/ domingo 11 de agosto de 2024

Paréntesis | Gerardo Cornejo y el canon literario sonorense

La producción literaria de Gerardo Cornejo posee un valor incuestionable, escribe el maestro Fernando Tapia Grijalva, quien a la par reflexiona sobre las prácticas culturales de hoy en día.

En el año 1982, debido a las gestiones exitosas de Gerardo Cornejo, se fundó El Colegio de Sonora. Por esas fechas se sentía en el ambiente una atmósfera de preocupación por las humanidades y las artes. Gerardo, un intelectual inquieto, supo muy bien despertar entre los escritores y la comunidad cultural, el interés por el desarrollo de las disciplinas de la sensibilidad.

Una de sus más grandes aspiraciones fue la de promover la creación de una extensión de la Asociación de Escritores de México (SOGEM), misma que logró fundar con el nombre de Sociedad de Escritores Sonorenses. El trasfondo de estas inquietudes que buscaban el posicionamiento, y sobre todo el reconocimiento de la comunidad artística, era la idea de generar un canon regional, cuyo modelo estaba en el centro de México.

Es bien sabido que desde los centros de poder se imponen ideas, conceptos, y percepciones de excelsitud, de prestigio elitista, que se imponen sobre nosotros como modelos dominantes que forzosamente nos vemos obligados a imitar. Nuestro estado de Sonora no ha sido la excepción y ha repetido inevitablemente las mismas prácticas piramidales, que son impuestas y educadas a través de las instituciones paradigmáticas del estado.

Gerardo Cornejo en la oficina de Rectoría de El Colegio de Sonora, 1988/ Foto: Cortesía | Colson

Leer también: "Por lo más delgado": obra que retrata la tragedia en la Guardería ABC

En este sentido, los grupos de poder cultural desde las instituciones mencionadas, le han dado vida a un canon incipiente, que señala el camino de lo que es bueno o malo de la producción cultural de nuestras comunidades. El estado ha creado instituciones que complementan en gran medida lo que empezó en la Universidad pública, es decir, el canon sonorense se ha fortalecido con la creación del Instituto Sonorense de Cultura, El Colegio de Sonora, otras dependencias y grupos culturales que generan opiniones favorables que incrementan la fama y el reconocimiento de la producción de nuestros creadores, en otras palabras, son estos grupos los que han creado el canon artístico y cultural sonorense.

Actualmente se percibe una preocupación por redefinir las formas en que debe funcionar el canon, ya que este ha sido un componente esencial de las instituciones paradigmáticas del estado, y que a través del tiempo ha incrementado el prestigio y la fama de creadores cuya obra no es tan significativa y que debido a truculencias y a las habilidades de gestión de los interesados, se nos presenten como relevantes y como portadores de contenidos novedosos que aportan avances en el conocimiento de las disciplinas literarias y artísticas, aunque en realidad no lo sean.

El canon es un concepto muy cercano a las prácticas de la iglesia católica, la cual empezó a reconocer a las personas piadosas que entregaron su vida a la fe y a seguir los preceptos de las élites y autoridades de El Vaticano, el premio y el reconocimiento se otorga en forma de santificación. De entrada, el concepto tiene un tufillo autoritario y antidemocrático, pero por fortuna o por desgracia, ya que estamos ante una paradoja que genera el poder, el concepto se extendió a otras disciplinas del conocimiento, incluyendo a los espacios de la literatura y de las artes.

Como toda paradoja, el canon es bueno cuando se aplica con justicia y como un reconocimiento incuestionable a quien lo merece, pero es malo, cuando es un instrumento utilizado por los grupos de poder para ignorar a quien verdaderamente lo merece.

Foto: Carlos Licón Minjárez | Archivo Colson

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En el caso de Gerardo Cornejo, un creador generoso cuya obra fue canonizada por la Universidad y el estado de Sonora, a través de su área de publicaciones, creo que el canon actuó con justicia, ya que la producción de Gerardo Cornejo posee un valor incuestionable. Bien decía un crítico muy estimado en la academia, la universalidad de una obra literaria adquiere ese carácter si el tema central gira en torno a lo regional, como es el caso de la obra de este gran escritor sonorense.

Ahora bien, se percibe que el canon literario sonorense en la actualidad se ha fortalecido con la proliferación de discursos que participan en el escenario de la cultura regional. Como nunca, el empoderamiento de los diferentes grupos sociales como las mujeres, los grupos originarios, los jóvenes, los que tienen diferentes preferencias sexuales, etc., han generado espacios de prestigio y de reconocimiento tanto dentro de las instituciones culturales paradigmáticas como fuera de ellas.

Se han creado nuevas asociaciones que aportan importantes comentarios y opiniones en torno a la producción literaria, lo que genera nuevos espacios democráticos que desafían a las instituciones tradicionales y en cierta forma autoritarias a las que estábamos acostumbrados a mirar como espacios generadores de capital y poder cultural.

Gerardo Cornejo estaría muy de acuerdo con la participación de esta gran gama de creadores, y es muy posible que adoptara como suyas las novedosas formas en que se reconfigura el canon a través de prácticas donde el prestigio y el reconocimiento está mas allá de la oficialidad y las prácticas solemnes que se han reproducido por años como rituales, que además de otorgar prestigio a la comunidad artística al canonizarla, permanecen como formas que alimentan y le dan también prestigio y poder a los gobiernos que se sirven de ellas.

