"Ley fatal e ineludible para los pueblos es la de escribir las páginas más brillantes de su historia con la sangre de sus mejores hijos.
La nación mexicana celebra hoy regocijada una de las más gloriosas páginas de su historia patria: el 2 de abril de 1857, que nos recuerda el temerario asalto y toma de la ciudad de Puebla por las fuerzas republicanas contra las huestes del llamado imperio.
Y henos aquí reunidos ciudadanos, para conmemorar la épica jornada, henos aquí reunidos en este solemne instante, en que disfruto la honra de ser el portavoz de los sentimientos siempre nobles del heroico pueblo sonorense, para rendir un homenaje a la memoria de aquellos insignes varones.”
Así iniciaba su discurso el Sr. Brígido Caro, un orador, periodista y servidor público, pero, sobre todo, un furibundo seguidor del entonces presidente Porfirio Díaz.
Era el 2 de abril de 1909, y ese día en nuestra ciudad se celebraba el 42 aniversario de la gesta heroica de la división del Ejército Republicano de Oriente, al mando del entonces joven general Porfirio Díaz, cuando tomó la ciudad de Puebla, uno de los últimos reductos que se hallaba en manos de los partidarios de Maximiliano y el escenario del discurso era último de los tres edificios emblemáticos que el régimen porfirista, en sus casi 30 de ejercicio, había mandado construir en Hermosillo: El cuartel militar para albergar a las tropas del 11 do. Cuerpo de Rurales, bajo el mando del general Luís Medina Barrón.
El emblemático edificio había empezado a construirse ocho meses atrás por el ingeniero militar de origen alamense Felipe Salido, bajo la supervisión del ingeniero Casimiro Bernard.
Los otros dos edificios porfiristas eran la penitenciaría del estado edificada al pie del cerro de la campana y el Palacio de Gobierno frente a la plaza Zaragoza, que ya habían sido terminados años atrás.
El lugar donde se construyó el cuartel eran unas antiguas ladrilleras localizadas por la calle Guerrero entre las avenidas Yucatán y Sonora, que el gobierno del estado adquirió y luego cedió a la federación para la construcción de tan trascendente obra.
A las 11 horas de ese día, se procedió al reconocimiento de cada uno de los departamentos del edificio y luego verificar que cumpliera con las especificaciones establecidas en las cláusulas del contrato, le fue entregado oficialmente al comandante Luis Medina Barrón por el Gobernador en funciones Don Alberto Cubillas, ante la presencia del General Luis E. Torres, jefe de la Primera Zona Militar, declarándolo solemnemente inaugurado.
El inmueble tuvo un costo de $ 94,469.48 más un 6% de los honorarios al contratista, aproximadamente $ 5,668.17 que cobró don Felipe Salido.
Luego de inaugurado el cuartel, primero se acamparon en él fuerzas de la Secretaría de Gobernación y posteriormente las tropas federales, desde donde salían a combatir a los revolucionarios de 1910.
Terminada la Revolución, el inmueble fue ocupado por el 14 Regimiento de Caballería, a quien debe su nombre, después el 29 Batallón, luego el 16 Batallón, hasta que, en 1984 lo desocupó el 24 Batallón de Infantería al mudarse a lo que ahora es la Cuarta Zona Militar, al norte de la ciudad.
Al desocuparse en 1984 se inició la remodelación del edificio con la intención de instalar en él un museo militar, pero finalmente se llegó a la decisión de utilizarlo como oficinas gubernamentales.
Los pisos y escaleras de madera pasaron a ser de mosaico, algunas celdas se acondicionaron para oficinas y otros para sanitarios.
En el patio trasero, donde estaban las caballerizas, se encontraba una pequeña placita donde tocaba la banda cuando los soldados estaban de fiesta, se convirtió en el estacionamiento de las oficinas.
El arquitecto Adolfo García Robles, experto del Instituto Nacional de Antropología e Historia opina del edificio:
“La cantidad de arcos – quince – y el ritmo que se aprecia de la doble columna hace de este edificio uno de los más interesantes monumentos con que cuenta la ciudad de Hermosillo. En todo Sonora es posible que no haya otro edificio con unas arreadas ni tan elegante, ni tan largas como éste, cuando menos en el interior de las construcciones”.
La techumbre completa la armonía, porque al conservar su viguería de madera y su espacio original complementan perfectamente la proporción y la escala del espacio arquitectónico. En la planta baja el edificio hace escuadra y lo mismo el corredor, terminando con otros arcos de cada lado complementando el remate visual. Como dato curioso, las columnas fueron fundidas en Guaymas según aparece el sello bajo las espesas capas de pintura en las bases del fuste”.
“Hermosillo debe enorgullecerse de contar con tan significativo y relevante edificio, digno de conservarse tal cual con un uso nuevo pero apropiado, y con las mínimas alteraciones para no desvirtuar su representatividad arquitectónica.”.
Es importante recordar que quienes edificaron este simbólico edificio de la arquitectura local porfiriana,y otros edificios que pertenecieron a una generación que sabía hacer las cosas en grande, por lo que, no nos denigremos a nosotros mismos destruyendo lo que ellos hicieron.
El Palacio de Gobierno, la Penitenciaría General del Estado y el Cuartel del 14, guardan en sus recintos una buena parte de la historia de Sonora del siglo XX y son auténticos representativos de la arquitectura urbana de Hermosillo.
Para quienes nos dedicamos al estudio de la historia, nos es indispensable que éstos y otros valores históricos se sigan conservando y esperamos que la ambición desmedida de la generación del presente no nos los arrebate y se convierta en la generación que no supo hacer mejor las cosas que las anteriores y no tenga que dejarles a las futuras.
De ahí, que es indispensable que en los programas educativos se den a conocer los valores históricos, tanto físicos como sociales, porque al contrario a lo que muchos piensan que este oficio de historiar no tiene ninguna utilidad práctica, deben saber que el conocimiento de la historia es un inmenso patrimonio cultural, que acompaña cada paso de nuestras vidas en el presente, pues la cultura es la fuerza totalizadora de la creación: el aprovechamiento social de la inteligencia humana, que tanta falta nos hace en los inicios de ésta centuria convulsionada con los avances vertiginosos de la tecnología, en los que vivimos embebidos en los prodigios impersonales de la información en tiempo real, pero que nadie sabe para qué le sirve, y la magia del ultrasonido, que nos despojó de la emocionante incógnita nuevemecina, esperando conocer el género de nuestro descendiente, haciéndonos insensibles al idealismo febril y a darle prioridad a los sentimientos, por no haber sabido incorporar los fundamentos de nuestra cultura histórica a nuestra educación contemporánea.
Ante esta realidad ineludible, este será uno más de los tantos eventos que se organizan en cualquier lugar del mundo, si no logramos vislumbrar al menos alguna forma de aplicación práctica del conocimiento de la historia, que nos sirva para intentar aminorar el avance incontenible del maremoto de la insensibilidad y la falta de solidaridad del mundo actual.
*Ignacio Largarda Lagarda, cronista de Hermosillo.
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