A finales de 2022 mi amiga Alejandra y yo nos sentamos a platicar y estructurar una idea que se alojaba recurrentemente en nuestras conversaciones: reunirnos a discutir sobre libros. De lo que fuera, no limitarnos a literatura o algún género específico, tampoco concentrarlo en el periodismo o la academia. Perseguimos la oportunidad de compartir nuestras opiniones personales sobre letras ajenas.
Así formamos La Tregua, polígono de lectura.
Se explica por sí misma, pero aquí vengo. «Tregua», porque se gestó como un proyecto que brindara un descanso de otras lecturas obligadas por responsabilidades de la vida adulta, un respiro de las hostilidades. Quizá lo esperado era nombrarla «club de lectura», pero como el español tiene tantas opciones, preferimos escoger desde ahí; puede ser que la respuesta más sencilla fuera optar por «círculo de lectura», pero esa figura evoca a algo equidistante, sin cambio y, dado que nuestro objetivo discrepaba mucho de ello, nos decidimos por «polígono de lectura»: heterogéneo, sin forma fija.
Reparo en el nombre, porque es con lo que presentamos este humilde proyecto a personas quienes, como nosotras, pudieran tener interés por regalarse unas horas al mes para leer y comentar lo que esa lectura les produjo.
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Planeamos lecturas, dinámicas, dónde nos reuniríamos, a quiénes invitaríamos, aunque la realidad se impuso y algunas de esas proyecciones se atravesaron por los deseos e intereses propios de nuestra especie: hubo recomendaciones nuevas de libros, hubo críticas sobre las lecturas elegidas o el formato. Aunque las consideramos, este proyecto no fue producto de una ocurrencia o espontaneidad, así que tomamos aquello que lo enriquecía. No lo considero una dictadura [como de broma se ha mencionado en algunas reuniones en las que tenemos que plantear qué nos llevó a elegir tal o cual libro sobre otros], sino que buscábamos dar forma a un espacio seguro en el que nos sintiéramos cómodas.
La experiencia ha sido muy grata. Ya tuvimos la décima octava reunión del polígono. La décima octava reunión para hablar de libros, ¡lo logramos! Hemos tenido sesiones intermedias para intercambiar opiniones sobre textos más cortos, algunos cuentos o poemas, y es que entendemos que no siempre se puede invertir el tiempo o el dinero en libros.
Iniciamos nuestro ciclo con Selene Ramírez y los cuentos de «Villa Paraíso», resultado de sus visitas a una casa para personas adultas; continuamos con Annie Ernaux, saltamos de lo local a lo internacional, no necesariamente como una intención, sino como una forma de aceptar que sería necio negarnos a leer locales sólo porque son locales o aferrarnos a leer sólo a escritoras galardonadas. Conocí la prosa de Sara Torres y sus reflexiones sobre el duelo, el deseo, ser hija y amante; descubrí las narraciones no académicas de Suzette Celaya Aguilar con su novela «Nosotras»; luego de años de leer a Sylvia Aguilar Zeleny y seguirla en Twitter, se sumó de forma virtual a la sesión en la que hablamos de dos de sus cuentos recopilados en «Nenitas», esto gracias a que alguien que conozco la conoce y le platicó de La Tregua [gracias, Hermosillo].
Podría mencionar los 18 libros, los distintos cuentos y poemas que hemos comentado, pero este no es espacio para ello.
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Me gustaría conocer nuevas plumas, nuevos textos y tener la posibilidad de sumar a quien tenga interés por compartir sus opiniones. La Tregua nació como un espacio dedicado al placer de leer por el sólo hecho de leer, sin obligación ni responsabilidad, un espacio seguro donde decir qué sí te gustó y qué no, por qué, qué hubieras cambiado.
El objetivo nunca ha sido la masificación del proyecto. Nos hemos mantenido con un pequeño entorno cercano de personas quienes gustan de leer, quienes pueden ir a un café o un bar una vez al mes. Agradezco la posibilidad de conocer materiales que quizá de otra forma no hubiera sumado a mi biblioteca personal, pero actualmente repensamos algunas características del proyecto para mantener y recuperar el ritmo de compartir opiniones sobre lecturas. Pero bueno, si al polígono le quitamos una línea y sumamos otras, no pierde, pero sí gana forma.
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