Dicen que para ejercer medicina, enfermería, psicología o el sacerdocio, es necesario, antes que nada, tener vocación; yo a esta lista agregaría la profesión de archivista, porque hay que tener convicción y compromiso para trabajar en los acervos, máxime cuando esta actividad ha sido soslayada a lo largo del tiempo. La segunda entrevistada de esta serie de “Mujeres en los archivos de Sonora”, es ejemplo precisamente de vocación, de convicción y compromiso, y es que basta con tocar el tema de archivos para que Rosalina Núñez Márquez cambie el semblante, y hasta el tono de voz, y comience a compartir sus conocimientos en la materia con propios y extraños, de manera generosa.
Historiadora y maestra en administración por la Universidad de Sonora, es, desde marzo del presente año, subdirectora del Archivo General Universitario. “La vida misma me ha llevado al lugar donde estoy, nunca pensé que iba a ser la subdirectora del Archivo General Universitario”, comenta con modestia mientras platicamos en la Sociedad Sonorense de Historia, pero, a decir verdad, y utilizando sus propias palabras, ha dedicado “la vida misma” a los archivos, por lo que este cargo no es fortuito, sino que es el reconocimiento (cosa rara en la burocracia) a sus más de veinte años de trabajo en diversos archivos de la ciudad.
Su primer acercamiento con lo que sería su futura profesión se dio precisamente durante sus años de universitaria, para ser exactos en la materia “Fuentes para la historia”, donde visitó por vez primera el Archivo del Estado y tuvo el primer contacto con documentos históricos. Posteriormente, y como proyecto de titulación, elaboró un detallado catálogo intitulado “Documentos para la historia de Sonora, 1732-1809”, de un fondo del mismo nombre que obra en la biblioteca Fernando Pesqueira, donde implementó, guiada por sus tutores, los conocimientos adquiridos en su carrera y donde terminó por descubrir -y demostrar- su pasión por los archivos.
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Una red de mujeres
Concluidos sus estudios, Rosalina fue invitada por Isabel Moreno para trabajar en el proyecto de organización y catalogación del Archivo Histórico del Congreso, que recientemente se había desincorporado del Archivo del Estado y requería, con urgencia, una cuidadosa intervención. Finalizada su labor en esa institución, fue llamada para formar parte -junto con Brenda Núñez e Isabel Quiñones- de un proyecto de colaboración entre la Universidad de Sonora y el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Hermosillo, donde entre 2005 y 2007 describió cientos de expedientes y elaboró guías e inventarios de los diversos subfondos, y donde tuvo contacto con documentos muy distintos a todo lo anteriormente trabajado: bulas, cartas pastorales, informes parroquiales, dispensas matrimoniales, entre otros. Al terminar el proyecto, nuevamente una mujer, en este caso Patricia Ríos, la invitó a unirse a las filas del archivo de la Universidad de Sonora, donde Rosalina ha laborado desde 2007, y donde ha consolidado su carrera como archivista al lado de, según ella misma comenta, grandes maestras y maestros que le han enseñado la administración de archivos.
Es importante hacer hincapié en que todo el recorrido de Rosalina entre su egreso de la universidad y su ingreso en el archivo universitario, fue impulsado por una red de mujeres que, al igual que ella, han laborado de manera profesional en la organización y administración de archivos desde finales de los noventa, y que hoy por hoy, son referente para todos aquellos que incursionan en la archivística.
El archivo, cerebro de las instituciones
Al hablar de la importancia de los archivos, Rosalina es enfática al indicar que estos tienen valor desde su nacimiento, es decir, desde que el documento se genera y se va integrando el expediente en el archivo de trámite; lo anterior puede ser una obviedad para las personas que se dedican a eso, pero no así para el resto de la gente, que por lo general atribuye valor a los documentos siempre y cuando sean antiguos, y es que, como bien señala “los documentos que están en un archivo de trámite tiene gran valor [porque] en un futuro van a formar parte de un archivo histórico… en los documentos vemos el quehacer de las instituciones, el quehacer de los funcionarios, el quehacer de la personas… todo el quehacer de la institución está en un archivo”. Y agrega, “yo relaciono al archivo con el cerebro o la memoria… nosotros tenemos un cerebro y ahí guardamos todo lo que nos pasa diariamente, ahí lo vamos resguardando, reteniendo… y ya en un futuro hacemos una depuración de nuestros recuerdos o vivencias”.
