/ domingo 28 de julio de 2024

Paréntesis | La confección de 'La sierra y el viento' de Gerardo Cornejo Murrieta 

En el 10 Aniversario luctuoso del escritor sonorense, Gerardo Cornejo Murrieta, agradecemos la colaboración de Catalina Denman, su compañera de vida, en esta edición especial sobre el escritor

No se sabe con exactitud cuándo pensó Gerardo escribir su primera novela, La sierra y el viento. Tal vez desde niño al escuchar los relatos y cuentos de su familia en la travesía desde la Sierra Madre hasta los valles del Yaqui y del Mayo; tal vez hasta que conoció los libros y desarrolló su luminosa adicción a la lectura. Para Gerardo la necesidad de escribir era algo que se le manifestaba en el cuerpo, como fluyendo de sus dedos las palabras que pasaban por su mente. Pero, la necesidad de escribir nunca fue de premura, fue una actividad armada pausadamente, juntando los muchos instrumentos que iba acercando a las mesas y escritorios donde se sentaba a “trabajar” al finalizar su jornada laboral.

Debe haber sido entre 1970 y 1971 que el impulso por escribir la novela ocupaba más espacio en la imaginación de Gerardo. En esos años él había llenado varios cuadernos con notas manuscritas sobre las historias que escuchó de niño, y sobre su propia experiencia en la Sierra Madre, en los valles y en la Ciudad de México. Se imaginó hacer de nuevo el viaje de la sierra hasta las planicies del valle del Yaqui, ahora ya de adulto. No le debe haber tomado mucho tiempo convencer a su padre José Juvencio Cornejo y su hermano Trinidad Cornejo que lo acompañaran. Consultaron a los parientes de Tarachi para ver quiénes los podrían acompañar y prestar los caballos para el viaje. Tal vez haya sido en otoño, después de las lluvias y los calores, pero antes del frío, seguramente octubre, el mes más floreado de la sierra. En un folder reciclado guardó varios mapas con anotaciones a color de opciones del camino, lugares para cruzar los arroyos, los parajes para pasar la noche, aunque su papá y su tío conocían muy bien el sendero.

Gerardo Cornejo en un paraje de la sierra sonorense (Yécora, 2010) / Foto: Cortesía / Archivo El Colegio de Sonora

Lee también: Paréntesis | In memoriam Luis Rey Moreno Gil

Repetir el viaje de la infancia que Gerardo recordaba se concretó en un viaje desde la Ciudad de México en avión hasta Ciudad Obregón, y luego en camioneta hasta Tarachi. A los dos días Gerardo y su papá salieron a caballo de La Carrileña con el Tío Chayo quien se había apuntado para acompañarlos hasta el Río Yaqui en Tónichi, el mismo recorrido que hicieron tres décadas antes. Pensémoslos tranquilos, con alimento y bebida, sin sufrir calores, ni los fríos, con paradas frecuentes cuando Gerardo se llenaba los ojos de los paisajes y anotaba en su cuaderno. Una, o tal vez dos noches acamparon bajo los encinos, ahí Gerardo hacía preguntas, contaban las historias que le encantaba escuchar y seguía anotando.

El escritor Gerardo Cornejo en el Colegio de Sonora / Foto: Cortesía / Colegio de Sonora

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En Tónichi los recogió su hermano Trini y el Tío Chayo se regresó con los caballos a Tarachi. Supongo que llegaron cansados, a Gerardo lo imagino un poco silencioso, creando ya en su cabeza la novela La sierra y el viento y pensándose “un pedazo de sierra que camina”. Tardó mucho en por fin sentarse a escribir, lo hacía a pedazos las tardes y noches, y los sábados. Primero en cuadernos y luego con dos dedos en máquina de escribir. Le ayudamos a usar la máquina, a cambiar la cinta, y le buscamos solución cuando se desesperaba porque las hojas se le acababan cuando estaba muy concentrado escribiendo. Con cinta Scotch le pegamos las hojas haciendo un rollo que usó para el primer manuscrito de La sierra y el viento. Siempre le acompañaron en la mesa del comedor los mapas, los cuadernos, recortes, fotos, lupa, plumas y lápices de colores, diccionarios, otros libros y rollos de papel. Terminó varias versiones, dejando cada una su tiempo de descanso. Tiene que madurar, decía. Hasta que por fin un día se lo entregó a Cristina Antúnez para pasar en limpio en una máquina IBM. Alberto Dallal recibió de manos de Gerardo ese texto. En mayo de 1977, él recibió la primera edición de La sierra y el viento publicada por Arte y Libros y celebramos en familia a Gerardo, el escritor. Y el miércoles 31 de julio de 2024 tendremos el gusto de celebrar en El Colegio de Sonora la edición especial de La sierra y el viento en homenaje a Gerardo Cornejo en su décimo aniversario luctuoso. ¿A 50 años de haber imaginado esta novela ¿qué diría Gerardo al hojear esta bella edición?

