Tlatelolco: la morgue que es la plaza

El Sol de Hermosillo

  · miércoles 3 de octubre de 2018

Carlos Sánchez / Colaborador

Tlatelolco.- La memoria es un disparo que tiñe de rojo laplaza. El viento y su sonido traen a cuento la matanza deestudiantes. Hace cincuenta años de la rabia que desencadenó entragedia.

Es Tlatelolco, la Plaza de las Tres Culturas. Es primero deoctubre, la víspera de la desgracia que ocurrió hace medio siglo.Son los estudiantes de la UNAM, los que yacen hoy como ayer, sobrela plancha de la plaza. Son los transeúntes quienes se adhieren ala evocación.

Los estudiantes se hacen acompañar por esos estudiantes de ayerque sobrevivieron a la represión. Es la recordación de uno de losmomentos más oscuros de México. Algunos padres abrazan a sushijos, sobre el cemento: la tumba más ulterior de nuestrahistoria.

Desde UNAM, desde la organización de Evoé Sotelo, bailarina,coreógrafa, coordinadora de danza de esta institución, losjóvenes acuden a la Acción Coreográfica Masiva. El grito seconvierte en llanto. El dolor más punzante de la impotencia.Porque duele el recuerdo, porque duele el presente.

En las memorias El sonido ensordecedor, la voz tétrica de quiendio la orden, del que no me atrevo a decir su nombre, está ennuestras memorias, está aquí y ahora. Porque es un performancedonde los objetivos son recordar y sentir, de la manera máscercana posible, para que el tiempo no lo sepulte, para que ladistorsión de la vida que inventan los de cuello blanco, no nosarrebate de nuestra historia el acontecimiento cruel: la matanza deestudiantes.

Se levantan las manos. En señal de resistencia. Se enquista lamirada hacia los ventanales del edificio Chihuahua, allí dondeperduran los fantasmas de la prepotencia. El arrojo de balas que undía pretendieron silenciar. Y silenciaron a unos, a muchos, perono a todos.

Una flor se deshoja mientras el viento es sonido de disparo yatina en el blanco del pétalo. El padre abraza con mayor ahínco asu hija, para ilustrarle cómo fue, cómo ha sido. La niña hundesus manos en la humanidad del padre. Juntos desde el cuerpo quierendecir al mundo la desgarrada consecuencia de un dos de octubre demil novecientos sesenta y ocho.

El pecado Los zapatos de una jovencita abandonan sus pies. Huyendel cuerpo como huye la vida. Porque se construye la muerte. Unaveladora encendida es la luz de un alma jovial que un día fue, queuna vez estuvo. El lápiz y el cuaderno se convirtieron en pecado.La voz del estudiante de pronto se transformó en sonido que comorespuesta fue la víscera. A cincuenta años de distancia que soncercanía, los estudiantes han venido otra vez para evitar elolvido.

Hay un pase de lista, cuarentaitrés nombres que nos faltan selevantan a voz de garganta. Son el escudo ante la estulticia de lasfrases de quien dio la orden. Del que no me atrevo a escribir sunombre. El de la sonrisa demencial. El de los dientes más cruelesdel mundo. El de la rabia en la ignorancia. El que un día vio sinmirar.

Es uno de octubre. Hace cincuenta años de un día como hoy. Lavíspera de una masacre que nos duele tanto como a ellos.

Cae la tarde. El cielo se llena de un gris espeso. No haymetáfora de mayor atino para describir el escenario enTlatelolco.

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