/ domingo 27 de octubre de 2024

PARÉNTESIS | Terquedad e intuición, motores de “El llanto de las tortugas”

Entrevista con Jacalito Cine y Victoria Arellano de Jacalito Cine

El llanto de las tortugas retrata la historia de Cosme Becerra y Mónica Esquer, quienes viven con sus hijos y nietos en Bahía de Kino, un pueblo pesquero en el norteño estado de Sonora, en México. Ambos tienen alrededor de 50 años y sus pieles están curtidas por el sol. Ambos se autodenominan como predadores del mar hasta que un día se vuelven incapaces de matar a una tortuga. Sumergidos en una crisis, se adentran en un viaje de introspección y redención para intentar salvar el modo de vida de su familia y de su pueblo pesquero a través de la creación de un grupo comunitario ambiental encargado de proteger tortugas marinas, el Grupo Tortuguero de Bahía de Kino.

La tisana de mezquite suaviza la garganta en el patio de Jaime Villa y Victoria Arellano, cineastas sonorenses que a fuerza de terquedad y constancia han logrado que la historia de Cosme y Mónica circule en festivales de cine y se conozca a través de un programa de exhibición y distribución comunitario durante el año 2025.

Es octubre y todavía hace calor en Hermosillo, pero una brisa fresca le gana al atardecer y nos acompaña alrededor de aquella mesa de madera que se guarece bajo la sombra de un palo verde, que en primavera llenará el patio de flores amarillas. El paisaje es un regalo, así como la filmación del documental “El llanto de las tortugas”.

¿Cómo les llegó la historia?

El llanto de las tortugas retrata la historia en Bahía de Kino, un pueblo pesquero en el norteño estado de Sonora, en México / Foto: Cortesía / Alfredo Karam

Lee también: Paréntesis | Vivir la ficción frente a una cámara: Carlos Herrera

Jaime: Hay que tener la oreja parada si uno no tiene los recursos de muchos documentalistas consolidados que tienen un equipo de investigación que se dedica a buscar temas. Espero que sigamos de la misma forma, en el sentido de tener la sensibilidad de reconocer un interés más que un tema. Eso fue lo que pasó, no estábamos en búsqueda, estábamos en la etapa de postproducción de “Los niños de la Cruz”, nuestro objetivo era terminar y estábamos como en un descanso, así llegó lo que sería “El llanto de las tortugas”. Para mi, uno de los puntos fue que quise saber más… si quiero saber más, es posible que sea una historia.

¿Esperaban encontrarse con una familia como la de Cosme y Mónica?

Jaime: Cuando comenzamos teníamos la premisa de hablar sobre lo urgente de proteger a las tortugas marinas y en algún momento, hablando con ellos pensamos ¿por qué vamos a hacer una película de desesperanza si ellos a pesar de los pesares ahí están y están contentos y unidos y esperanzados?, ¿quién es uno para contar su historia desde el lado pesimista?, dejamos que el documental respirara y tomara su propio camino.

Mientras charlamos, Griselda recorre el patio de tierra adornado de hojas y plantas. Jaime y Victoria la siguen con la mirada hasta que se instala en uno de los pilares de la reja y se lame los bigotes, todavía no es hora de prender las luces que adornan su espacio preferido. Volvemos al origen del Llanto, construido entre 2015 y 2019, tiempo durante el cual realizaron múltiples viajes a Bahía de Kino para conocer la dinámica familiar y laboral de los protagonistas y su labor como protectores de tortugas; fueron tantos los encuentros previos a la filmación que entre bromas les preguntaron si nomás querían ir a pasear.

Jaime: Fueron años de ir y venir, de salir con ellos a buscar ballenas y tortugas, al momento de grabar ya sabíamos del tono del documental, aunque igual me sorprendió el resultado.

Victoria: Pasó algo curioso con los niños porque cuando comenzamos a ir eran muy chiquitos, y al filmar tenían 5 a 6 años, ya decían cosas como: “Soy del grupo de tortugueros”, esa inyección de energía de los niños le dio al proyecto esa esperanza, lo que conlleva la entrada de niños en vidas familiares, veías que ellos lo van a continuar, fue evidente cuando crecieron; son seis nietos, tienen su panguita, juegan a que van a sacar tortugas… ahí está la esperanza, en esa generación.

Han sido nueve años de trabajo con este documental, ¿qué ha representado este tiempo para ustedes?

