En estos tiempos aciagos que importante es construir encuentros amables y de confianza con los otros, así como acciones que nos generen bienestar y felicidad.
Amartya Sen, Premio Nobel de Economía (1988), dice que el fortalecimiento del bienestar y de las libertades a que aspiramos por medio del desarrollo, no puede sino incluir el enriquecimiento de las vidas humanas a través de la literatura, la música, las bellas artes y otras formas de expresión y prácticas culturales que tenemos razón en valorar.
Por su parte, la filósofa Martha Nussbaum se decanta por una educación para la libertad y la felicidad en la cual, la literatura cobra un especial sentido.
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Juan Villoro, opina que la literatura es una forma de felicidad ya que el mundo nos resultaría incompleto sin la lectura, la cual además de enriquecer el intelecto, nos permite soñar e ilusionarnos, conectarnos con otras personas, sensibilizarnos, tener experiencias lejanas e identificarnos con el sufrimiento.
La literatura Infantil y juvenil, la lectura y las actividades creativas son puentes para recuperar la ruptura entre el pasado y presente que experimentan niñas, niños y adolescentes a causa de las migraciones propias del trabajo agrícola y también por el desplazamiento forzado al ser víctimas del crimen organizado y el despojo de sus territorios que los convierte en refugiados dentro de su propio país. Frente a ello, los libros pueden ser refugio y bálsamo de las infancias y sus familias en movilidad.
Los libros también pueden funcionar como espejos donde lectoras y lectores pueden verse reflejados; como ventanas para mirar la vida de otros; como puertas que invitan a traspasar el umbral hacia otros horizontes.
Fomentar la lectura es crear espacios para que niñas, niños y adolescentes pueden reapropiarse de su historia y encontrar sentido dentro de una comunidad solidaria.
Las niñas y los niños que recibieron desde su más temprana infancia cuentos y poemas, canciones, relatos de la tradición oral construyen una relación con el lenguaje que facilita en gran medida el aprendizaje de la cultura escrita y de la lectura convencional. Quienes se han visto privados de estas experiencias pueden sentirse inhibidos frente al aprendizaje formal de la lectura y la escritura.
Cuando aplicamos calor a las palabras, es decir, cuando fomentamos la lectura por gusto, ¿qué logramos? Trabajamos contra la exclusión y la inequidad que viven muchas niñas y niños en sus procesos de escolarización a raíz de la falta de encuentros lúdicos y tempranos con los libros, pero también con la conversación, con el arte, los viajes, la naturaleza y el juego al aire libre.
También aprendemos a escuchar y a dialogar, a ser empáticos, a construir junto con la comunidad, lugares hospitalarios, refugios literarios libres, incluyentes y gratuitos. Las niñas, niños y adultos se sienten cómodos y respetados donde la interacción es acogedora y humana y se recuperan los saberes y las prácticas culturales de los pueblos originarios y poblaciones mestizas como experiencias cotidianas de la diversidad cultural y lingüística.
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El escritor Gustavo Martín Garzo considera: “Por encima de la utilidad concreta de los cuentos, de la ayuda que puedan proporcionar a los niños en alguno de sus problemas, lo que importa es haber llegado a transmitirles al contárselos el sentimiento de que la vida es más amplia que lo que nuestras razones y conveniencias creen, y que la misión de la literatura es devolvernos esas posibilidades incumplidas”.
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