Sobre la calzada Santa Cecilia, al norte de la ciudad, todo pasa con normalidad; el sol se ha ocultado, las luces de los negocios aún se reflejan en la barda de las elegantes cerradas que se enfilan hasta el final de la calle y aún se escuchan los sonidos de una tarde cotidiana, autos pasar, perros ladrar, incluso un juego de pádel a la distancia.
A pesar de la rutinariedad, algo falta para los habitantes de todos esos fraccionamientos de clase media que conforman ese sector, y es que, al inicio de la calle, sobre el boulevar Morelos, continúan los trabajos de integración de la nueva tubería de conducción de agua potable en Hermosillo.
En la penumbra, la gigantesca maquinaria amarilla se levanta sobre las luces de los autos que de dos en dos hacen fila para transitar por el único carril disponible junto a la tierra expuesta sobre el fracturado pavimento.
A esto, los peatones no parecen darle importancia, o al menos ya están acostumbrados al caos de la obra; personas paseando a sus animales de compañía, algunos otros cenando carne asada en una carreta o realizando sus compras como si la suma de todo el equipo y material de construcción que descansa para continuar el día de mañana no estuviera allí.
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Las personas de los negocios platican entre sí; la encargada del minisuper atiende a una clienta mientras se queja en un tono gracioso de la falta de agua en la colonia a causa de la obra, pues dice, con una sonrisa en el rostro, que su sobrino ya acumuló cuatro días sin bañarse.
A pesar de que desde hace meses el agua se ausenta de los hogares por las tardes, la vida parece normal, para bien o para mal para estas personas.
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La obra, necesaria para dotar del vital líquido a los habitantes del norte, continuará el día de mañana entre el ajetreado movimiento de las miles de personas que van y vienen de norte a sur y viceversa, pero hoy permanece inmóvil, apenas visible entre sombras.
Poco a poco el bulevar deja de tener autos, las banquetas dejan de proyectar la sombra de los transeúntes, los negocios cierran sus puertas y bajan sus cortinas; poco a poco la calle se va a dormir.
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