Paréntesis | La minería se habla en femenino

Un grupo de 52 mujeres rompe patrones al escribir sobre la historia contemporánea, especialmente sobre sus experiencias en la minería sonorense

L. Carlos Sánchez / Colaborador

  · lunes 13 de mayo de 2024

"Experiencias de la mujer en minería sonorense, volumen II" recopila una serie de relatos de autoras locales / Cortesía Borchardt

Se habla aquí desde la entraña. Voces que dignifican su paso por la vida. En su conjunto, Experiencias de la mujer en minería sonorense, volumen II, es la analogía o metáfora de un discurso para nada estridente, es la reconstrucción de un posicionamiento feminista que se dice sin decir.

Creo que lo que la palabra no dice, es el más vivo ejemplo de lo que dicta la poesía: lo que esconde, lo que subyace, es el contenido más poderoso en cada uno de sus versos.

Aquí, en estas páginas, acudimos a ese llamado de la historia contemporánea escrita por mujeres que sin pretenderlo (o quizá sí) rompen patrones. La lucha inherente que provoca o atiende ese llamado de resistir porque en el interior de la casa los hijos esperan por el regreso del pan.

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En ese regreso vemos atravesar de nuevo las puertas de sus hogares a este cúmulo de nombres en femenino que con gallardía levanta la mirada y andan hacia las faenas que las labores imponen.

Hay en cada una de las historias, la redacción por demás límpida e inocente, con honestidad punzante. Porque en estas páginas, en el contenido narrativo y descriptivo, las coautoras no pretenden el desarrollo de un discurso de filigrana, mucho menos la retórica elegante; el atino es el desdoblamiento sereno de lo que les ha tocado ser en la vida.

Con gratitud, siempre la gratitud, ese ejercicio que al descubrirlo y ponerlo en práctica nos llena de paz. Así la confección de los recuerdos, las locaciones, el instante y sus consecuencias, la decisión que desencadena en las experiencias más insólitas y de bienaventuranza: porque el trabajo es y será siempre el garante de que a los hijos no les falte nada.

El atino una y otra vez. ¿A quién se le ocurre este proyecto? Quien sea que haya sido, uno y mil likes. Porque al convocar a la escribidera, y al aceptar la aventura quienes ahora firman un libro para siempre, acuden de manera directa a esa cita impostergable con su interior, el recuento de los años, la memoria que privilegia los trascendentales momentos y los ponen a la vista de los lectores.

Todo acto de creación es un acto de intimidad y de introspección. Se requiere valentía para levantar la mirada y en una hoja en blanco desarrollar con humildad la historia que se traza, con sus altibajos y encubrimientos.

¿Quién gana más en esto: quien escribe o quien lee? La respuesta quizá sea lo de menos. Lo que sí puedo aseverar es que el yo lector desde que recibió el libro, experimentó esa dosis de construcción hacia la catarsis. El aprendizaje de facto, la simplicidad de la dialéctica: los recursos con los que se cuentan para contar enaltecen la historia y su contenido.

No necesitamos más Cortázar porque ya tenemos uno. Empero, por aquí, sin pretenderlo, se asoma una y otra vez Juan Rulfo, porque las mujeres que describen pisan la misma tierra que los personajes que habitan “El llano en llamas”.

En el ir y venir de las historias, las referencias brincan inevitables. Entonces acudimos a Pasta de Conchos donde la tragedia ocurrió una vez. Luego la memoria remite de manera natural hacia Eligio Espinoza quien nos cuenta de manera perfecta las experiencias vividas en los subterráneos de la mina de Cananea.

El Chato Mois, y sus ojos de adolescente que se desorbitan de tanto mirar allá adentro, donde quién sabe si la vida se postergará después de las horas de trabajo.

Amirbar y el eco de los personajes, Amirbar, esa mina que plantea Álvaro Mutis, la cadencia del erotismo que también representa la humedad tierra adentro.

Las preguntas se manifiestan a cada paso sobre las páginas de Experiencias de la mujer en minería… el recuento de las historias, nos hacen ver que la palabra es un vehículo generoso que vive dentro de nosotros, y que en el momento en que lo necesitemos estará allí para no dejar morir lo que somos: nuestra identidad que nombramos cada vez que atisbamos a lo que somos.

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Después de la lectura de este volumen, el dos, el aprendizaje que he obtenido me desborda de júbilo, en todas partes puede uno encontrar la habilidad y la creación en el decir, lo constato ahora.

Y no me queda más que agradecer la existencia de este libro, y saber que la escritura no solo la ejercen, como una vez lo pensé, esos señores viejos y barbados que viven convertidos en posesos y levantan su bastón cada vez que la vida les pica las costillas con sus imprudencias.

La literatura está aquí y ahora, contenida en las historias de vida que nos cuentan estas mujeres que por privilegio existen y las tenemos en Sonora. Sí señor. ¡Sí señora!

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