/ sábado 6 de mayo de 2023

Paréntesis | Un Desierto para la Danza en el tercer piso

Claudia Landavazo escribe en esta edición de Paréntesis, sobre los 30 años que cumple el Festival Internacional Un Desierto para la Danza

El pasado viernes 21 de abril dio inicio la edición número 30 del Festival Internacional Un Desierto para la Danza, la oferta a la comunidad, desde la Coordinación de Danza del Instituto Sonorense de Cultura (ISC) a cargo de Magda Pesqueira, son talleres, conversatorios, un programa estelar con presentaciones en el Teatro de la Ciudad y un programa de actividades alternas en espacios públicos. La intención desde la Coordinación es reconocer a las personalidades de la danza contemporánea en Sonora, que emprendieron la iniciativa de este festival y a las que han hecho posible que perdure a lo largo de tres generaciones.

Me gustaría aprovechar este espacio para hacer un poco de contexto histórico y compartir con quien no tenga conocimiento de este festival, la trascendencia que tiene para muchas de las personas que hacemos danza en Sonora: Este festival desde su primera edición en 1993 con un gran impulso por parte del entonces director del ISC, Carlos Moncada y en un acuerdo con los grupos independientes de danza contemporánea activos en esos principios de los noventas, se generó un formato de realización donde el ISC participaba como gestor y un grupo independiente realizaba la selección de grupos y compañías participantes, el concepto de la promoción (imagen y estrategias de difusión) y la atención personal con las compañías invitadas.

Lee también: Paréntesis | Librería Hypatia: Restauración, de Ave Barrera

Esta característica sin precedentes en el contexto de la danza nacional, le aportó al festival durante al menos la mitad de su trayectoria un carácter particular en cada una de sus ediciones, porque cada edición tenía su base en el posicionamiento estético y/o político del grupo anfitrión, abonando así a una gran diversidad de propuestas nacionales e internacionales y, sobre todo, a una audiencia que crecía, año con año, también diversa y exigente.

Sin la intención, por el momento, de profundizar acerca de las razones que fueron minando ese exitoso formato a lo largo de los años, el hecho es que en el 2020 durante la administración del ISC a cargo de Mario Welfo Álvarez, se genera un doble cuestionamiento entre la Institución y un frente conformado por las compañías Antares, La lágrima y Quiatora Monorriel, acerca de si el festival debe quedar a cargo de la Institución o seguir defendiendo su concepción de origen con un grupo anfitrión por edición, esta confrontación evidenció, entre muchas otras cosas, que el diálogo entre los hacedores de danza y la institución era imposible, que la comunidad de la danza en Sonora se mostraba fragmentada, dispersa y sin intereses en común y algo que desde mi perspectiva resulta lo más triste: El Desierto para la Danza parecía haber dejado de ser patrimonio de una colectividad conformada por bailarines, coreógrafos, audiencias, medios, estudiantes, artistas, instituciones gestoras que por muchos años habían crecido paralelamente en beneficio del hacer y compartir danza en nuestro territorio.

Colectivo Danza Espontánea, coordinación de Claudia Landavazo / Foto: Tania Alday

Por si fuera poco, se nos viene encima la pandemia, hay reducción de actividades y cuando parece que ese año nos quedamos sin Desierto para la Danza, por iniciativa de Dédalo Artes Escénicas se convoca a compañías y grupos locales y nacionales a colaborar con materiales en video, entrevistas y conversatorios.

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El 2021 se nos pasó de noche…y el 2022 con Manuel Ballesteros en la Coordinación de Artes Escénicas del ISC y con el apoyo de PROFEST se salva con el esfuerzo exhaustivo de pocas personas, apenas cinco meses después de lo habitual la edición 29 del Desierto.

Esta edición número 30 apenas empieza, ya veremos cómo queda registrada en la historia, y esperamos que el Desierto no solo se “salve” y siga existiendo en forma de estadísticas, sino que vuelva a ser esa fiesta, esa plataforma internacional para propuestas artísticas que nos muevan el piso, que involucren a las personas de los distintos sectores, que nos hagan querer estar y formar parte, que nos rete a seguir creciendo, y que sume, de manera proporcional a la presencia de nuevas generaciones la inclusión de los nuevos talentos y nuevos escenarios para que la danza nos toque a todas las personas.