Si bien los archivos son el cerebro o la prueba del quehacer de las instituciones, esto no es reconocido ni por los titulares de las áreas, ni por el propio personal, y ahí, nos dice, esta “un gran reto… que todos, tanto la institución como también el personal, tengan esa preocupación o le den la importancia debida al archivo. El gran reto es que la gente entienda la importancia que tienen”, sentencia.
No solo es guardar…
Ahondando en los desafíos de la archivística en Sonora (y podemos anotar que en el resto del país), nuestra entrevistada menciona que la labor de un archivista “no es guardar documentos [sino] integrar el expediente, para que nos narre lo que pasó”. A su decir, es momento de poner un alto a los tabúes o clichés sobre los archivistas y el trabajo de archivo “dejar de verlos como los castigados… Todo inicia con el archivista, se necesita un buen archivista para que el sujeto obligado entienda la importancia de los archivos”, también menciona que es preciso luchar contra la indiferencia “hay que crear conciencia con quien genera documentos y con quien recibe los documentos”.
Al principio anotaba que a Rosalina Núñez le cambia el semblante y el tono de voz al hablar de archivos, justo en esta parte, pude percibir más intensidad en sus palabras, sobre todo al referir que los propios archivistas deben romper los viejos paradigmas y dignificar su trabajo “para eso nos pagan, y con lo que tenemos hay que hacer las cosas… con dinero podemos hacer grandes cosas, pero con lo que tenemos hay que darle la importancia que merece… Los archivos son memoria, es el patrimonio de la institución, por lo que es muy valioso que todas las instituciones tengan un archivo bien organizado y bien descrito”.
Ni duda cabe que ella ha contribuido a romper este paradigma, puesto que, aunque ha trabajado en instituciones con cierta sensibilidad para con los archivos, los recursos -humanos y materiales- siempre han sido limitados, sin embargo, eso no ha sido impedimento para dar su mayor esfuerzo en pro de la conservación de los acervos, lo que le ha abierto siempre las puertas, pues apenas hace un par de años fue titular del archivo de la Comisión Estatal de Derechos Humanos a donde fue, prácticamente, a poner orden y echar andar el Sistema Institucional de Archivos de ese organismo. Frente a esta trayectoria, y ante la pregunta si ha tenido dificultades en su área de trabajo en tanto mujer, sin titubeos y sonriendo, contesta, “no, nunca, yo creo que es porque la gente ve que me gusta el archivo”.
El gran reto: cumplir con la ley
Haciendo un recuento de los últimos 25 años, Rosalina considera que en Sonora ha habido un importante desarrollo archivístico en diversas instituciones, sobre todo en la Universidad de Sonora, no obstante, dice, es necesario fortalecerlo “no podemos negar que en el estado ya había una normatividad en materia de archivos, sin embargo yo creo que se dejó de lado porque no había sanción… pienso que con la aprobación de la nueva Ley [de 2020], ya los archivos tienen más reconocimiento, más valor, solo falta que sancionen a alguien, o que infraccionen a alguien, para que se le dé un poco más de importancia”, dice entre risas. En lo personal suscribo, y estoy seguro que varios colegas también, lo dicho en la última frase, y es que, lamentablemente, la mayoría de los sujetos obligados tomarán en serio la Ley de Archivos cuando se sancione a alguno por su incumplimiento, así como ha sido en el pasado con otras normatividades, cuyo acatamiento se ha cumplido luego de un correctivo. Pero ojo, no pensemos ni por un momento que la sanción es para ella la panacea, ella primero apuesta a la sensibilización de autoridades y a la capacitación del personal, y en esto último se ha vuelto experta no sólo al interior de la Universidad de Sonora, sino también colaborando con otras instituciones, como con el Archivo del Estado, dando gratuitamente cursos y talleres a diversos sujetos obligados dentro y fuera de Hermosillo.