Jaime: Se dice que en los documentales entre más tiempo te tomen, más redonditos van a estar, porque te dan tiempo de conocer el tema y las personas con las que vas trabajando, madura. Un documental que se hace en un año no será igual de profundo que uno de cinco años. Este tardó más de lo que hubiéramos pensado, ahorita estaríamos trabajando el otro, calculamos cinco años de proyección y fueron nueve años hasta que lo terminamos y todavía seguimos con él, pero sí ayudó todo lo que pasó para profundizar la relación con ellos. Llegamos a la grabación con una relación más intensa en la que no solo estamos presentando una película sino todo un tema de impacto. Al mismo tiempo tenemos la facilidad y confianza de pedirles que sean parte de esta campaña porque al final de cuentas el documental también les tiene que servir a ellos, el tiempo ayudó enormemente a unirnos.

En Bahía de Kino, Cosme es capitán de pangas en una escuela en Kino Nuevo; Mony, trabaja en una farmacia; Mary, la hija, tiene el permiso de las palapas y las sillas los fines de semana; Sebastián tiene un puesto de mariscos. Como Grupo Tortuguero aplicaron durante varios años en convocatorias de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONAM) para monitorear a las tortugas, gracias a lo cual recibían apoyos para gasolina y pagos por cada salida. Desafortunadamente, estos recursos estaban dentro de fideicomisos que desaparecieron y en la actualidad reúne recursos gracias a donativos en especie o ayudas directas. También hay instituciones que les han apoyado para gestionar recursos con fondos destinados a organizaciones no gubernamentales. Viven de su trabajo los fines de semana y como extra, son voluntarios en la salvaguarda y protección de las tortugas marinas.

¿Cómo se enfrenta la exhibición y distribución de documentales de producciones independientes en comparación con productos cinematográficos comerciales que ofrecen historias rápidas, escandalosas y efímeras? ¿Es terquedad?

Victoria: Yo creo que si es terquedad porque en este hiperconsumo fomentado por las plataformas en las que también empaquetan al documental con esto del True crime, estos son los documentales que se consumen, morbosos, de asesinato… sí, yo creo que es terquedad… México es un país muy diverso en sus documentales, en general Latinoamérica pero México es diverso, tiene a grandes exponentes como Tatiana Huezo, Everardo González, Lucía Gajá, con documentales muy artísticos que siempre tienen un espacio grande en un circuito de festivales, no tanto comercial; también por eso decidimos hacer este otro proyecto de exhibirla y distribuirla nosotros mismos, acompañándonos de personas que son expertas en esto y son sensibles a este tipo de proyectos. No vamos a sentarnos a esperar a que Netflix nos diga que la quiere meter en su catálogo junto con otras 1500 películas que se pierden entre tanto, agarramos al toro por los cuernos, veremos qué pasa, tampoco sabemos porque creo que que es un experimento pero también es parte de esa terquedad que dices… y un tanto rebeldía, un poco ir en contra de lo que se supone es lo que funciona, del deber ser… para nosotros no podría ser de otra manera.

Haciendo un corte de caja, ¿cómo se transforma en su manera de ver y hacer cine con esta experiencia?

Victoria: En la salud mental (risa) Yo creo que aprendí mucho trabajar en la paciencia y en la tolerancia que nunca me ha distinguido en lo personal. Respetar los procesos de cada película, del documental en sí, aprendí a negociar y creo que tambien para mi fue un paso más grande en mi carrera porque como era más grande fuimos responsables de más gente, teníamos el apoyo de empresas que habían creído en nosotros y en fondos para hacer la peli, te da otro sentido de responsabilidad, que no es lo mismo salir con tus cosas y lo que tienes que salir con un equipo al que tienes que pagar, cuidar, tener seguro, que tienes que responder ante un fondo. Esto hizo que me profesionalizara mucho más como productora y todo el aprendizaje, la conciencia del entorno y ambiental, me llevo eso, a más responsabilidad, paciencia y tolerancia. Alimentó mi espíritu medio rebelde y combativo porque nunca me ha gustado quedarme callada ni conformarme con nada, me quedo con eso, en seguir luchando por el acceso a nuestros derechos culturales y de hacer cine desde nuestros lugares de origen y a pedirlo no como una limosna, sino como lo que es, un acceso a los derechos fundamentales que es al arte, a no bajar los brazos y no pedirlo cómo favor…

Como Jacalito Cine han generado empleos y la participación de equipos muy grandes a los que les une el espíritu de comunidad, la convicción de promover el cine en otros espacios, ¿cómo han encontrado estos acompañamientos con la misma vocación con una postura amorosa y a contracorriente?

