/ jueves 20 de septiembre de 2018

Pajarita, un nudo de mariposa

Por Carlos Sánchez / Colaborador

Que todos deseamos volar. La premisa es clara. Por eso losniños en sus butacas abren sus ojos, extienden sus manos comoalas. Algunos lo hacen literal. Otros en silencio abordan el viaje.El teatro se vuelve esa esfera donde los imposibles desaparecen.¿Adónde volteamos en estos tiempos de beligerancia y violenciacotidiana? ¿A qué otro lugar sino es el arte?

Pajarita, un nudo de mariposa es la obra de teatro queColectivo Independiente Punto Tres, bajo la dirección de RafaelEvans, y en el marco del Programa Nacional de Teatro Escolar Sonora2018, se presenta para públicos específicos: niños deprimaria.

El vuelo inició en Cajeme, de donde es oriunda la compañía deteatro. Ahora los personajes vuelan, vienen, van y aterrizan en elTeatro de la Ciudad de Casa de la Cultura de Sonora, enHermosillo.

Aquí la historia del inicio de la aviación es el punto departida. Como lo es también la desolación del personaje que esAmelie, quien pierde a su padre a temprana edad y por lo cual haperdido la voz.

Una pieza didáctica, formativa, que nos lleva de la mano haciapuntos geográficos de nuestro universo. Una propuesta cuyahistoria surge desde el vientre, justo allí donde el nudo demariposas desencadena y significa emociones. Muchas emociones. Laintensidad de lo que somos.

Un montón de niños, desde antes de iniciar la obra, que sepreguntaban: ¿Esos monos son de verdad? Porque los personajes nosreciben con su presencia en el escenario. No hay desperdicio detiempo, la optimización que dicta la dirección elucubra laseducción que es atención en los espectadores. Éstos llegan, seinstalan, y para cuando se da tercera llamada, ya la historia hacerato que comenzó.

Pajarita, un nudo de mariposa, dice tanto de lahistoria de la aviación, y también dice tanto de uno mismo. Hepensado que para uno como espectador adulto, sería recomendableobservarla una y otra vez. Porque la infancia tiene esos vericuetosinfinitos que nos golpean y nos hacen regresar a lo que fuimos ypor consecuencia ahora somos. Es decir, la desolación de Amelie,es nuestra desolación. Esa cotidianidad que cuenta es tan potenteque con su propuesta puede ocurrir que uno vuelva a su propiahistoria y adónde andas mi niño si yo te traje al teatro.

Pienso también en ese momento donde el vuelo es tan real quedan ganas de llorar de tanta belleza escénica. Porque la gratitudno alcanza. ¿Cómo haces para corresponder a la gracia que teentrega y en la que te envuelve la obra? Apenas unos minutos antesestábamos en la ciudad y la estridencia del tráfico, la violenciaen las notas de los medios. Y en unos cuantos pasos, al ingresar alteatro, la vida se transforma y la energía que te envuelve tedice: otros mundos existen.

El camino que puede blindarnos como sociedad, que puede protegera nuestros hijos que es lo que más importa, es este: el arte. Elteatro visto y hecho pensando en los niños. Esos niños que sonnuestros y que también somos nosotros.

Mientras veía la obra pensaba y apreciaba mucho en la capacidadde ingenio. En el uso de sombras que nos convocan al vuelvo, aljuego, la narrativa emocionante.

La utilería exacta, el espacio preciso. Una ventana en el cielode donde emerge la música, metáfora de ese lugar adonde van losque mueren. Amelie apuntando hacia allá, nosotros imaginando quépuede haber allí, concluyendo qué es el paraíso, donde nosesperan los nuestros, los que se han ido.

De esa ventana la música excepcional, en vivo, con un teclado,con una guitarra diminuta que luego se pasea por varios puntos delescenario. Esa música que hace que el vuelo sea másarmonioso.

Sobre el vestuario, la utilería, el recurso de objetosantiguos, un baúl, varios velices, un abanico diminuto que danganas de tenerlo y abrazarlo, un álbum que guarda la vida familiary es nostalgia, el pizarrón debajo de una mesa que revelasabiduría, sobre todo eso qué puedo decir más allá de laperfecta selección de esos mismos objetos. Ad hoc. No haydesperdicio, la precisión que es pulcritud. El enganche para conlos espectadores también estriba allí.

Y de pronto un pájaro extiende sus alas y de él se despeganlas plumas. La imagen más que metafórica es real. Lo manifiestael júbilo expectante de los niños todos.

El equilibrio que desempeñan los actores, la garra, la entrega,nos hacen ver volar a un pájaro. Mejor imagen de libertad no puedehaber. Esa libertad física e interior que necesitamos para tocarla felicidad.

