detenidos. Le faltó la determinación de Parada Borbón y aceptó que la ejecución se realizara en su municipio. A media tarde, los guerrilleros fueron sacados de la celda de detención y llevados caminando por las calles del pueblo hacia el lugar del fusilamiento, su condición era terrible, apenas se podían mantener en pie. Óscar prácticamente iba arrastrándose”, narró.

Los detenidos fueron llevados a las afueras del pueblo, a menos de 1 kilómetro, por el camino que sale hacia el Norte rumbo a Nuri y sin mayor trámite de por medio, los cuatro fueron ejecutados por el pelotón de fusilamiento.

Cabe señalar que los cinco guerrilleros integrantes de la columna guerrillera fueron sepultados en el panteón municipal y hasta la fecha la población entera los recuerda con emoción.

Las heridas colectivas en el pueblo quedaron para siempre y las historias y mitos sobre los hechos, se fueron acrecentando al paso del tiempo, días después de los hechos, una avioneta privada aterrizó en la pista de Tesopaco, de ella descendió un hombre de evidente fuerte posición social y económica y por órdenes superiores, fue recibido por el comandante Rubén Acosta Félix, pues portaba documentos que le autorizaban a exhumar uno de los cadáveres.

De manera inmediata, fue llevado al panteón municipal y Rubén González y Valente Sahuivo, llevaron a cabo la exhumación del cuerpo y al tenerlo enfrente, el hombre limpió la frente del muchacho y le plantó un cariñoso beso en la frente.

“Era mi hijo, pero no pude llegar a tiempo para salvar su vida”, dijo el hombre, quien regresó al avión en el que llegó y se fue por donde llegó. La gente dice que era el padre de Óscar González Eguiarte.

Manuel Peñúñuri, presidente municipal que no tuvo el valor de negarse al fusilamiento en su municipio, vivió por siempre con ese remordimiento y el señalamiento de la comunidad.