Victoria: Es parte de lo que decía Jaime de tener la oreja parada, en mi caso escuchar al estómago, una vez en un taller de cine con una productora colombiana, Cristina Gallego nos dijo que es importante afinarse la intuición y escuchar al estómago como cuando conoces a alguien, cuando hablas de un tema importante con alguien y creo que nosotros en este camino de hacer “El llanto de las tortugas”, nos encontramos con Mariana Marin y fue como amor a primera vista y escuchar al estómago y decir, ya nos vi corriendo juntas por el campo (risas) aprendes a hacer caso a esa intuición y vas generando estas relaciones a abrirle los brazos a quienes se interesan en ti, en tu visión, así ha sido en este caso de distribución, es ese dejarse acompañar, abrirse a eso, con las chicas de Mantitas, sí a todo lo que nos propongan, y dejarse querer y apapachar eso es muy de Jacalito, en equipo, horizontal y escuchando voces que se puedan y eso nos ha permitido hacer equipos grandes, tejer equipos grandes, y en la distribución de la peli, es bonito sentirse acompañados.

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Jaime: El cine necesita de los otros para ser, soy muy consciente de los procesos internos que llevan para lograrlo, es tan valioso como lo que sucederá de aquí para el público, concentramos la experiencia con lo que viene, esa sola existencia de esa red, dinámica, la conversación al final se nota, también se va a notar cuando se vea que es una película acompañada y no solo una película que se presenta, algo que hemos visto en las carpetas es que se ve, se nota si está acompañada esa película, se nota en la carpeta, en los textos, la peli es una cosa pero todo lo que lleva seguramente se va a notar.

El cine, la tisana, el palo verde, las tortugas, la convicción, la familia, el arte, el derecho a la cultura, el medio ambiente, la búsqueda, la experimentación, el equipo, así se va la tarde en el patio de Jaime y Victoria, de los Jacalitos y su Griselda, listos para emprender un nuevo viaje de distribución y exhibición de una peli tatuada en el mar de Bahía Kino y su alma. Sigamos su huella.

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El llanto de las tortugas retrata la historia de Cosme Becerra y Mónica Esquer, quienes viven con sus hijos y nietos en Bahía de Kino, un pueblo pesquero en el norteño estado de Sonora, en México. Ambos tienen alrededor de 50 años y sus pieles están curtidas por el sol. Ambos se autodenominan como predadores del mar hasta que un día se vuelven incapaces de matar a una tortuga. Sumergidos en una crisis, se adentran en un viaje de introspección y redención para intentar salvar el modo de vida de su familia y de su pueblo pesquero a través de la creación de un grupo comunitario ambiental encargado de proteger tortugas marinas, el Grupo Tortuguero de Bahía de Kino.

La tisana de mezquite suaviza la garganta en el patio de Jaime Villa y Victoria Arellano, cineastas sonorenses que a fuerza de terquedad y constancia han logrado que la historia de Cosme y Mónica circule en festivales de cine y se conozca a través de un programa de exhibición y distribución comunitario durante el año 2025.

Es octubre y todavía hace calor en Hermosillo, pero una brisa fresca le gana al atardecer y nos acompaña alrededor de aquella mesa de madera que se guarece bajo la sombra de un palo verde, que en primavera llenará el patio de flores amarillas. El paisaje es un regalo, así como la filmación del documental “El llanto de las tortugas”.

¿Cómo les llegó la historia?

El llanto de las tortugas retrata la historia en Bahía de Kino, un pueblo pesquero en el norteño estado de Sonora, en México / Foto: Cortesía / Alfredo Karam

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Jaime: Hay que tener la oreja parada si uno no tiene los recursos de muchos documentalistas consolidados que tienen un equipo de investigación que se dedica a buscar temas. Espero que sigamos de la misma forma, en el sentido de tener la sensibilidad de reconocer un interés más que un tema. Eso fue lo que pasó, no estábamos en búsqueda, estábamos en la etapa de postproducción de “Los niños de la Cruz”, nuestro objetivo era terminar y estábamos como en un descanso, así llegó lo que sería “El llanto de las tortugas”. Para mi, uno de los puntos fue que quise saber más… si quiero saber más, es posible que sea una historia.