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A la pregunta expresa de qué le pediría a las autoridades, lejos de contestar que solicitaría grandes y modernos edificios con talleres de restauración o bóvedas climatizadas, nos dice que les demandaría afrontar de una vez por todas lo que para ella es el principal reto “que se cumpla al 100% con la Ley de Archivos para el Estado de Sonora”, y que por tanto “al coordinador de archivos se le dé el poder… Muchas instituciones no quieren darle ese lugar al coordinador de archivos por falta de dinero… pero el coordinador es clave para la institución… porque es el que va a marcar la pauta, es como el director de la orquesta que dirige a todos los músicos”, y agrega “necesitamos ese reconocimiento y que la gente y el gobierno sepa que lo que estamos haciendo no cualquiera lo hace, es un trabajo profesional y no a cualquiera le gusta o quiere estar en los archivos, por eso se necesita, por parte de las autoridades, ese nombramiento con todo lo que conlleva”.
De cara al futuro
Interrogada sobre su visión de los archivos sonorenses en el corto plazo, contesta que es “optimista, porque cada vez veo más gente interesada en la materia, más preocupada por capacitarse, por conocer… La creación de la Red de Archivistas de Sonora [de la que es una de sus fundadoras] es un ejemplo, es para el apoyo a las instituciones, para capacitar a su personal… para que las personas que trabajen en el archivo tengan valor… quitar el estigma, el tabú de los archivos.” Por eso, de cara al futuro, ella aboga por sensibilizar también a la ciudadanía, que las y los ciudadanos entiendan “que los archivos no nada más son papeles viejos… hay que darles información, quitarles esa visión que tienen de los archivos… que la ciudadanía sepa que los archivos son parte de la identidad, del ser sonorense, del ser hermosillense, que ahí en los archivos está su historia, su memoria.”
¿Historiadora/archivista o archivista/historiadora?
Con relación a sus documentos favoritos, comenta que, como “historiadora/archivista o archivista/historiadora” a veces, sobre todo en sus inicios, se envolvía en la lectura de los documentos, lo que ralentizaba su trabajo, así que con el tiempo se convenció de debe ser mucho más archivista que historiadora, y que su labor es la de “poner frente al historiador el universo de archivos [y] darles la facilidad de encontrar los documentos.” Pero, a pesar de todo, y al ser interrogada sobre sus documentos favoritos, contesta más como historiadora, preocupada por el estudio del pasado, que como archivista: “mi archivo favorito es el fondo incorporado Alonso Vidal… porque ahí vemos la parte o la vida cultural-artística del Estado y de Hermosillo que, según yo, no ha sido muy estudiada… vemos cómo se estaba dando esta vida en ese tiempo de los sesenta-setentas, cuando la librería de la Unison servía de punto de reunión para estos poetas o literatos… cuando doy las visitas guiadas les digo que es un fondo que necesita explorarse.”
Más allá de la coordinación de archivos
Ya en los últimos minutos de la entrevista, Rosalina menciona que, sin menoscabo del trabajo de los hombres en los archivos, las mujeres son “más observadoras, más analíticas, por lo que creo que las mujeres podríamos no solo quedarnos como coordinadoras de archivos, sino también hacer investigación de archivos, no de historia, sino trabajar en líneas de investigación en materia de archivos, yo creo que eso hace falta”. Y para ello está trabajando, junto con otros colegas, en el lanzamiento de una revista especializada en la materia, de la que después, junto con sus compañeras y compañeros, nos contará más. Por lo pronto, y a manera de despedida, invita a la gente a “que vayan, asistan, pregunten y se quiten la idea de que el archivo es donde se guardan las cosas viejas… ahí hay historia, hay conocimiento y en los archivos también se genera nuevo conocimiento”.
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