Paréntesis | Poesía y muerte: versos sombríos y reales

Si le arrebatamos al hombre la poesía quedaría huérfano de sí mismo, escribe Iván Figueroa en esta edición de Paréntesis

Iván Figueroa | Colaborador

  · martes 7 de noviembre de 2023

El Día de Muertos se celebra en todo el país, de diferentes formas / Foto: Mike Acosta | El Sol de Hermosillo

La poesía nació con el ser humano en su estado más puro: la contemplación por sí misma. Todo principio humano es poético porque lo funda su necesidad humana de comprender de otra manera el mundo que lo rodea y lo trasciende. La poesía no surge como una explicación porque su función no es útil de esa manera, su función es otra: alejar al ser humano de su vulnerable mortalidad. La poesía es la salvación absoluta porque es una metafísica fundacional: el ser la habita en su dialéctica entre el poema y la poesía: forma y contenido, siempre en devenir.

Si le arrebatamos al hombre la poesía quedaría huérfano de sí mismo. Habitaría un mundo cuya materialidad sería terriblemente humana: la poesía es la que lo lleva a soportar dicha materialidad al liberarla de su objetividad y condensarla en el cuerpo mínimo y absoluto del poema. El poema nos permite trascender incluso la materialidad del lenguaje pues al leerlo en voz alta -siempre el poema debe leerse en voz alta- el hombre se vuelve uno con el poema y la poesía. De manera paulatina nos alejaron de la poesía y, con ello, de nuestra humanidad. La poesía es salvación constante en un mundo que no deja de cambiar por la obsesión consumista de un sistema deshumanizado. No consumamos poesía: seamos poesía para dejar de consumirnos a nosotros mismos y trascender nuestra existencia.

Lee también: Paréntesis | El arte de morir: libros y películas sobre la muerte

El devenir del cuerpo, acercamiento a Heráclito

Porque todo cambia,

hay que morir el cuerpo,

amenazado de soledad

y esperanza.

Las manos sacuden el alma,

la piel sacude el viento.

Hay que morir el cuerpo,

en lo inmediato:

en la voluntad de las cosas:

el cuerpo que muere,

porque todo cambia.

Manual de medicina

Las flores que nunca te di, de Melany Cristina Cano Villagómez: Arte facto del sol


He muerto

He muerto tantas veces

como en esta nueva despedida

con los ojos cansados del diluvio

con el vacío quejumbroso de esta casa

donde cada mueble es un viejo fantasma

acechándome


un reproche

para

mi

vida

solitaria,


Gloria del Yaqui

Tiempo de silencio

Sin título

Ya la muerte habrá de levantarme

y en su potro marino

de una vez por todas.


Vendrá a quitarme todo:


La textura carnosa de la fruta,

mis horrores nocturnos y mis fiebres,

esta mano temblante que se cuela a un sexo,

esos dientes de una muchacha que aún no quiero.


Pero mientras tenga aquí

unos buenos zapatos, una camisa y una pluma

seré su más batalloso contrincante

poniendo desde aquí a cada corazón

anémonas y pajaritas gordas,

el aroma monumento de las panaderías

este amor tan simple como el barrer parejo.

Jorge Ochoa

El antojo, de Josué Hernández Díaz: Arte facto del sol


Viento difunto

La muerte principia al nacer

y la muerte muere al morir

en la muerte renace la vida


la fuente fluye con un lamento

de agua que en la luna se desgrana

es una gran pupila el surtidor

pupila tendida sobre el infinito

y la luna se desangra por ese ojo

de muerte anticipando sabidurías


la inmortalidad de la muerte está

en ojos de amaranto de un gran amor


a dónde se van a dónde se va

el sonido cuando se pasa


la luz cuando se sigue

el perfume cuando se vuela

el crepúsculo cuando se borra

los versos que no se escriben

y los sueños cuando se acaban

Recibe noticias, reportajes e historias directo a tu celular: suscríbete a nuestro canal de WhatsApp

Mosén Francisco de Ávila

Tagmar del mar

¡Regístrate y accede a la edición digital de nuestro semanario