Sólo nos quedamos con la inquietud de identificar la reestructuración del canon en una realidad tan líquida y tan difícil de analizar y que además de estar atomizada y dispersa, permite la existencia de elementos contradictorios, irracionales y difíciles de conciliar. Pero esa es harina de otro costal, como dirían los molineros.

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En el año 1982, debido a las gestiones exitosas de Gerardo Cornejo, se fundó El Colegio de Sonora. Por esas fechas se sentía en el ambiente una atmósfera de preocupación por las humanidades y las artes. Gerardo, un intelectual inquieto, supo muy bien despertar entre los escritores y la comunidad cultural, el interés por el desarrollo de las disciplinas de la sensibilidad.

Una de sus más grandes aspiraciones fue la de promover la creación de una extensión de la Asociación de Escritores de México (SOGEM), misma que logró fundar con el nombre de Sociedad de Escritores Sonorenses. El trasfondo de estas inquietudes que buscaban el posicionamiento, y sobre todo el reconocimiento de la comunidad artística, era la idea de generar un canon regional, cuyo modelo estaba en el centro de México.

Es bien sabido que desde los centros de poder se imponen ideas, conceptos, y percepciones de excelsitud, de prestigio elitista, que se imponen sobre nosotros como modelos dominantes que forzosamente nos vemos obligados a imitar. Nuestro estado de Sonora no ha sido la excepción y ha repetido inevitablemente las mismas prácticas piramidales, que son impuestas y educadas a través de las instituciones paradigmáticas del estado.

Gerardo Cornejo en la oficina de Rectoría de El Colegio de Sonora, 1988/ Foto: Cortesía | Colson

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En este sentido, los grupos de poder cultural desde las instituciones mencionadas, le han dado vida a un canon incipiente, que señala el camino de lo que es bueno o malo de la producción cultural de nuestras comunidades. El estado ha creado instituciones que complementan en gran medida lo que empezó en la Universidad pública, es decir, el canon sonorense se ha fortalecido con la creación del Instituto Sonorense de Cultura, El Colegio de Sonora, otras dependencias y grupos culturales que generan opiniones favorables que incrementan la fama y el reconocimiento de la producción de nuestros creadores, en otras palabras, son estos grupos los que han creado el canon artístico y cultural sonorense.

Actualmente se percibe una preocupación por redefinir las formas en que debe funcionar el canon, ya que este ha sido un componente esencial de las instituciones paradigmáticas del estado, y que a través del tiempo ha incrementado el prestigio y la fama de creadores cuya obra no es tan significativa y que debido a truculencias y a las habilidades de gestión de los interesados, se nos presenten como relevantes y como portadores de contenidos novedosos que aportan avances en el conocimiento de las disciplinas literarias y artísticas, aunque en realidad no lo sean.

El canon es un concepto muy cercano a las prácticas de la iglesia católica, la cual empezó a reconocer a las personas piadosas que entregaron su vida a la fe y a seguir los preceptos de las élites y autoridades de El Vaticano, el premio y el reconocimiento se otorga en forma de santificación. De entrada, el concepto tiene un tufillo autoritario y antidemocrático, pero por fortuna o por desgracia, ya que estamos ante una paradoja que genera el poder, el concepto se extendió a otras disciplinas del conocimiento, incluyendo a los espacios de la literatura y de las artes.

Como toda paradoja, el canon es bueno cuando se aplica con justicia y como un reconocimiento incuestionable a quien lo merece, pero es malo, cuando es un instrumento utilizado por los grupos de poder para ignorar a quien verdaderamente lo merece.

Foto: Carlos Licón Minjárez | Archivo Colson

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En el caso de Gerardo Cornejo, un creador generoso cuya obra fue canonizada por la Universidad y el estado de Sonora, a través de su área de publicaciones, creo que el canon actuó con justicia, ya que la producción de Gerardo Cornejo posee un valor incuestionable. Bien decía un crítico muy estimado en la academia, la universalidad de una obra literaria adquiere ese carácter si el tema central gira en torno a lo regional, como es el caso de la obra de este gran escritor sonorense.

Ahora bien, se percibe que el canon literario sonorense en la actualidad se ha fortalecido con la proliferación de discursos que participan en el escenario de la cultura regional. Como nunca, el empoderamiento de los diferentes grupos sociales como las mujeres, los grupos originarios, los jóvenes, los que tienen diferentes preferencias sexuales, etc., han generado espacios de prestigio y de reconocimiento tanto dentro de las instituciones culturales paradigmáticas como fuera de ellas.

Se han creado nuevas asociaciones que aportan importantes comentarios y opiniones en torno a la producción literaria, lo que genera nuevos espacios democráticos que desafían a las instituciones tradicionales y en cierta forma autoritarias a las que estábamos acostumbrados a mirar como espacios generadores de capital y poder cultural.

Gerardo Cornejo estaría muy de acuerdo con la participación de esta gran gama de creadores, y es muy posible que adoptara como suyas las novedosas formas en que se reconfigura el canon a través de prácticas donde el prestigio y el reconocimiento está mas allá de la oficialidad y las prácticas solemnes que se han reproducido por años como rituales, que además de otorgar prestigio a la comunidad artística al canonizarla, permanecen como formas que alimentan y le dan también prestigio y poder a los gobiernos que se sirven de ellas.

Sólo nos quedamos con la inquietud de identificar la reestructuración del canon en una realidad tan líquida y tan difícil de analizar y que además de estar atomizada y dispersa, permite la existencia de elementos contradictorios, irracionales y difíciles de conciliar. Pero esa es harina de otro costal, como dirían los molineros.

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