“No hay tregua ni escondite para tu bendición”, dice María Antonieta Mendívil en Llama, la cual (de cierto modo) se manifiesta en un plano terrenal. En este sentido, es interesante resaltar “tu bendición”, con la carga en minúscula del posesivo, como una declaración de cumplir la voluntad del ser divino, lo que también implica la aceptación, aunque sea esta momentánea. Aceptación que, por otro lado, involucra el uso de la llama, no el fuego que es de Dios, sino más la manifestación-expresión de ese fuego, lo que se ve… en otras palabras, el testimonio, el pecado, y el reconocimiento de este.
“A veces no soporto / Tanto colmo de vida”, dice en el mismo poema. Las buenas intenciones para encontrar cierta paz no son suficientes para algunas personas que expresan y manifiestan su dogma al tener conciencia del pecado. Por ello, al ver todo lo que alcanza la pupila, quien enuncia manifiesta la bendición de Dios; encuentra cierta paz, pero hace falta algo más, algo que por alguna razón aleja al ser de su Creador. De aquí que quien enuncie en el poema pida que de alguna manera cese tanto agradecimiento y que la lleve con Él lo antes posible, “ahora”, algo cercano al momento en el cual se enuncia al saber que ha transgredido.
Si Dios todo otorgó a sus creaturas (esto en el de sentido de ser creado) y estas se encuentran en agradecimiento constante, quien enuncia sólo pide que dé conclusión para comenzar a vivir de manera plena, de aquí su expresión: “Da término a mi llanto de gracias”; llanto como una reacción, lágrimas expresadas como consuelo. Por esto, quien enuncia pide que sean las expresiones más honestas, surgiendo así el debate en el cual se encuentra todo el libro: llama, es decir la combustión, es decir la resistencia, es decir la supervivencia, pero también la oportunidad de hacer visible algo, exponer algo. Llama, donde quien enuncia se siente uno con el Creador y quien está con Él, es la llama del fuego, la expresión de ese fuego, el testimonio de ese fuego, de nueva cuenta.
En este poema titulado “Expirar” se condensa la conclusión, la petición de tanto fuego. Ese término es una reflexión sobre la ministración de la fe como un dogma, una declaración de su pequeñez en la que, al mismo tiempo, se sabe creadora de cosas bellas, como el poema que, en medio de tanta tribulación, trae consuelo: “Tan justo tu amparo”, dice, para concluir que todo tiene un fin. Incluso el poema, con el calambur y la hoguera.
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Llama es un libro que expresa el sentir, el amor y la confianza en Dios, pero también la duda, aceptación y luminosidad de todas aquellas tribulaciones y momentos difíciles de testimoniar la fe, aceptación de los límites y las alturas que, como personas, podemos alcanzar:
A veces no soporto
Tanto colmo de vida
Tu mirada que enciende todo lo creado
La heredad que se despliega a donde miro
Tan justo tu amparo:
No hay tregua ni escondite para tu bendición
Da término a mi llanto de gracias
Sean mis rodillas dos cirios
Que se derritan sobre la tierra
¡Llévame de una vez ahora!
Que de tanto ver el fuego
Se es pira
Manuel Parra Aguilar. Hermosillo, Sonora. Maestro en Estudios de Arte y Literatura por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ha ganado el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines; los Juegos Florales Iberoamericanos Ciudad del Carmen; el Premio Internacional de Poesía Oliverio Girondo, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores, SADE; el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo; el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal, entre otros. Libros: Los muchachos del Guinness Book, Permanencias, Pertenencias, entre otros. Instagram y Facebook como Manuel Parra Aguilar.