¿Esperaban encontrarse con una familia como la de Cosme y Mónica?

Jaime: Cuando comenzamos teníamos la premisa de hablar sobre lo urgente de proteger a las tortugas marinas y en algún momento, hablando con ellos pensamos ¿por qué vamos a hacer una película de desesperanza si ellos a pesar de los pesares ahí están y están contentos y unidos y esperanzados?, ¿quién es uno para contar su historia desde el lado pesimista?, dejamos que el documental respirara y tomara su propio camino.

Mientras charlamos, Griselda recorre el patio de tierra adornado de hojas y plantas. Jaime y Victoria la siguen con la mirada hasta que se instala en uno de los pilares de la reja y se lame los bigotes, todavía no es hora de prender las luces que adornan su espacio preferido. Volvemos al origen del Llanto, construido entre 2015 y 2019, tiempo durante el cual realizaron múltiples viajes a Bahía de Kino para conocer la dinámica familiar y laboral de los protagonistas y su labor como protectores de tortugas; fueron tantos los encuentros previos a la filmación que entre bromas les preguntaron si nomás querían ir a pasear.

Jaime: Fueron años de ir y venir, de salir con ellos a buscar ballenas y tortugas, al momento de grabar ya sabíamos del tono del documental, aunque igual me sorprendió el resultado.

Victoria: Pasó algo curioso con los niños porque cuando comenzamos a ir eran muy chiquitos, y al filmar tenían 5 a 6 años, ya decían cosas como: “Soy del grupo de tortugueros”, esa inyección de energía de los niños le dio al proyecto esa esperanza, lo que conlleva la entrada de niños en vidas familiares, veías que ellos lo van a continuar, fue evidente cuando crecieron; son seis nietos, tienen su panguita, juegan a que van a sacar tortugas… ahí está la esperanza, en esa generación.

Han sido nueve años de trabajo con este documental, ¿qué ha representado este tiempo para ustedes?

Jaime: Se dice que en los documentales entre más tiempo te tomen, más redonditos van a estar, porque te dan tiempo de conocer el tema y las personas con las que vas trabajando, madura. Un documental que se hace en un año no será igual de profundo que uno de cinco años. Este tardó más de lo que hubiéramos pensado, ahorita estaríamos trabajando el otro, calculamos cinco años de proyección y fueron nueve años hasta que lo terminamos y todavía seguimos con él, pero sí ayudó todo lo que pasó para profundizar la relación con ellos. Llegamos a la grabación con una relación más intensa en la que no solo estamos presentando una película sino todo un tema de impacto. Al mismo tiempo tenemos la facilidad y confianza de pedirles que sean parte de esta campaña porque al final de cuentas el documental también les tiene que servir a ellos, el tiempo ayudó enormemente a unirnos.

En Bahía de Kino, Cosme es capitán de pangas en una escuela en Kino Nuevo; Mony, trabaja en una farmacia; Mary, la hija, tiene el permiso de las palapas y las sillas los fines de semana; Sebastián tiene un puesto de mariscos. Como Grupo Tortuguero aplicaron durante varios años en convocatorias de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONAM) para monitorear a las tortugas, gracias a lo cual recibían apoyos para gasolina y pagos por cada salida. Desafortunadamente, estos recursos estaban dentro de fideicomisos que desaparecieron y en la actualidad reúne recursos gracias a donativos en especie o ayudas directas. También hay instituciones que les han apoyado para gestionar recursos con fondos destinados a organizaciones no gubernamentales. Viven de su trabajo los fines de semana y como extra, son voluntarios en la salvaguarda y protección de las tortugas marinas.

¿Cómo se enfrenta la exhibición y distribución de documentales de producciones independientes en comparación con productos cinematográficos comerciales que ofrecen historias rápidas, escandalosas y efímeras? ¿Es terquedad?