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No se sabe con exactitud cuándo pensó Gerardo escribir su primera novela, La sierra y el viento. Tal vez desde niño al escuchar los relatos y cuentos de su familia en la travesía desde la Sierra Madre hasta los valles del Yaqui y del Mayo; tal vez hasta que conoció los libros y desarrolló su luminosa adicción a la lectura. Para Gerardo la necesidad de escribir era algo que se le manifestaba en el cuerpo, como fluyendo de sus dedos las palabras que pasaban por su mente. Pero, la necesidad de escribir nunca fue de premura, fue una actividad armada pausadamente, juntando los muchos instrumentos que iba acercando a las mesas y escritorios donde se sentaba a “trabajar” al finalizar su jornada laboral.

Debe haber sido entre 1970 y 1971 que el impulso por escribir la novela ocupaba más espacio en la imaginación de Gerardo. En esos años él había llenado varios cuadernos con notas manuscritas sobre las historias que escuchó de niño, y sobre su propia experiencia en la Sierra Madre, en los valles y en la Ciudad de México. Se imaginó hacer de nuevo el viaje de la sierra hasta las planicies del valle del Yaqui, ahora ya de adulto. No le debe haber tomado mucho tiempo convencer a su padre José Juvencio Cornejo y su hermano Trinidad Cornejo que lo acompañaran. Consultaron a los parientes de Tarachi para ver quiénes los podrían acompañar y prestar los caballos para el viaje. Tal vez haya sido en otoño, después de las lluvias y los calores, pero antes del frío, seguramente octubre, el mes más floreado de la sierra. En un folder reciclado guardó varios mapas con anotaciones a color de opciones del camino, lugares para cruzar los arroyos, los parajes para pasar la noche, aunque su papá y su tío conocían muy bien el sendero.

Gerardo Cornejo en un paraje de la sierra sonorense (Yécora, 2010) / Foto: Cortesía / Archivo El Colegio de Sonora

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Repetir el viaje de la infancia que Gerardo recordaba se concretó en un viaje desde la Ciudad de México en avión hasta Ciudad Obregón, y luego en camioneta hasta Tarachi. A los dos días Gerardo y su papá salieron a caballo de La Carrileña con el Tío Chayo quien se había apuntado para acompañarlos hasta el Río Yaqui en Tónichi, el mismo recorrido que hicieron tres décadas antes. Pensémoslos tranquilos, con alimento y bebida, sin sufrir calores, ni los fríos, con paradas frecuentes cuando Gerardo se llenaba los ojos de los paisajes y anotaba en su cuaderno. Una, o tal vez dos noches acamparon bajo los encinos, ahí Gerardo hacía preguntas, contaban las historias que le encantaba escuchar y seguía anotando.

El escritor Gerardo Cornejo en el Colegio de Sonora / Foto: Cortesía / Colegio de Sonora

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En Tónichi los recogió su hermano Trini y el Tío Chayo se regresó con los caballos a Tarachi. Supongo que llegaron cansados, a Gerardo lo imagino un poco silencioso, creando ya en su cabeza la novela La sierra y el viento y pensándose “un pedazo de sierra que camina”. Tardó mucho en por fin sentarse a escribir, lo hacía a pedazos las tardes y noches, y los sábados. Primero en cuadernos y luego con dos dedos en máquina de escribir. Le ayudamos a usar la máquina, a cambiar la cinta, y le buscamos solución cuando se desesperaba porque las hojas se le acababan cuando estaba muy concentrado escribiendo. Con cinta Scotch le pegamos las hojas haciendo un rollo que usó para el primer manuscrito de La sierra y el viento. Siempre le acompañaron en la mesa del comedor los mapas, los cuadernos, recortes, fotos, lupa, plumas y lápices de colores, diccionarios, otros libros y rollos de papel. Terminó varias versiones, dejando cada una su tiempo de descanso. Tiene que madurar, decía. Hasta que por fin un día se lo entregó a Cristina Antúnez para pasar en limpio en una máquina IBM. Alberto Dallal recibió de manos de Gerardo ese texto. En mayo de 1977, él recibió la primera edición de La sierra y el viento publicada por Arte y Libros y celebramos en familia a Gerardo, el escritor. Y el miércoles 31 de julio de 2024 tendremos el gusto de celebrar en El Colegio de Sonora la edición especial de La sierra y el viento en homenaje a Gerardo Cornejo en su décimo aniversario luctuoso. ¿A 50 años de haber imaginado esta novela ¿qué diría Gerardo al hojear esta bella edición?

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