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El pasado viernes 21 de abril dio inicio la edición número 30 del Festival Internacional Un Desierto para la Danza, la oferta a la comunidad, desde la Coordinación de Danza del Instituto Sonorense de Cultura (ISC) a cargo de Magda Pesqueira, son talleres, conversatorios, un programa estelar con presentaciones en el Teatro de la Ciudad y un programa de actividades alternas en espacios públicos. La intención desde la Coordinación es reconocer a las personalidades de la danza contemporánea en Sonora, que emprendieron la iniciativa de este festival y a las que han hecho posible que perdure a lo largo de tres generaciones.

Me gustaría aprovechar este espacio para hacer un poco de contexto histórico y compartir con quien no tenga conocimiento de este festival, la trascendencia que tiene para muchas de las personas que hacemos danza en Sonora: Este festival desde su primera edición en 1993 con un gran impulso por parte del entonces director del ISC, Carlos Moncada y en un acuerdo con los grupos independientes de danza contemporánea activos en esos principios de los noventas, se generó un formato de realización donde el ISC participaba como gestor y un grupo independiente realizaba la selección de grupos y compañías participantes, el concepto de la promoción (imagen y estrategias de difusión) y la atención personal con las compañías invitadas.

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Esta característica sin precedentes en el contexto de la danza nacional, le aportó al festival durante al menos la mitad de su trayectoria un carácter particular en cada una de sus ediciones, porque cada edición tenía su base en el posicionamiento estético y/o político del grupo anfitrión, abonando así a una gran diversidad de propuestas nacionales e internacionales y, sobre todo, a una audiencia que crecía, año con año, también diversa y exigente.

Sin la intención, por el momento, de profundizar acerca de las razones que fueron minando ese exitoso formato a lo largo de los años, el hecho es que en el 2020 durante la administración del ISC a cargo de Mario Welfo Álvarez, se genera un doble cuestionamiento entre la Institución y un frente conformado por las compañías Antares, La lágrima y Quiatora Monorriel, acerca de si el festival debe quedar a cargo de la Institución o seguir defendiendo su concepción de origen con un grupo anfitrión por edición, esta confrontación evidenció, entre muchas otras cosas, que el diálogo entre los hacedores de danza y la institución era imposible, que la comunidad de la danza en Sonora se mostraba fragmentada, dispersa y sin intereses en común y algo que desde mi perspectiva resulta lo más triste: El Desierto para la Danza parecía haber dejado de ser patrimonio de una colectividad conformada por bailarines, coreógrafos, audiencias, medios, estudiantes, artistas, instituciones gestoras que por muchos años habían crecido paralelamente en beneficio del hacer y compartir danza en nuestro territorio.

Colectivo Danza Espontánea, coordinación de Claudia Landavazo / Foto: Tania Alday

Por si fuera poco, se nos viene encima la pandemia, hay reducción de actividades y cuando parece que ese año nos quedamos sin Desierto para la Danza, por iniciativa de Dédalo Artes Escénicas se convoca a compañías y grupos locales y nacionales a colaborar con materiales en video, entrevistas y conversatorios.

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El 2021 se nos pasó de noche…y el 2022 con Manuel Ballesteros en la Coordinación de Artes Escénicas del ISC y con el apoyo de PROFEST se salva con el esfuerzo exhaustivo de pocas personas, apenas cinco meses después de lo habitual la edición 29 del Desierto.

Esta edición número 30 apenas empieza, ya veremos cómo queda registrada en la historia, y esperamos que el Desierto no solo se “salve” y siga existiendo en forma de estadísticas, sino que vuelva a ser esa fiesta, esa plataforma internacional para propuestas artísticas que nos muevan el piso, que involucren a las personas de los distintos sectores, que nos hagan querer estar y formar parte, que nos rete a seguir creciendo, y que sume, de manera proporcional a la presencia de nuevas generaciones la inclusión de los nuevos talentos y nuevos escenarios para que la danza nos toque a todas las personas.

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