Victoria: Yo creo que si es terquedad porque en este hiperconsumo fomentado por las plataformas en las que también empaquetan al documental con esto del True crime, estos son los documentales que se consumen, morbosos, de asesinato… sí, yo creo que es terquedad… México es un país muy diverso en sus documentales, en general Latinoamérica pero México es diverso, tiene a grandes exponentes como Tatiana Huezo, Everardo González, Lucía Gajá, con documentales muy artísticos que siempre tienen un espacio grande en un circuito de festivales, no tanto comercial; también por eso decidimos hacer este otro proyecto de exhibirla y distribuirla nosotros mismos, acompañándonos de personas que son expertas en esto y son sensibles a este tipo de proyectos. No vamos a sentarnos a esperar a que Netflix nos diga que la quiere meter en su catálogo junto con otras 1500 películas que se pierden entre tanto, agarramos al toro por los cuernos, veremos qué pasa, tampoco sabemos porque creo que que es un experimento pero también es parte de esa terquedad que dices… y un tanto rebeldía, un poco ir en contra de lo que se supone es lo que funciona, del deber ser… para nosotros no podría ser de otra manera.

Haciendo un corte de caja, ¿cómo se transforma en su manera de ver y hacer cine con esta experiencia?

Victoria: En la salud mental (risa) Yo creo que aprendí mucho trabajar en la paciencia y en la tolerancia que nunca me ha distinguido en lo personal. Respetar los procesos de cada película, del documental en sí, aprendí a negociar y creo que tambien para mi fue un paso más grande en mi carrera porque como era más grande fuimos responsables de más gente, teníamos el apoyo de empresas que habían creído en nosotros y en fondos para hacer la peli, te da otro sentido de responsabilidad, que no es lo mismo salir con tus cosas y lo que tienes que salir con un equipo al que tienes que pagar, cuidar, tener seguro, que tienes que responder ante un fondo. Esto hizo que me profesionalizara mucho más como productora y todo el aprendizaje, la conciencia del entorno y ambiental, me llevo eso, a más responsabilidad, paciencia y tolerancia. Alimentó mi espíritu medio rebelde y combativo porque nunca me ha gustado quedarme callada ni conformarme con nada, me quedo con eso, en seguir luchando por el acceso a nuestros derechos culturales y de hacer cine desde nuestros lugares de origen y a pedirlo no como una limosna, sino como lo que es, un acceso a los derechos fundamentales que es al arte, a no bajar los brazos y no pedirlo cómo favor…

Como Jacalito Cine han generado empleos y la participación de equipos muy grandes a los que les une el espíritu de comunidad, la convicción de promover el cine en otros espacios, ¿cómo han encontrado estos acompañamientos con la misma vocación con una postura amorosa y a contracorriente?

Victoria: Es parte de lo que decía Jaime de tener la oreja parada, en mi caso escuchar al estómago, una vez en un taller de cine con una productora colombiana, Cristina Gallego nos dijo que es importante afinarse la intuición y escuchar al estómago como cuando conoces a alguien, cuando hablas de un tema importante con alguien y creo que nosotros en este camino de hacer “El llanto de las tortugas”, nos encontramos con Mariana Marin y fue como amor a primera vista y escuchar al estómago y decir, ya nos vi corriendo juntas por el campo (risas) aprendes a hacer caso a esa intuición y vas generando estas relaciones a abrirle los brazos a quienes se interesan en ti, en tu visión, así ha sido en este caso de distribución, es ese dejarse acompañar, abrirse a eso, con las chicas de Mantitas, sí a todo lo que nos propongan, y dejarse querer y apapachar eso es muy de Jacalito, en equipo, horizontal y escuchando voces que se puedan y eso nos ha permitido hacer equipos grandes, tejer equipos grandes, y en la distribución de la peli, es bonito sentirse acompañados.

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Jaime: El cine necesita de los otros para ser, soy muy consciente de los procesos internos que llevan para lograrlo, es tan valioso como lo que sucederá de aquí para el público, concentramos la experiencia con lo que viene, esa sola existencia de esa red, dinámica, la conversación al final se nota, también se va a notar cuando se vea que es una película acompañada y no solo una película que se presenta, algo que hemos visto en las carpetas es que se ve, se nota si está acompañada esa película, se nota en la carpeta, en los textos, la peli es una cosa pero todo lo que lleva seguramente se va a notar.

El cine, la tisana, el palo verde, las tortugas, la convicción, la familia, el arte, el derecho a la cultura, el medio ambiente, la búsqueda, la experimentación, el equipo, así se va la tarde en el patio de Jaime y Victoria, de los Jacalitos y su Griselda, listos para emprender un nuevo viaje de distribución y exhibición de una peli tatuada en el mar de Bahía Kino y su alma. Sigamos su huella.

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