El llanto de las tortugas (Jaime Villa Galindo, 2023) es un documental mexicano que demuestra de manera clara (y con buenos recursos narrativos) cómo una experiencia personal puede convertirse en una iniciativa comunitaria y, finalmente, en una acción de impacto social. La sencilla y eficaz línea argumental del filme inicia con pausadas imágenes y sonidos ambientales de la actividad recolectora, en el fondo del mar, de una comunidad de pescadores en Bahía de Kino, Sonora. Si la primera impresión que dan esas imágenes es la de una crítica al extractivismo biológico, tal percepción es desmentida en cuanto el espectador entiende que se trata de actividades de pesca de subsistencia y, para el caso, de una subsistencia muy precaria. Muy poco después, sin embargo, a través de declaraciones testimoniales e imágenes de la dura vida cotidiana de una familia de pescadores, Villa Galindo se adentra en la esencia de su documental, que arranca con una dramática confrontación: por un lado, las necesidades cotidianas apremiantes de los pescadores; por el otro, el devastador ciclo de sobreexplotación, depredación y extinción de la vida marina. Un conflicto que, hoy como nunca, es de capital importancia. A través de su película, el director deja bien claro (y lo hace sin aspavientos ni alardes panfletarios) que en ello nos va, literalmente, la vida.
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El hilo narrativo de El llanto de las tortugas es conducido por el testimonio (siempre en voz off) de la madre de la familia protagónica, y tiene uno de sus momentos más potentes en un ritual fúnebre para una tortuga. Con el trenzado de la voz de la mujer y las imágenes, el filme ofrece una visión sencilla de los rituales cotidianos, sobre todo los del trabajo, y los combina con evidencias de la cada vez más apremiante escasez de pesca, con el subsecuente empobrecimiento de la comunidad; no es una casualidad que se repita con cierta frecuencia, como un trágico mantra, la frase “ahora ya no hay”. No faltan, tampoco, las menciones a la devastación de la salud de los pescadores provocada por el buceo precarizado, casi artesanal que deben practicar para subsistir. Y se enfatiza, también, la inexorabilidad de los ciclos naturales, así como la creciente injerencia humana en ellos a través de todo tipo de explotación y contaminación, a la vez que se glosa, a veces incluso con alcances poéticos, el inmemorial choque entre el hombre y el mar.
Al centro del documental se encuentra la triste anécdota que da título a la película, de la cual se desprende una toma de conciencia que habrá de influir de manera importante en la relación de la comunidad con su entorno marino y, en especial, con las tortugas. Así, el pescador Cosme se transforma de depredador en conservador, y a través de este cambio el director parece ofrecernos una tenue esperanza. Sin embargo, entre las imágenes contundentes ofrecidas por Galindo Villa, y que no requieren verbalización alguna, está la de un letrero muy oficial que comunica: “Las tortugas marinas están protegidas por leyes estatales y federales”. Nadie lo dice, pero entendemos con claridad que, como tantas otras leyes, éstas son letra muerta. El llanto de las tortugas es un filme en el que se expresa con claridad el concepto de que el hombre es no solamente el lobo del hombre, sino también del mundo.
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Se trata, pues, de un documental reflexivo, contemplativo y pausado cuyo lenguaje contrasta con la hiperactividad confusa de tantos otros documentales contemporáneos, y que ciertamente obra a favor de las ideas planteadas en la película. Villa Galindo se toma su tiempo para comunicar la urgencia de los temas ecológicos y ambientalistas tratados en El llanto de las tortugas, lo que no quita contundencia a aquello que quiere comunicar. También en contraste con otros filmes análogos, el director utiliza con parquedad una música discreta y tenue que venturosamente elude el lugar común de la hipertrofia sonora y el exceso de énfasis dramático. En cuanto a la imagen, no hay alardes inútiles de técnica ni intentos de fotogenia turística, lo cual ciertamente se agradece, sobre todo considerando los temas a tratar. Si fuera necesario concluir con un epígrafe, quizá sería adecuado retomar un concepto que se expresa hacia el final de El llanto de las tortugas: el miedo y el respeto que le debemos al mar. Sobre todo, el respeto.
Juan Arturo Brennan (México, DF, 1955). Es guionista, realizador, productor y conductor de programas culturales de radio y televisión, realizador y cinefotógrafo. Destaca su trabajo como coautor del guión de la película ”El año de la peste”, en colaboración con el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982. Por este guión obtuvo los premios cinematográficos mexicanos Ariel y Diosa de Plata. Crítico de música. Imparte cursos y conferencias de apreciación musical y cinematográfica. Es creador del acervo de música cinematográfica del Centro de Capacitación Cinematográfica.
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