Por Carlos Sánchez / Colaborador

Que todos deseamos volar. La premisa es clara. Por eso losniños en sus butacas abren sus ojos, extienden sus manos comoalas. Algunos lo hacen literal. Otros en silencio abordan el viaje.El teatro se vuelve esa esfera donde los imposibles desaparecen.¿Adónde volteamos en estos tiempos de beligerancia y violenciacotidiana? ¿A qué otro lugar sino es el arte?

Pajarita, un nudo de mariposa es la obra de teatro queColectivo Independiente Punto Tres, bajo la dirección de RafaelEvans, y en el marco del Programa Nacional de Teatro Escolar Sonora2018, se presenta para públicos específicos: niños deprimaria.

El vuelo inició en Cajeme, de donde es oriunda la compañía deteatro. Ahora los personajes vuelan, vienen, van y aterrizan en elTeatro de la Ciudad de Casa de la Cultura de Sonora, enHermosillo.

Aquí la historia del inicio de la aviación es el punto departida. Como lo es también la desolación del personaje que esAmelie, quien pierde a su padre a temprana edad y por lo cual haperdido la voz.

Una pieza didáctica, formativa, que nos lleva de la mano haciapuntos geográficos de nuestro universo. Una propuesta cuyahistoria surge desde el vientre, justo allí donde el nudo demariposas desencadena y significa emociones. Muchas emociones. Laintensidad de lo que somos.

Un montón de niños, desde antes de iniciar la obra, que sepreguntaban: ¿Esos monos son de verdad? Porque los personajes nosreciben con su presencia en el escenario. No hay desperdicio detiempo, la optimización que dicta la dirección elucubra laseducción que es atención en los espectadores. Éstos llegan, seinstalan, y para cuando se da tercera llamada, ya la historia hacerato que comenzó.

Pajarita, un nudo de mariposa, dice tanto de lahistoria de la aviación, y también dice tanto de uno mismo. Hepensado que para uno como espectador adulto, sería recomendableobservarla una y otra vez. Porque la infancia tiene esos vericuetosinfinitos que nos golpean y nos hacen regresar a lo que fuimos ypor consecuencia ahora somos. Es decir, la desolación de Amelie,es nuestra desolación. Esa cotidianidad que cuenta es tan potenteque con su propuesta puede ocurrir que uno vuelva a su propiahistoria y adónde andas mi niño si yo te traje al teatro.

Pienso también en ese momento donde el vuelo es tan real quedan ganas de llorar de tanta belleza escénica. Porque la gratitudno alcanza. ¿Cómo haces para corresponder a la gracia que teentrega y en la que te envuelve la obra? Apenas unos minutos antesestábamos en la ciudad y la estridencia del tráfico, la violenciaen las notas de los medios. Y en unos cuantos pasos, al ingresar alteatro, la vida se transforma y la energía que te envuelve tedice: otros mundos existen.

El camino que puede blindarnos como sociedad, que puede protegera nuestros hijos que es lo que más importa, es este: el arte. Elteatro visto y hecho pensando en los niños. Esos niños que sonnuestros y que también somos nosotros.

Mientras veía la obra pensaba y apreciaba mucho en la capacidadde ingenio. En el uso de sombras que nos convocan al vuelvo, aljuego, la narrativa emocionante.

La utilería exacta, el espacio preciso. Una ventana en el cielode donde emerge la música, metáfora de ese lugar adonde van losque mueren. Amelie apuntando hacia allá, nosotros imaginando quépuede haber allí, concluyendo qué es el paraíso, donde nosesperan los nuestros, los que se han ido.

De esa ventana la música excepcional, en vivo, con un teclado,con una guitarra diminuta que luego se pasea por varios puntos delescenario. Esa música que hace que el vuelo sea másarmonioso.

Sobre el vestuario, la utilería, el recurso de objetosantiguos, un baúl, varios velices, un abanico diminuto que danganas de tenerlo y abrazarlo, un álbum que guarda la vida familiary es nostalgia, el pizarrón debajo de una mesa que revelasabiduría, sobre todo eso qué puedo decir más allá de laperfecta selección de esos mismos objetos. Ad hoc. No haydesperdicio, la precisión que es pulcritud. El enganche para conlos espectadores también estriba allí.

Y de pronto un pájaro extiende sus alas y de él se despeganlas plumas. La imagen más que metafórica es real. Lo manifiestael júbilo expectante de los niños todos.

El equilibrio que desempeñan los actores, la garra, la entrega,nos hacen ver volar a un pájaro. Mejor imagen de libertad no puedehaber. Esa libertad física e interior que necesitamos para tocarla felicidad.

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